Hay vida antes de la muerte
Qué fantástica noticia, como diría Eduard Punset ante la noticia: la ciencia ha descubierto que hay vida antes de la muerte. ¿Dónde podríamos imaginar que van las almas de Dios y las almas del diablo que pasan por este mundo?
Como imaginar no cuesta dinero, hasta hoy, no sabemos mañana. Imaginemos que los buenos van al cielo, como siempre nos han dicho y los malos al infierno, pero… ¿cuántos han sido buenos o malos sin saberlo por culpa de creerse en posesión de la razón y la verdad? Si la razón práctica, según Kant, es el uso de la razón que trata de orientar la acción, por la cual opone e impone a las pasiones para orientarnos hacia la consecución de un ideal moral que la misma razón se ha fijado, es decir, que la razón es orientarnos hacia aquello que nos interesa y la verdad bien podríamos decir que es relativa ¿Qué es la verdad? Para desentramar el sentido de la palabra “verdad”, es conveniente recordar el sentido que tiene en las tres lenguas de mayor influencia en nuestra cultura, el griego, el latín y el hebreo. El griego dice que la verdad es lo que no está oculto, es decir, lo que está manifiesto. El latín se refiere a la precisión y el rigor en el decir. Y el hebreo expresa la verdad en el sentido de la confianza, un amigo verdadero es aquel con el que se puede contar.
Puede decirse que ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos, por tanto, ardua tarea tienen los “jueces” de reparto para el cielo y el infierno. Imaginemos un animal en descomposición, lleno de gusanos, qué asco y repugnancia da semejante realidad, pero los gusanitos podrían decir: ¡qué gran banquete!
Recientemente se ha celebrado el Día Internacional del Alzheimer, esa enfermedad de la que la ciencia sabe muy poco o nada, sólo que unas proteínas se adhieren a las neuronas y las destruyen, ¿Quiénes tendrían que ir al cielo o al infierno, las proteínas o las neuronas? Imaginemos que mandamos a las proteínas al infierno, porque desde nuestra razón son las malas, pero estaríamos menospreciando el derecho de existencia y vida de las proteínas, también podríamos imaginar que las proteínas dejaran de alimentarse de las neuronas, y éstas podrían decir: “a cambio de qué y porqué”. Pero quién les dio el poder y permiso de actuar de tal forma y manera. Podríamos considerar que la ciencia es el juez del orden de la naturaleza.
¿Cuántos actos y comportamientos de las personas son por causas de enfermedades no descubiertas al día de hoy? Por imaginar que no quede, imaginemos que eso que hoy llamamos razón o verdad, por la cual se han defendido guerras, vidas y muertes, no es otra cosa que una enfermedad cerebral que suelen padecer los humanos.
Espero que nadie se dé por ofendido. Sólo es imaginación con un toque irónico de la posible realidad.
Qué fantástica noticia, como diría Eduard Punset ante la noticia: la ciencia ha descubierto que hay vida antes de la muerte. ¿Dónde podríamos imaginar que van las almas de Dios y las almas del diablo que pasan por este mundo?
Como imaginar no cuesta dinero, hasta hoy, no sabemos mañana. Imaginemos que los buenos van al cielo, como siempre nos han dicho y los malos al infierno, pero… ¿cuántos han sido buenos o malos sin saberlo por culpa de creerse en posesión de la razón y la verdad? Si la razón práctica, según Kant, es el uso de la razón que trata de orientar la acción, por la cual opone e impone a las pasiones para orientarnos hacia la consecución de un ideal moral que la misma razón se ha fijado, es decir, que la razón es orientarnos hacia aquello que nos interesa y la verdad bien podríamos decir que es relativa ¿Qué es la verdad? Para desentramar el sentido de la palabra “verdad”, es conveniente recordar el sentido que tiene en las tres lenguas de mayor influencia en nuestra cultura, el griego, el latín y el hebreo. El griego dice que la verdad es lo que no está oculto, es decir, lo que está manifiesto. El latín se refiere a la precisión y el rigor en el decir. Y el hebreo expresa la verdad en el sentido de la confianza, un amigo verdadero es aquel con el que se puede contar.
Puede decirse que ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos, por tanto, ardua tarea tienen los “jueces” de reparto para el cielo y el infierno. Imaginemos un animal en descomposición, lleno de gusanos, qué asco y repugnancia da semejante realidad, pero los gusanitos podrían decir: ¡qué gran banquete!
Recientemente se ha celebrado el Día Internacional del Alzheimer, esa enfermedad de la que la ciencia sabe muy poco o nada, sólo que unas proteínas se adhieren a las neuronas y las destruyen, ¿Quiénes tendrían que ir al cielo o al infierno, las proteínas o las neuronas? Imaginemos que mandamos a las proteínas al infierno, porque desde nuestra razón son las malas, pero estaríamos menospreciando el derecho de existencia y vida de las proteínas, también podríamos imaginar que las proteínas dejaran de alimentarse de las neuronas, y éstas podrían decir: “a cambio de qué y porqué”. Pero quién les dio el poder y permiso de actuar de tal forma y manera. Podríamos considerar que la ciencia es el juez del orden de la naturaleza.
¿Cuántos actos y comportamientos de las personas son por causas de enfermedades no descubiertas al día de hoy? Por imaginar que no quede, imaginemos que eso que hoy llamamos razón o verdad, por la cual se han defendido guerras, vidas y muertes, no es otra cosa que una enfermedad cerebral que suelen padecer los humanos.
Espero que nadie se dé por ofendido. Sólo es imaginación con un toque irónico de la posible realidad.




















