¿No quiere alguna cosita, señora?
En la locura de este febrerillo que
ha llegado pletórico bajo el rito de la revolución de
un desordenado juicio, en el desgobierno de un entendimiento perturbado y
saludable de don Carnal y al día siguiente en la severidad de doña Cuaresma; vuelven,
nuevamente, a acariciarnos los recuerdos al evocar el paso que producen las generaciones.
Las mesas y sillas de tijeras de
madera del Cuello Duro en una noche de Feria. Una radio Askar y una lavadora
Bru de Auto Radio, del maestro Antonio Rodríguez. ¡A base de barato y bueno. A
dos realitos, a dos realitos, y a pesetita el relleno! Las fotografías de
Eduardo Vargas en El Tesoro. Las mangas gitanas, los
pasteles y los bollos de chicharrón que hacía Alfonsa Macías en la calle
Badajoz. Las piedras de la calle Peñas. Las papillas de la calle Papas. El
pellejo de los chorizos del día de San Blas en el cerro de San Gregorio. José
Rodríguez Ferreiro, el afilador, montado en el sillín de su bicicleta, vuelto
de espaldas, pedaleando y haciendo girar la piedra que echaba chispas en el
afilado de una tijera. La chatarrería de Acisclo. El bar La Rosa Amarilla en la
plaza de los Bootello.
La copita de vino quina Santa
Catalina con una yema de huevo para abrir el apetito y las ganas de comer. Carmen, Adelaida, Emilia y Antonia, las hermanas Amaya en
la calle de Arcos, todas ellas solteras. Alonso, Miguel, Juan y Francisco, los
hermanos Macias Cavero que vivían en la calle de Mérida, que también estaban solteros.
Prudencio Casablanca con la chambra y el saco pregonando “Gallinas y gallos,
¿quién vende?”. Pedro el mellado, repartiendo el pan con el carro del que
tiraba un caballo percherón. Los sobres y las cartas con el borde negro
en señal de luto. El canto de la Santa
Misión, “Viva María, muera el pecado y viva Jesucristo
Sacramentado”. Antonio el Barranto, “Es usted más de media liebre, vaya, vaya”. Pedro González Corzo, el ordenanza
del Sindicato. El estanco de Juanito Acevedo. El taxi de Ojeda. La Farmacia de Bartolomé
Pinilla en la calle Papas.
Los gallos de pelea de Manolo
Jiménez. Juanito Valderrama y Dolores Abril con el espectáculo “Tele y olé” en
el Teatro Calderón. Rafael Farina y Porrina de Badajoz una noche de Feria en el
Salón Moderno del maestro Modesto Cabezas. El médico Fernando Alvarado. El
dicho que decía que el que va a mear y no se pee, es como el que va a la
escuela y no lee. El maestro de obras Ángel de los Santos. Las chaquetillas
blancas de los camareros del casino. Las bolas de alcanfor en los roperos. La Maruja y La Golondrina. Félix
Luceño y su reclamo publicitario, “Platería, ¿no quiere alguna una cosita,
señora?”. El tiempo que tardó Güito cuando don Fausto, el maestro, lo mandó a echar
una carta en Correos, “Y, y, y había cola”. Rodolfo en el Teatro Mari Paqui
cantando la farruca “Soy Rodolfo Monterrey y de rey no tengo ná”. Santiago, el
capaó, que vivió en la calle de Porras. La casilla del guardagujas. El uniforme
gris con la gorra y la cartera de cuero que llevaban los carteros. La
carnicería de los hermanos Joaquín y Pedro Gómez. La discoteca Nacha. La misa
de once. El reclinatorio, el púlpito y la matraca.
El Despiste, en la
calle Acinco, república donde oficiaban académicos y notables en el culto,
siempre estricto, de la media tajá que producía el vino. La Orquesta del Cielo, formada
por Santos, Angelito, Inocente y Modesto, ahí es nada, tocando una nochevieja
en el casino. Juan López y Ruperto Menayo en la oficina de la Sevillana, cuando estaba
en la calle Santa Ana. Fermín Naharro y Antonio Moreno en Electro Hogar. La
relojería de Tomás y Carri Sánchez Vega en la calle Ramón y Cajal, junto a La Valenciana. ¡Si quieres lavar la
ropa, no lo dudes un momento, compra productos Pejuco y lograrás un portento! Los
látigos trenzados que se hacían con la juncia cuando acababa la procesión del
Corpus. Los papardos con tomate. Los baños en calzoncillo en la alberca. La Piscina seca. Las revolanderas
de papel. Los serones. ¡Paneros, paneros! ¡Sacuidores y cogedores!
