Gaza palpitando entre mi piel y mi alma · Vanessa Cordero Duque
Dejad a los niños y niñas en paz. Dejad que sus sonrisas vuelvan a ser caricia en sus labios. Dejad que vuelvan a sus ojos la luz y el brillo y que se marchen el miedo, el horror, el dolor. Dejad que sus estómagos respiren y que su alma vuelva a iluminarse. Dejad que crezcan con la mente en la luna bordando sueños y no apartando pesadillas en los peldaños de sus infancias. Dejadlos, malditos, dejad que caminen sin escombros de por medio, sin cuerpos que esquivar en el suelo, dejadlos, solamente sois unos cobardes con corazón negro y alma de perdedores. Dejadles, me quema escuchar que algunos de ellos esperan que llegue el momento de su muerte, porque no soportan más sufrimiento. ¡Por Dios! Son niños, algunos bebés, deberían estar sonriendo, jugando y viviendo el momento más hermoso y especial de la vida de cualquiera. Y están temblando, llorando, suplicando, viviendo un infierno que nadie debería conocer nunca y menos aún un niño. Dejad vuestras armas a un lado, sois de todo menos hombre, sois de todos menos seres humanos, una maldita canallada del destino, un tropiezo con la deshumanización, sois el vértigo del mundo, un dolor sin anestesia, un llanto sin final... Dejad, dejadlos, el odio no lleva a ningún lugar. ¿Qué sabréis vosotros de amar, ¿verdad? Seguramente no sepáis ni pronunciar esa palabra, menos aún su significado. Me golpea en el pecho el recuerdo de sus miradas llenas de sombras, sin vida, apagadas...Tienen la edad de mis sobrinos y me rompe por dentro imaginar tantas vidas quebrándose a tan temprana edad. Ya no duermo. No lo consigo. Me vienen a la mente sus cuerpos esqueléticos, sus ojos oscuros de temblores y terror, se me cuelan las imágenes por las rendijas de mi alma, y quiero abrazarlos, y quiero darles una esperanza, una esperanza que no llega, una esperanza que espero, mirando al cielo, se haga pronto realidad... Por ellas, por ellos, por el mundo entero... Un respiro de paz...
Dejad a los niños y niñas en paz. Dejad que sus sonrisas vuelvan a ser caricia en sus labios. Dejad que vuelvan a sus ojos la luz y el brillo y que se marchen el miedo, el horror, el dolor. Dejad que sus estómagos respiren y que su alma vuelva a iluminarse. Dejad que crezcan con la mente en la luna bordando sueños y no apartando pesadillas en los peldaños de sus infancias. Dejadlos, malditos, dejad que caminen sin escombros de por medio, sin cuerpos que esquivar en el suelo, dejadlos, solamente sois unos cobardes con corazón negro y alma de perdedores. Dejadles, me quema escuchar que algunos de ellos esperan que llegue el momento de su muerte, porque no soportan más sufrimiento. ¡Por Dios! Son niños, algunos bebés, deberían estar sonriendo, jugando y viviendo el momento más hermoso y especial de la vida de cualquiera. Y están temblando, llorando, suplicando, viviendo un infierno que nadie debería conocer nunca y menos aún un niño. Dejad vuestras armas a un lado, sois de todo menos hombre, sois de todos menos seres humanos, una maldita canallada del destino, un tropiezo con la deshumanización, sois el vértigo del mundo, un dolor sin anestesia, un llanto sin final... Dejad, dejadlos, el odio no lleva a ningún lugar. ¿Qué sabréis vosotros de amar, ¿verdad? Seguramente no sepáis ni pronunciar esa palabra, menos aún su significado. Me golpea en el pecho el recuerdo de sus miradas llenas de sombras, sin vida, apagadas...Tienen la edad de mis sobrinos y me rompe por dentro imaginar tantas vidas quebrándose a tan temprana edad. Ya no duermo. No lo consigo. Me vienen a la mente sus cuerpos esqueléticos, sus ojos oscuros de temblores y terror, se me cuelan las imágenes por las rendijas de mi alma, y quiero abrazarlos, y quiero darles una esperanza, una esperanza que no llega, una esperanza que espero, mirando al cielo, se haga pronto realidad... Por ellas, por ellos, por el mundo entero... Un respiro de paz...