Los jilgueritos, los jilgueritos
Es
tiempo en el que florecen los cantuesos y la jara muestra su apogeo. Tiempo en
el que el brezo proclama que es el señor de nuestras sierras. Es tiempo de
mirada que implora. Es tiempo de derrotas y triunfos. Y es tiempo también para
los buenos recuerdos.
Los santos en el convento de las
monjas durante la Semana
Santa, entrando por una puerta de la iglesia y saliendo por
la otra. La palma del Domingo de Ramos en la reja del balcón principal de la casa
grande de la familia Thomas. La cruz con manguilla en los entierros y en las
procesiones. Los aparatos con manivela para despachar aceite a granel en las
tiendas de comestibles. El taxi de Joaquín López. El maestro de obras Antonio
del Viejo. El Teatro María Guerrero en la Feria.
Los brazaletes negros en señal de luto en las chaquetas. El
maestro Rómulo Pellicer. La azotea de Francisco Soltero, frente al parque municipal, a la que los jóvenes iban a tomar
vino tinto con Casera. La banda de la Base
Aérea de Talavera, la de la Artillería de Mérida y
la de la Guardia Civil
de Badajoz, tocando en las procesiones de la Semana Santa. Luis Rodríguez vendiendo máquinas de coser de la
marca Singer.
Don Felipe, el delegado de la Once. La parada que hacia
la imagen de la Virgen
de Barbaño cuando venía por el camino viejo entre las huertas de Paredes y
Malaguita. El Dominus vobiscum y el Et cum spiritu tuo de las misas en
latín. Fausto, el municipal, poniendo orden ante la salida de las
procesiones: “Fuera reboruto que van a salir los estáribes”. José Rodríguez
Gallardo, el gran Joselín, componente de la compañía Brisas Extremeñas, con los
zapatos y la camisa de lunares guardados en una caja preguntando en la sede del
Sindicato del Espectáculo ¿Hay esta noche espectáculo? Las colecciones
Caramelos Zori y Caramelos mi Ciudad del fotógrafo Visam. El puesto de
chucherías de Toribio Jiménez en la Avenida.
La tienda de música Clave de Sol. Cipriano Gragera, el gran
Eduardini, cantando estilimangui, estilimangui, estilimangui… El practicante
Juan Pachón Moreno.
El día de la inauguración de la
peña del Bilbao, cuando Juan Reyes pidió un minuto de silencio en recuerdo por
el Chato, el barbero. Queque pidiendo tabaco y parando los coches para irse a
Torremayor. El niño Pedro, la voz de oro, cantando el pasodoble “Con mi traje
dominguero”. Pepe Piñero detrás de
las imágenes en las procesiones. El espectáculo Alegrías de Juan Vélez, con
Juanito Valderrama y Adelfa Soto en el Teatro Calderón. Las bolitas de estaño que te encontrabas en
los churros.
Toribio Oliva, el sacristán. Las mujeres con velo en misa. La carbonería de
Gabino, que estaba en el calleja que va de la calle Macias de Porras a la calle
López de Ayala. Bonifacio el barbero, que cruzó el río Guadiana montado en una
burra y no sabía nadar. Ester Morales dirigiendo la central de teléfonos en la
calle Gómez Ulla. Güito cantando en la escuela: “Don Fausto y olé que este niño
me ha dicho hijoputa”. La zapatería de Francisco Soltero, en la calle Macías de Porras.
La sombrerería de Villalobos. Blas
Molina con su cesta de mimbre vendiendo y pregonando bollos de leche. El
ultramarino de Mauricio Carrillo, en
la plaza de San Antonio. Inés Fernández en misa, en el convento de las monjas. José
Vargas con la bicicleta haciendo fotos para el carné por las huertas. José
Fernández Moreno vendiendo sardinas de nieve, almejas para el arroz y sable
fresco. El ermitaño Pedro Guerrero con la capillita de la Virgen de Barbaño por las
casas. El profesor de los Santos, el brujo, y su inseparable Monchito, que
asombraban a los profanos y desconcertaban a los hombres de ciencia. Los
calendarios de la Unión
Española de Explosivos. Las comadronas Rosario, Faustina y
Aurelia. La taberna de Pepe Serrano, que cuando empezaba el fútbol dejaba de
despachar. El meneíto de cabeza de los
perritos en la batea trasera de un Simca 1000, el cinco plazas con nervio. ¡Los
jilgueritos, los jilgueritos, que comen poco y están gorditos!
