Lunes, 13 de Octubre de 2025

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Lucas Navareño
Viernes, 04 de Julio de 2025 Actualizada Viernes, 04 de Julio de 2025 a las 18:28:42 horas

Juventud preparada, futuro precario

No hace tanto (pongamos unos treinta años) el camino a una vida digna estaba bastante más clara: estudiar, esforzarse y conseguir un empleo estable con el que afrontar una vida digna era una expectativa difícil, pero relista. En la actualidad, esa promesa se ha roto. Los jóvenes actuales, a pesar de estar más formados que nunca (en realidad llevamos muchos años en esa dinámica), se enfrentan a un mercado laboral que les ofrece incertidumbre, contratos basura y sueldos que apenas cubren el alquiler de una habitación. 
Según datos del Eurostat y del Instituto Nacional de Estadística (INE), España es uno de los países europeos con mayor desempleo juvenil. A esto debemos incluir la precarización en la que más del 50% de los jóvenes ocupados lo hacen en condiciones temporales o a tiempo parcial lo que evidentemente, no soluciona el problema. Y lo más alarmante es que muchos de ellos son titulados universitarios. Desafortunadamente, tener estudios ya no es sinónimo de un buen empleo, ni siquiera de uno digno. Nuestros restaurantes de comida rápida se encuentran saturados de licenciados, algunos con carrera y máster que es la forma de financiar a las universidades deficitarias.    
¿Y qué hay de los jóvenes de hace 30 años? Pues sí, ellos tenían también sus problemas, claro, pero la precariedad sin fecha de caducidad no era uno de ellos. Lo normal en esos años era que alguien con estudios, alguien formado, solía encontrar trabajo en puestos relacionados con lo que había estudiado. Tardabas en formarte y coger experiencia, pero acababas con un sueldo digno. Hoy estudias biología y acabas vendiendo móviles, estudias historia del arte y trabajas en atención al cliente de una compañía de seguros. Emanciparse en la actualidad es un artículo de lujo
A todo esto, la generación actual no sólo lucha contra la precariedad, la frustración también. Venimos escuchando desde hace lustros que el estudio era la clave del éxito, que el mérito y el esfuerzo abrirían las puertas. Pero el sistema ha cambiado las cerraduras y esto ya no es verdad. 
Y no hablo desde la nostalgia. Mas bien me parece que es una llamada de atención. La brecha generacional no es solo digital o cultural: es económica y, sobre todo estructural. Las condiciones laborales de los jóvenes de hoy son el resultado de políticas laborales que han favorecido la flexibilidad empresarial por encima de la seguridad del trabajador. Cuando un país relega a su juventud al limbo de los “ni mileuristas”, pone en riesgo su propio futuro. Es evidente que una juventud sin oportunidades es una sociedad sin esperanza, un acceso a la estación por una vía muerta.

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