Viernes, 17 de Octubre de 2025

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Lucas Navareño
Martes, 05 de Agosto de 2025 Actualizada Martes, 05 de Agosto de 2025 a las 12:15:31 horas

Festival de Teatro Clásico: de toga y sandalia a fenómeno de masas

Un año más ha llegado julio (sin Iglesias) con las vacaciones, los calores y sí, el festival de teatro clásico de Mérida en el monumental escenario romano de la localidad. Llevo asistiendo a alguna de las representaciones casi de forma anual y he ido viendo a lo largo de los años como ha ido evolucionando, pasando de obras clásicas en las que primaba el respeto por el texto original y actores que se preparaban como si el mismísimo Júpiter los estuviera evaluando. Conocí de pequeño muchas representaciones de este tipo y disfrutaba saltándome junto a mis amigos para ver los ensayos (porque entonces los ensayos se hacían en el propio monumento lo que les hacía abrazar y conocer mucho mejor la obra). Este tipo de escenificación duró hasta mediados de los 80 en los que, con un afán comercial, se fueron abriendo a nuevas formas de interpretación en las que ha ido cambiando el contenido de muchas obras, hasta la actualidad, en la que de teatro clásico lo único que queda, es el nombre. 
Desde los ochenta, el festival se ha ido abriendo a nuevas formas de interpretación y en la actualidad se hacen representaciones de danza, ópera, musicales y reinterpretaciones que convierten a Aristófanes en una especie de altavoz de Aida o de cualquier serie de humor de nuestra tele.
El caso es que vamos por la 71 edición y se ha evolucionado desde el homenaje al teatro grecolatino a superproducciones que mezclan a Eurípides con luces LED, a Séneca con danza contemporánea y a Plauto con actores de Netflix. Es verdad que, con más público, mayor recaudación y bastantes más selfies (la pela es la pela). El turismo, la hostelería y las tiendas de recuerdos (algunas vendiendo reproducciones de la Victoria de Samotracia, snif)
Pero no todo es catarsis y aplausos. La oposición entre clásico y contemporáneo genera críticas. Existen montajes que sacrifican el texto en favor del impacto visual. Hay muchos detractores de este tipo de montajes por la conservación del propio Teatro Romano. A eso se añade también la organización del Stone and music festival. Entre los dos hacen que un monumento de más de 2.000 años cada año soporte una avalancha de focos y andamios.
La grandeza del teatro clásico es que permite la convivencia del espectador erudito con el curioso que va de paso, al enamorado de Esquilo con el que viene a ver a “los actores de la tele”. Eso sí, por favor, los teléfonos en modo avión. 
lucas.miura@gmail.com 

 

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