Es tiempo en el que florecen los cantuesos y la jara muestra su apogeo. Tiempo en el que el brezo proclama que es el señor de nuestras sierras. Es tiempo de mirada que implora. Es tiempo de derrotas y triunfos. Y es tiempo también para los buenos recuerdos.
Los santos en el convento de las monjas durante la Semana Santa, entrando por una puerta de la iglesia y saliendo por la otra. La palma del Domingo de Ramos en la reja del balcón principal de la casa grande de la familia Thomas. La cruz con manguilla en los entierros y en las procesiones. Los aparatos con manivela para despachar aceite a granel en las tiendas de comestibles. El taxi de Joaquín López. El maestro de obras Antonio del Viejo. El Teatro María Guerrero en la Feria. Los brazaletes negros en señal de luto en las chaquetas. El maestro Rómulo Pellicer. La azotea de Francisco Soltero, frente al parque municipal, a la que los jóvenes iban a tomar vino tinto con Casera. La banda de la Base Aérea de Talavera, la de la Artillería de Mérida y la de la Guardia Civil de Badajoz, tocando en las procesiones de la Semana Santa. Luis Rodríguez vendiendo máquinas de coser de la marca Singer.
Don Felipe, el delegado de la Once. La parada que hacia la imagen de la Virgen de Barbaño cuando venía por el camino viejo entre las huertas de Paredes y Malaguita. El Dominus vobiscum y el Et cum spiritu tuo de las misas en latín. Fausto, el municipal, poniendo orden ante la salida de las procesiones: “Fuera reboruto que van a salir los estáribes”. José Rodríguez Gallardo, el gran Joselín, componente de la compañía Brisas Extremeñas, con los zapatos y la camisa de lunares guardados en una caja preguntando en la sede del Sindicato del Espectáculo ¿Hay esta noche espectáculo? Las colecciones Caramelos Zori y Caramelos mi Ciudad del fotógrafo Visam. El puesto de chucherías de Toribio Jiménez en la Avenida. La tienda de música Clave de Sol. Cipriano Gragera, el gran Eduardini, cantando estilimangui, estilimangui, estilimangui… El practicante Juan Pachón Moreno.
El día de la inauguración de la peña del Bilbao, cuando Juan Reyes pidió un minuto de silencio en recuerdo por el Chato, el barbero. Queque pidiendo tabaco y parando los coches para irse a Torremayor. El niño Pedro, la voz de oro, cantando el pasodoble “Con mi traje dominguero”. Pepe Piñero detrás de las imágenes en las procesiones. El espectáculo Alegrías de Juan Vélez, con Juanito Valderrama y Adelfa Soto en el Teatro Calderón. Las bolitas de estaño que te encontrabas en los churros. Toribio Oliva, el sacristán. Las mujeres con velo en misa. La carbonería de Gabino, que estaba en el calleja que va de la calle Macias de Porras a la calle López de Ayala. Bonifacio el barbero, que cruzó el río Guadiana montado en una burra y no sabía nadar. Ester Morales dirigiendo la central de teléfonos en la calle Gómez Ulla. Güito cantando en la escuela: “Don Fausto y olé que este niño me ha dicho hijoputa”. La zapatería de Francisco Soltero, en la calle Macías de Porras.
La sombrerería de Villalobos. Blas Molina con su cesta de mimbre vendiendo y pregonando bollos de leche. El ultramarino de Mauricio Carrillo, en la plaza de San Antonio. Inés Fernández en misa, en el convento de las monjas. José Vargas con la bicicleta haciendo fotos para el carné por las huertas. José Fernández Moreno vendiendo sardinas de nieve, almejas para el arroz y sable fresco. El ermitaño Pedro Guerrero con la capillita de la Virgen de Barbaño por las casas. El profesor de los Santos, el brujo, y su inseparable Monchito, que asombraban a los profanos y desconcertaban a los hombres de ciencia. Los calendarios de la Unión Española de Explosivos. Las comadronas Rosario, Faustina y Aurelia. La taberna de Pepe Serrano, que cuando empezaba el fútbol dejaba de despachar. El meneíto de cabeza de los perritos en la batea trasera de un Simca 1000, el cinco plazas con nervio. ¡Los jilgueritos, los jilgueritos, que comen poco y están gorditos!






















