“En septiembre empiezo a cuidarme…”
Con el final del mes de agosto y con él, el fin de la etapa de verano, está a punto de llegar la vuelta a la rutina. De esta manera, empezamos septiembre, que suele convertirse en el mes de los “nuevos comienzos” (incluso más que el nuevo año el 1 de enero).
Muchas personas deciden que es momento de empezar a recuperar hábitos de comer bien, de entrenar y “ponerse en orden” con todo lo descuidado desde la última “operación bikini”.
Sin embargo, esta visión de la salud como algo puntual y poco continuo, que se retoma solo después de vacaciones, puede jugar en contra de los resultados y de la motivación a largo plazo.
Uno de los grandes errores es esperar cambios rápidos e inmediatos después de estas etapas. En la sociedad que vivimos, en la que queremos todo cuanto antes (de ahí el comprar más por empresas de reparto al día siguiente y ni comprar en comercio local), queremos que en pocas semanas se vean los resultados de meses de excesos o de años de malos hábitos.
Pero la realidad es que la salud y la composición corporal se consiguen con constancia, trabajo y paciencia.
Todos aquellos atajos mágicos o dietas exprés que se quieran poner en marcha, no funcionan a largo plazo. Los hábitos son los que sostienen los logros, no las soluciones rápidas y cortoplacistas.
La clave está en la progresión. De ir mejorando y no cambiar todo de golpe, de manera radical. Como decía James Clear en el libro de “hábitos atómicos”, debemos de empezar con objetivos realistas, simplistas (como sumar una fruta al día y verduras 3-4 veces por semana, entrenar 2 días a la semana, movernos 15 minutos más al día…) son las que permiten que el proceso sea sostenible.
Y lo más importante: no esperar que septiembre, enero o cualquier fecha especial marque el momento de cuidarse. La salud no entiende de calendarios.
Recomendación final
No esperes a septiembre para cuidarte, ni busques cambios inmediatos.
La verdadera mejora viene de la constancia y de los hábitos diarios.
Construye todo paso a paso y sobre todo, con ayuda de un profesional de la dietética y nutrición, que serán pilares fundamentales para cumplimentar todo el proceso.
Con el final del mes de agosto y con él, el fin de la etapa de verano, está a punto de llegar la vuelta a la rutina. De esta manera, empezamos septiembre, que suele convertirse en el mes de los “nuevos comienzos” (incluso más que el nuevo año el 1 de enero).
Muchas personas deciden que es momento de empezar a recuperar hábitos de comer bien, de entrenar y “ponerse en orden” con todo lo descuidado desde la última “operación bikini”.
Sin embargo, esta visión de la salud como algo puntual y poco continuo, que se retoma solo después de vacaciones, puede jugar en contra de los resultados y de la motivación a largo plazo.
Uno de los grandes errores es esperar cambios rápidos e inmediatos después de estas etapas. En la sociedad que vivimos, en la que queremos todo cuanto antes (de ahí el comprar más por empresas de reparto al día siguiente y ni comprar en comercio local), queremos que en pocas semanas se vean los resultados de meses de excesos o de años de malos hábitos.
Pero la realidad es que la salud y la composición corporal se consiguen con constancia, trabajo y paciencia.
Todos aquellos atajos mágicos o dietas exprés que se quieran poner en marcha, no funcionan a largo plazo. Los hábitos son los que sostienen los logros, no las soluciones rápidas y cortoplacistas.
La clave está en la progresión. De ir mejorando y no cambiar todo de golpe, de manera radical. Como decía James Clear en el libro de “hábitos atómicos”, debemos de empezar con objetivos realistas, simplistas (como sumar una fruta al día y verduras 3-4 veces por semana, entrenar 2 días a la semana, movernos 15 minutos más al día…) son las que permiten que el proceso sea sostenible.
Y lo más importante: no esperar que septiembre, enero o cualquier fecha especial marque el momento de cuidarse. La salud no entiende de calendarios.
Recomendación final
No esperes a septiembre para cuidarte, ni busques cambios inmediatos.
La verdadera mejora viene de la constancia y de los hábitos diarios.
Construye todo paso a paso y sobre todo, con ayuda de un profesional de la dietética y nutrición, que serán pilares fundamentales para cumplimentar todo el proceso.