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Manuel García Cienfuegos
Viernes, 29 de Febrero de 2008

Una "tostá" como tiene que ser

A pesar de los avatares que sufrimos un día sí y al otro también con tanto cambio, no el climático, sino el que produce la máquina de volver calcetines (¿cómo?, sí, la que convierte lo negro en blanco y lo azul en rojo, para que se entienda, la que utilizan los políticos para darle la vuelta a las cosas y tener siempre razón), tal y como decíamos el año pasado en esta publicación, mi apreciable amigo Antonio y yo seguimos considerándonos fieles militantes en nuestros desayunos de la “tostá” con aceite, ajo, sal y pimentón. Ha transcurrido un año y no hay quien nos cambie, y damos gracias por ello. Otra cosa es el café, ¿lo recuerdan? Claro que, visto así, todo parece fácil, como que no tiene importancia, pero sí que la tiene. A por ello, al ataque, a demostrar con dos balcones nuestra lealtad y fidelidad.

El sabio refranero manifiesta que algo debe tener el agua cuando la bendicen y el vino cuando lo consagran. Pero no dice que el aceite es sagrado óleo sacramental para la unción de los catecúmenos, la ordenación sacerdotal y los enfermos. Y el pan es tan bueno que en la Misa se hace Cuerpo de Cristo y se reza en el Padrenuestro. Sin embargo, el pan ya no es lo que era, la panadería ha sido sustituida por el horno de… ¡Qué cosas tiene el marketing! Qué difícil resulta encontrar la tradicional barra o la sin par rosca de pan candeal, de pan de pueblo, el de toda la vida. Ahora, fíjense: pan integral, pan payés, pan rústico, chapatas, la baguette, pan de migas. Pero mire usted -que diría uno que yo sé- la cosa no para ahí, me cuentan que hay 315 variedades de pan en España ¡No puede ser! Pues sí. Además de los ya indicados, vaya aquí y ahora una pequeña muestra: el de albardilla, el pan cateto, la hogaza, el pan señorito, el pan cinta, el panchón y el pan de Logrosán. Sí claro, y el de Aldeanueva del Camino, Monterrubio, Almendralejo y Trujillanos, para que rime con lo que todos sabemos.

Si no hay pan como Dios manda, el pan de siempre, preferimos un mollete, esponjado y de poca cochura, que embeba y empape el oleado y escanciado del aceite, bien tostado. Generoso espacio, perfecta pista de aterrizaje para el encuentro con el ajo. ¿Que el ajo deja su olor en la boca toda la mañana? ¿Y qué? Como sino existiera una gran gama y diversidad de fragancias. Las hay tan finas y penetrantes que renuevan las mucosas nasales, merced a un saludable viento procedente de un humedecido sobaco, y sin embargo nadie protesta, todo lo más un leve y tolerante comentario de manual de alianza de civilizaciones ¡Bufff! ¡Como le canta la sobaquera! Axilas niño, axilas, son axilas.

El ajo controla las enfermedades cardíacas, reduce el bloqueo de las arterias, la presión arterial y el colesterol; incrementa -oído a los diabéticos- el nivel de insulina en el cuerpo; controla los daños causados por la arteriosclerosis y el reuma, se relaciona con la reversión del estrés y la depresión ¡Toma ya! Además, ahuyenta y espanta a los vampiros y chupópteros que tanto proliferan. ¡Atención, cocina! ¡Una de ajos! ¡Ajitos pa’ mi niño chico y olé!

Aceuchal no es la cuna del ajo, no señor. Es Mérida, nuestra antigua, vieja, sabia y hermosa Emérita Augusta. Sí, sí, no se extrañen, el ajo era muy popular entre los soldados romanos que lo plantaban allí donde iban, y por lo tanto aquí también. Lo tomaban porque pensaban que su aroma ahuyentaba al enemigo. Cienes y cienes de “iugeras” -¿qué dice usted de la higuera?- sembradas de este popular bulbo que no era apreciado por los patricios y sí por la plebe, la clase baja. Imagínense una noche calurosa del mes de julio en el teatro romano, con la cavea summa a rebosar, repleta de plebeyos. Caso verídico, que diría el maestro Gandía, que en gloria esté. Allí, en las alturas, llegado el segundo acto, pasó lo que tuvo que pasar: comenzaron las secuelas de la ingesta de ajos, largando el populacho flatulencias a diestro y siniestro. Eructos por la derecha y por la izquierda, fumigando el aire, por arriba y por abajo, dando el cante, esparciendo una fragancia que quitaba el sentío, perfumando el ambiente, expandiendo aquella purísima esencia de la rosa más fétida. ¡El ajo! Resultado: estampida general de la alta sociedad corriendo por los vomitorios y largando “¡La culpa la tiene el hijo puta del tribuno Sicinius Bellutus que para promocionarse les ha regalado a cada uno de éstos una cabeza de ajos!”.

Y después del ajo, el aceite. La siempre muy antigua, ilustre, venerable y fervorosa. Saludable oro líquido que puede ser virgen y extra virgen. Patrona de nuestra dieta mediterránea en la reducción del nivel del colesterol. Preservadora de la integridad de las células de nuestro organismo, evitando el desarrollo de tumores. Santísima Madre, Maestra y Virgen de nuestra cocina, de nuestros guisos. ¿Qué comida no lleva aceite? Su importancia traspasa todos los límites. Fíjense, los curas de nuestras parroquias consagran el vino en la sangre de Cristo, pero el aceite, que es palabra mayor, se reserva a la exclusividad de las manos de nuestros obispos, quienes la convierten en crisma sagrado. El aceite es tan generoso que cuando le van a cantar el gorigori, se entrega para convertirse en sosa  y en higiénico jabón.

Pan y aceite. En estos tiempos, con tanta Memoria Histórica del genital, tal y tal y tales, nadie ha reivindicado un merecido y justo homenaje para ellos ¿Cuánta hambre quitó el pan con aceite en aquellos años de apretura y estrechez? Para qué contar. ¡No va más!

Pues sí que hay más. Resulta que durante el mes de agosto he vuelto a oír el acento de todos los veranos “Oyesssss… siusplau, me pone una catalana”. El que se situaba detrás de la barra le respondió: “lo que quiere es una tostá con jamón y tomate ¿no?”. La señora le interpela: “¿qué ingredientes le ponesssss?”. La respuesta no se hizo esperar: “masa de harina de trigo horneada hasta ser dorada, con cobertura de pulpa de tomate e intenso aderezo de trocitos de jamón ibérico de bellota, bautizado y aspergido todo el cuerpo por el sagrado óleo del mejor aceite de oliva virginal”. “Moltes gràcies”. “Senyora, le aclaro, ‘el porc’ ha sido criado en régimen de montanera”. He dicho. Pedro, eres un fenómeno.

 

 

 

 

 

Este artículo fue publicado

en la Revista del Carnaval 2008 de la

Asociación Cultural “Cazurros Romanos”

y en la Revista de Feria de Montijo 2008.

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