Cuando el barco se hunde
El naufragio del crucero Costa Concordia y, sobre todo, lo referente a la actuación del capitán Schettino están resultando ser una historia tan rocambolesca que confieso que me ha costado mucho digerirla. No entiendo como alguien que lleva más de 4.500 personas a su cargo se puede poner a hacer el chorra de esa manera, fanfarroneando para hacer un saludo a los amigos de la costa, es tan inútil que acaba estampando el barco contra las rocas, y dándose cuenta del estropicio, sale por patas del barco y si te he visto no me acuerdo. La Capitanía de Puertos italiana ha anunciado que si el capitán hubiese dado a tiempo la voz de alarma, se habrían salvado todos los pasajeros. En fin, una cadena de despropósitos que se podían haber evitado.
En esas divagaciones andaba yo tratando de digerir la noticia cuando me di cuenta de que la sensación no era nueva. Es la misma que he tenido estos últimos tiempos, cuando se nos han ido mezclando las noticias del aumento de paro y de las desgracias en nuestro país con los casos del despilfarro que quienes nos han llevado directos a las rocas y de ahí al fondo de las profundidades para muchos años. Para mí la historia del Costa Concordia es la triste alegoría de nuestra historia reciente.
Volviendo al barco, parece que no hay manera de poner en pie la lista de pasajeros, incluida la misteriosa rubia que viajaba al lado del capitán y que no estaba registrada. Otra vez la misma historia de personas que sabe arrimarse a ciertas amistades para obtener beneficios, léase “crucero”, comisiones”, “contratos” y demás favores. Por lo visto Schettino cobraba unos euros bajo cuerda a los pasajeros que querían lucirse en una foto con el capitán. ¿A qué nos suena esto? Junto con el naufragio, la actualidad de cada día está copada por el caso Urdangarín, que es la presunta historia de dos tipos de delincuentes: unos por vía real y otros por la vía democrática de las urnas. Pero entre todos llevándose a sacos el dinero que no tenemos y que tanta falta hace a familias que están viviendo verdaderos dramas. Y mientras el barco se hunde y los españoles también, los responsables del naufragio se lavan las manos y si les preguntan, mienten como bellacos. El tiempo irá pasando y la actualidad condenará al olvido a estas noticias por otras que estén de moda y si a estos personajes les quedan cuentas con la justicia, se saldarán en un santiamén y a vivir, que son dos días y tienen la bolsa llena.
Al capitán Schettino le están haciendo exámenes toxicológicos para detectar si se encontraba bajo los efectos de alguna sustancia que le llevara a este desatino. O mucho me equivoco o no van a encontrar nada porque la alucinación del poder no deja huella. Solo miseria para los que sufrimos las consecuencias y no acabamos de aprender.
El naufragio del crucero Costa Concordia y, sobre todo, lo referente a la actuación del capitán Schettino están resultando ser una historia tan rocambolesca que confieso que me ha costado mucho digerirla. No entiendo como alguien que lleva más de 4.500 personas a su cargo se puede poner a hacer el chorra de esa manera, fanfarroneando para hacer un saludo a los amigos de la costa, es tan inútil que acaba estampando el barco contra las rocas, y dándose cuenta del estropicio, sale por patas del barco y si te he visto no me acuerdo. La Capitanía de Puertos italiana ha anunciado que si el capitán hubiese dado a tiempo la voz de alarma, se habrían salvado todos los pasajeros. En fin, una cadena de despropósitos que se podían haber evitado.
En esas divagaciones andaba yo tratando de digerir la noticia cuando me di cuenta de que la sensación no era nueva. Es la misma que he tenido estos últimos tiempos, cuando se nos han ido mezclando las noticias del aumento de paro y de las desgracias en nuestro país con los casos del despilfarro que quienes nos han llevado directos a las rocas y de ahí al fondo de las profundidades para muchos años. Para mí la historia del Costa Concordia es la triste alegoría de nuestra historia reciente.
Volviendo al barco, parece que no hay manera de poner en pie la lista de pasajeros, incluida la misteriosa rubia que viajaba al lado del capitán y que no estaba registrada. Otra vez la misma historia de personas que sabe arrimarse a ciertas amistades para obtener beneficios, léase “crucero”, comisiones”, “contratos” y demás favores. Por lo visto Schettino cobraba unos euros bajo cuerda a los pasajeros que querían lucirse en una foto con el capitán. ¿A qué nos suena esto? Junto con el naufragio, la actualidad de cada día está copada por el caso Urdangarín, que es la presunta historia de dos tipos de delincuentes: unos por vía real y otros por la vía democrática de las urnas. Pero entre todos llevándose a sacos el dinero que no tenemos y que tanta falta hace a familias que están viviendo verdaderos dramas. Y mientras el barco se hunde y los españoles también, los responsables del naufragio se lavan las manos y si les preguntan, mienten como bellacos. El tiempo irá pasando y la actualidad condenará al olvido a estas noticias por otras que estén de moda y si a estos personajes les quedan cuentas con la justicia, se saldarán en un santiamén y a vivir, que son dos días y tienen la bolsa llena.
Al capitán Schettino le están haciendo exámenes toxicológicos para detectar si se encontraba bajo los efectos de alguna sustancia que le llevara a este desatino. O mucho me equivoco o no van a encontrar nada porque la alucinación del poder no deja huella. Solo miseria para los que sufrimos las consecuencias y no acabamos de aprender.