Jueves, 11 de Septiembre de 2025

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Pedro Gutiérrez
Miércoles, 10 de Septiembre de 2025 Actualizada Miércoles, 10 de Septiembre de 2025 a las 13:24:11 horas

Música y secretos: lo que las canciones callan


La música es, probablemente, uno de los lenguajes más honestos que tenemos para decir lo que la boca calla. Hay cosas que simplemente no caben en una conversación, pero sí en una melodía. Desde hace siglos, compositores y cantautores han escondido en sus obras confesiones íntimas, mensajes en clave o críticas disfrazadas de poesía. Y es que la música no solo entretiene: también guarda, como un diario secreto, aquello que no siempre se puede mostrar.
Muchos artistas han dejado huellas de su vida en canciones que, a primera vista, parecen universales. Una melodía luminosa puede estar atravesada por un recuerdo doloroso. Una balada, que todos creemos dedicada al amor, puede esconder un nombre prohibido. Y al final, cada oyente termina convirtiéndose en cómplice, porque interpreta lo que escucha desde su propio mundo. 
En cierto modo, cada canción tiene tantos secretos como personas que se detienen a escucharla.
La historia musical está llena de estas intrigas. Johann Sebastian Bach, por ejemplo, utilizaba combinaciones de notas para dejar su firma oculta en las partituras, un gesto casi juguetón que solo los entendidos podían descifrar. Más cerca en el tiempo, muchos cantautores lanzaron mensajes políticos escondidos entre versos, especialmente cuando la censura no les permitía hablar en voz alta. La música se transformaba entonces en resistencia, en un susurro que todos entendían sin que nadie pudiera prohibirlo del todo.
Y si hablamos de secretos sentimentales, el catálogo es interminable. 
Canciones nacidas de confesiones personales han terminado convertidas en himnos colectivos, aunque el público nunca llegue a conocer del todo la historia que las inspiró. Esa ambigüedad, ese “no saber”, es lo que muchas veces mantiene viva una canción. Intuimos que ahí late algo verdadero, aunque no podamos señalarlo con claridad.
A veces, lo oculto no está en las palabras, sino en los sonidos. Un acorde inesperado, un cambio de ritmo o incluso un silencio prolongado pueden decir más que una estrofa entera. Son detalles que se sienten más que se explican, como si el músico nos hablara al oído sin necesidad de pronunciar una sola palabra.
Al final, música y secretos caminan de la mano. Escuchar una canción es acercarse a un misterio compartido: lo que el autor quiso revelar, lo que prefirió callar y lo que cada uno de nosotros descubre en ese eco. Tal vez por eso, cuando una melodía nos toca de verdad, sentimos que nos pertenece… aunque no sepamos exactamente por qué.

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