Miércoles, 12 de Noviembre de 2025

Actualizada Martes, 11 de Noviembre de 2025 a las 14:01:24 horas

Valentín González
Martes, 11 de Noviembre de 2025 Actualizada Martes, 11 de Noviembre de 2025 a las 13:59:25 horas

Nuestras decisiones moldean la salud


Durante años se pensó que los genes determinaban nuestro destino biológico. Hoy, la ciencia de la epigenética demuestra que, aunque heredamos un mapa genético, somos nosotros quienes escribimos buena parte de su historia a través de nuestros hábitos.
La forma en que comemos, dormimos, entrenamos y gestionamos el estrés puede activar o silenciar genes relacionados con la salud y la enfermedad.
El entrenamiento físico es uno de los moduladores epigenéticos más poderosos.
La actividad regular estimula la producción de enzimas que reparan el ADN y mejoran la función mitocondrial.
Ejercicios de fuerza, resistencia y cardiovasculares activan genes vinculados al metabolismo y la longevidad, mientras reducen la expresión de aquellos relacionados con la inflamación crónica. Mover el cuerpo, lejos de ser solo una cuestión estética, es una herramienta para reescribir nuestra biología y promover un envejecimiento saludable.
La nutrición también deja huella en el genoma.
Una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras, legumbres, grasas saludables y antioxidantes, aporta compuestos bioactivos capaces de modificar las marcas epigenéticas que regulan el ADN. 
El folato, el zinc, el magnesio y los polifenoles del té verde o del cacao ejercen efectos protectores, mientras que el exceso de azúcares, alcohol y ultraprocesados altera la expresión génica de manera negativa.
En epigenética, cada bocado comunica información a nuestras células y condiciona la expresión de nuestra herencia.
El descanso adecuado es otra pieza esencial del equilibrio.
Durante el sueño profundo se reparan tejidos, se consolidan memorias y se regulan genes del sistema inmunitario.
Dormir mal o poco provoca desajustes hormonales que influyen en la metilación del ADN, un proceso clave que puede acelerar el envejecimiento celular y debilitar la salud mental.
Por último, la gestión del estrés cumple un rol determinante. El cortisol elevado de manera crónica altera la expresión de genes vinculados al ánimo, la inflamación y el metabolismo energético.
Prácticas como la meditación, la respiración consciente o el yoga mantienen el equilibrio químico del cerebro y ayudan a restaurar la estabilidad epigenética perdida por el ritmo moderno.
Cuidar los hábitos no solo mejora cómo nos sentimos hoy, sino también cómo nuestros genes se comportarán mañana.
La epigenética nos recuerda que la salud no está escrita en piedra: cada elección cotidiana es una oportunidad para reprogramar el bienestar y heredar equilibrio.

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