Sábado, 15 de Noviembre de 2025

Actualizada Viernes, 14 de Noviembre de 2025 a las 13:28:52 horas

Elisa Martín
Martes, 11 de Noviembre de 2025 Actualizada Martes, 11 de Noviembre de 2025 a las 11:45:49 horas

Aprender a decir no: una lección pendiente

Vivimos en una sociedad que premia la disponibilidad constante. Decir “sí” parece el camino más corto hacia la aceptación: ser el compañero dispuesto, la amiga siempre presente, el empleado ejemplar. Pero esa aparente virtud puede convertirse en una gran trampa para nuestra vida. Cuando respondemos afirmativamente a todo (aunque no podamos, aunque no queramos), acabamos cargándonos de obligaciones que no nos corresponden. Y el resultado está cantado: estrés, cansancio, pérdida de autoestima y la sensación de no tener control sobre nuestro propio tiempo. 


El problema no es ayudar o colaborar, sino hacerlo por inercia o por miedo. Nos han educado en la complacencia, en la idea de que decir “no” es sinónimo de egoísmo o mala educación. Desde pequeños escuchamos frases como “sé amable”, “hazlo por los demás”, “déjaselo, si total..”. Y crecemos con la creencia de que poner límites es algo negativo, que puede decepcionar o incomodar. Pero detrás de ese impulso de agradar suele esconderse el temor a no ser aceptados, a perder oportunidades o a ser juzgados.


En nuestro día a día, las consecuencias son evidentes. En el trabajo, la persona que  nunca se niega a asumir tareas extra termina sobrecargada y frustrada. En casa, quien accede a todo, a cuidar, a resolver, a estar siempre disponible, acaba agotado emocionalmente. Y en las relaciones personales, decir “sí” cuando se quiere decir “no” genera malestar y resentimiento. Lo que empezó como un gesto de buena voluntad termina convirtiéndose en un peso que erosiona la confianza y el equilibrio personal. 


Aprender a decir “no” no significa volverse insensible. Al contrario: implica ejercer una forma madura de respeto, hacia uno mismo y hacia los demás. No se trata de responder con dureza, sino con sinceridad. Antes de aceptar algo, conviene detenerse unos segundos, hacer un paréntesis y hacerse una pregunta simple: ¿Realmente quiero o puedo hacerlo?. Si la respuesta es negativa, decirlo claramente es un acto de coherencia. 


Existen fórmulas que ayudan a poner límites sin herir: “Ahora no puedo”, “Lo pensaré y te aviso”, “Gracias por contar conmigo, pero esta vez no”. Son frases cortas, pero firmes, que marcan una diferencia sustancial: devuelven el control de nuestro tiempo y nuestra energía. Aprender a decir no es un acto inteligente. Significa entender que no podemos con todo, que no tenemos que agradar siempre, y que cuidar de uno mismo no es egoísmo, sino equilibrio.

 

A fin de cuentas, quien se atreve a decir “no” de vez en cuando, está diciendo un “sí” más sincero a su propia vida.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.