¿Podemos vivir sin coche?
Empiezo el artículo con la declaración de una realidad: yo no podría estar sin coche ni un solo día. Esta es la triste conclusión a la que llego en la Semana Europea de la Movilidad, que se ha celebrado a finales de este mes de septiembre sin que prácticamente nadie se entere. Uno de los principales objetivos de esta llamada de atención es la disminución del volumen de desplazamientos en vehículos privados ya que dependen principalmente de combustibles fósiles. Nos cuentan algunos datos escalofriantes, como que la Unión Europea importó petróleo por un valor de casi 210 Billones de euros en 2010 o que en el año 2050, las emisiones de CO2 procedentes del transporte , estarán un tercio más altas que su nivel en 1990.
El mismo día que conozco esta noticia veo una fotografía de un oso polar, subido en medio de un pequeño de montículo de hielo, en el que apenas cabe su cuerpo y rodeado de agua. La imagen acompaña otra advertencia, que el hielo flotante sobre el Ártico ha disminuido este verano hasta un nivel desconocido, alcanzando mínimos históricos. Parece que, por mucho que nos tapemos los ojos y los oídos, el cambio climático ya es una triste realidad. Ya sé que para que el mundo cambie de rumbo habría que empezar por concienciar a los grandes países (como EEUU) y a las grandes multinacionales para que cambien su política energética. Pero también creo que las pequeñas acciones individuales de ahorro de energía pueden ser un granito de arena que vayan formando una montaña.
Ni en la Semana de la Movilidad ni en ninguna otra semana ha disminuido lo más mínimo el tránsito de vehículos en las Vegas Bajas. Yo soy la primera que cojo el coche cincuenta veces al día para recorrer el trayecto de Puebla a Montijo. Prometo desde ahora rebajar la cuota a veinticinco y espero conseguir este propósito con el que comienzo el curso. Y como siempre me gusta darle caña a nuestros gobernantes, que para eso los votamos, para que gobiernen nuestro entorno lo mejor posible, vuelvo a retomar dos antiguas peticiones relacionadas con el tema: por favor, que se planteen algún día seriamente la implantación de un autobús urbano que conecte las dos poblaciones y la construcción de un carril-bici. Estas medidas descongestionarían un tráfico que aumenta sin cesar, resolvería problemas de aparcamiento, mejoraría la salud de los vecinos, rebajaría el stress de los conductores, aumentaría la seguridad de los peatones, mejorarían la autonomía de niños, jóvenes y mayores que dependen de los conductores para su traslado y hasta daría puestos de trabajo eficaces de verdad. Yo sigo insistiendo, no pierdo la esperanza de que algún día estas peticiones sean escuchadas y nos convirtamos en una zona sostenible y razonable.
Empiezo el artículo con la declaración de una realidad: yo no podría estar sin coche ni un solo día. Esta es la triste conclusión a la que llego en la Semana Europea de la Movilidad, que se ha celebrado a finales de este mes de septiembre sin que prácticamente nadie se entere. Uno de los principales objetivos de esta llamada de atención es la disminución del volumen de desplazamientos en vehículos privados ya que dependen principalmente de combustibles fósiles. Nos cuentan algunos datos escalofriantes, como que la Unión Europea importó petróleo por un valor de casi 210 Billones de euros en 2010 o que en el año 2050, las emisiones de CO2 procedentes del transporte , estarán un tercio más altas que su nivel en 1990.
El mismo día que conozco esta noticia veo una fotografía de un oso polar, subido en medio de un pequeño de montículo de hielo, en el que apenas cabe su cuerpo y rodeado de agua. La imagen acompaña otra advertencia, que el hielo flotante sobre el Ártico ha disminuido este verano hasta un nivel desconocido, alcanzando mínimos históricos. Parece que, por mucho que nos tapemos los ojos y los oídos, el cambio climático ya es una triste realidad. Ya sé que para que el mundo cambie de rumbo habría que empezar por concienciar a los grandes países (como EEUU) y a las grandes multinacionales para que cambien su política energética. Pero también creo que las pequeñas acciones individuales de ahorro de energía pueden ser un granito de arena que vayan formando una montaña.
Ni en la Semana de la Movilidad ni en ninguna otra semana ha disminuido lo más mínimo el tránsito de vehículos en las Vegas Bajas. Yo soy la primera que cojo el coche cincuenta veces al día para recorrer el trayecto de Puebla a Montijo. Prometo desde ahora rebajar la cuota a veinticinco y espero conseguir este propósito con el que comienzo el curso. Y como siempre me gusta darle caña a nuestros gobernantes, que para eso los votamos, para que gobiernen nuestro entorno lo mejor posible, vuelvo a retomar dos antiguas peticiones relacionadas con el tema: por favor, que se planteen algún día seriamente la implantación de un autobús urbano que conecte las dos poblaciones y la construcción de un carril-bici. Estas medidas descongestionarían un tráfico que aumenta sin cesar, resolvería problemas de aparcamiento, mejoraría la salud de los vecinos, rebajaría el stress de los conductores, aumentaría la seguridad de los peatones, mejorarían la autonomía de niños, jóvenes y mayores que dependen de los conductores para su traslado y hasta daría puestos de trabajo eficaces de verdad. Yo sigo insistiendo, no pierdo la esperanza de que algún día estas peticiones sean escuchadas y nos convirtamos en una zona sostenible y razonable.




















