PORT-O-SAN
©, Por mí y por mis compañeretes
Evidentemente, dado los recientes acontecimientos que han tenido lugar en nuestra localidad, y dado el cariño que les tengo, (como ya quedó patentes en otras de mis colaboraciones en este mismo medio), me veo en al obligación de volver a referirme a los autores españoles. Los respeto. Incluso a aquellos cuyo trabajo no me gusta. Poseen el don de plasmar en papel y/o sonido lo que llevan dentro, sus más íntimos pensamientos y deseos y, además, son capaces de hacer que, en muchos casos, te identifiques con ellos. Nos hacen llorar, reír, bailar, descansar…dependiendo de tu estado de ánimo, puedes solicitar su ayuda y, siempre encuentras a alguno de ellos dispuesto a echarte un cable. Por eso los respeto, los admiro. Por eso escucho o leo a Miguel Ángel y Carol, a Luis Gragera, Jota, Josele Santiago, Iván Ferreiro, Agustín Fernández Mallo, mi abuelo, Gero Romero, Santiago Auserón, y a otros muchos, tantos que es imposible citarlos a todos. Por eso, porque me gustan. Tanto o más que muchos autores extranjeros.
Pero lo que no me gusta, como a otra tanta gente, es esa especie de familia española de costumbres sicilianas conocida como SGAE. Ellos dicen representar a todos los autores españoles, y defender su derecho intelectual, y velar por el bla, bla, bla,…¡Y un carajo! Podemos hacer la prueba y preguntar a esa muestra de once autores enumerada con anterioridad y, casi con absoluta seguridad, como mucho el 10% (o sea Santiago) admitiría ser beneficiario en algún modo de pertenecer a la Sociedad de Autores. Extrapolando estos resultados, podemos llegar a la conclusión de que los más beneficiados, como siempre, son los que menos lo necesitan, es decir, los Bosé, Sanz, Ramoncito, etc..Mientras tanto, los menos conocidos, o más noveles en el negocio, como se dice en la calle, “se comen los mocos”. Son innumerables los rastros que va dejando esta mafia creativa española: los porcentajes de beneficios en taquillas de conciertos y festivales, incluso benéficos, el famoso canon digital, el planteado impuesto de préstamo en las bibliotecas, los impuestos revolucionarios cobrados (o pretendidos) a establecimientos de hostelería, televisiones, emisoras de radio, castas de feria, bandas de música, ayuntamientos, etc. Vaya tela marinera.
Por eso aprovecho mi espacio mensual para dar mi apoyo a la ADEMYC, y animo a sus dirigentes a contactar con otras entidades similares. No estaría nada mal que les lloviera por más de un frente. Y a los empresarios de hostelería, lo mismo. Aprovechen la ocasión de librarse del gigante tirano. Ya sabéis: “La unión hace la fuerza” (¡Glups! ¿tendré que pagar por usar esta frase).
Pero lo que no me gusta, como a otra tanta gente, es esa especie de familia española de costumbres sicilianas conocida como SGAE. Ellos dicen representar a todos los autores españoles, y defender su derecho intelectual, y velar por el bla, bla, bla,…¡Y un carajo! Podemos hacer la prueba y preguntar a esa muestra de once autores enumerada con anterioridad y, casi con absoluta seguridad, como mucho el 10% (o sea Santiago) admitiría ser beneficiario en algún modo de pertenecer a la Sociedad de Autores. Extrapolando estos resultados, podemos llegar a la conclusión de que los más beneficiados, como siempre, son los que menos lo necesitan, es decir, los Bosé, Sanz, Ramoncito, etc..Mientras tanto, los menos conocidos, o más noveles en el negocio, como se dice en la calle, “se comen los mocos”. Son innumerables los rastros que va dejando esta mafia creativa española: los porcentajes de beneficios en taquillas de conciertos y festivales, incluso benéficos, el famoso canon digital, el planteado impuesto de préstamo en las bibliotecas, los impuestos revolucionarios cobrados (o pretendidos) a establecimientos de hostelería, televisiones, emisoras de radio, castas de feria, bandas de música, ayuntamientos, etc. Vaya tela marinera.
Por eso aprovecho mi espacio mensual para dar mi apoyo a la ADEMYC, y animo a sus dirigentes a contactar con otras entidades similares. No estaría nada mal que les lloviera por más de un frente. Y a los empresarios de hostelería, lo mismo. Aprovechen la ocasión de librarse del gigante tirano. Ya sabéis: “La unión hace la fuerza” (¡Glups! ¿tendré que pagar por usar esta frase).