En la locura de este febrerillo que ha llegado pletórico bajo el rito de la revolución de un desordenado juicio, en el desgobierno de un entendimiento perturbado y saludable de don Carnal y al día siguiente en la severidad de doña Cuaresma; vuelven, nuevamente, a acariciarnos los recuerdos al evocar el paso que producen las generaciones.
Las mesas y sillas de tijeras de madera del Cuello Duro en una noche de Feria. Una radio Askar y una lavadora Bru de Auto Radio, del maestro Antonio Rodríguez. ¡A base de barato y bueno. A dos realitos, a dos realitos, y a pesetita el relleno! Las fotografías de Eduardo Vargas en El Tesoro. Las mangas gitanas, los pasteles y los bollos de chicharrón que hacía Alfonsa Macías en la calle Badajoz. Las piedras de la calle Peñas. Las papillas de la calle Papas. El pellejo de los chorizos del día de San Blas en el cerro de San Gregorio. José Rodríguez Ferreiro, el afilador, montado en el sillín de su bicicleta, vuelto de espaldas, pedaleando y haciendo girar la piedra que echaba chispas en el afilado de una tijera. La chatarrería de Acisclo. El bar La Rosa Amarilla en la plaza de los Bootello.
La copita de vino quina Santa Catalina con una yema de huevo para abrir el apetito y las ganas de comer. Carmen, Adelaida, Emilia y Antonia, las hermanas Amaya en la calle de Arcos, todas ellas solteras. Alonso, Miguel, Juan y Francisco, los hermanos Macias Cavero que vivían en la calle de Mérida, que también estaban solteros. Prudencio Casablanca con la chambra y el saco pregonando “Gallinas y gallos, ¿quién vende?”. Pedro el mellado, repartiendo el pan con el carro del que tiraba un caballo percherón. Los sobres y las cartas con el borde negro en señal de luto. El canto de la Santa Misión, “Viva María, muera el pecado y viva Jesucristo Sacramentado”. Antonio el Barranto, “Es usted más de media liebre, vaya, vaya”. Pedro González Corzo, el ordenanza del Sindicato. El estanco de Juanito Acevedo. El taxi de Ojeda. La Farmacia de Bartolomé Pinilla en la calle Papas.
Los gallos de pelea de Manolo Jiménez. Juanito Valderrama y Dolores Abril con el espectáculo “Tele y olé” en el Teatro Calderón. Rafael Farina y Porrina de Badajoz una noche de Feria en el Salón Moderno del maestro Modesto Cabezas. El médico Fernando Alvarado. El dicho que decía que el que va a mear y no se pee, es como el que va a la escuela y no lee. El maestro de obras Ángel de los Santos. Las chaquetillas blancas de los camareros del casino. Las bolas de alcanfor en los roperos. La Maruja y La Golondrina. Félix Luceño y su reclamo publicitario, “Platería, ¿no quiere alguna una cosita, señora?”. El tiempo que tardó Güito cuando don Fausto, el maestro, lo mandó a echar una carta en Correos, “Y, y, y había cola”. Rodolfo en el Teatro Mari Paqui cantando la farruca “Soy Rodolfo Monterrey y de rey no tengo ná”. Santiago, el capaó, que vivió en la calle de Porras. La casilla del guardagujas. El uniforme gris con la gorra y la cartera de cuero que llevaban los carteros. La carnicería de los hermanos Joaquín y Pedro Gómez. La discoteca Nacha. La misa de once. El reclinatorio, el púlpito y la matraca.
El Despiste, en la calle Acinco, república donde oficiaban académicos y notables en el culto, siempre estricto, de la media tajá que producía el vino. La Orquesta del Cielo, formada por Santos, Angelito, Inocente y Modesto, ahí es nada, tocando una nochevieja en el casino. Juan López y Ruperto Menayo en la oficina de la Sevillana, cuando estaba en la calle Santa Ana. Fermín Naharro y Antonio Moreno en Electro Hogar. La relojería de Tomás y Carri Sánchez Vega en la calle Ramón y Cajal, junto a La Valenciana. ¡Si quieres lavar la ropa, no lo dudes un momento, compra productos Pejuco y lograrás un portento! Los látigos trenzados que se hacían con la juncia cuando acababa la procesión del Corpus. Los papardos con tomate. Los baños en calzoncillo en la alberca. La Piscina seca. Las revolanderas de papel. Los serones. ¡Paneros, paneros! ¡Sacuidores y cogedores!























