La enreditis, el arte de postergar
En esta época que vivimos tenemos un enemigo silencioso, un mal moderno que nos espera en todas las esquinas. Hablo de la postergación crónica, de la sensación de improductividad al finalizar el día, de la extraña habilidad para distraernos con cualquier cosa. Es la enreditis, esa capacidad magistral que tenemos actualmente de enredarnos en mil asuntos irrelevantes, mientras las tareas realmente importantes esperan pacientemente olvidadas o ignoradas. Nos prometemos que hoy sí, sin excusas, nos vamos a poner con ese documento, a leer ese libro pendiente o a empezar a hacer ejercicio. Pero de pronto nos encontramos viendo emails antiguos, organizando archivos que nunca usamos, viendo videos absurdos o leyendo el comentario del comentario y siguiendo hilos infinitos en redes sociales. ¿Cómo ha sucedido? ¿Dónde se ha ido el tiempo? La enreditis ataca cuando menos lo esperamos. Y lo peor es que nos hace sentir que hemos ocupado bien el tiempo cuando en realidad no hemos hecho nada de nada. Quien esté libre de este mal que levante la mano, por favor. Porque últimamente lo oigo cada vez más.
La enreditis se presenta de muchas formas. Un clásico es el síndrome del “Voy a empezar, pero antes...”. Vas a sentarte a trabajar, pero antes decides hacer un café, y mientras repasas los grupos de wasap. Ahora recuerdo que tengo que contestar un mensaje y de ahí a la siguiente distracción que ya nos acecha. Cuando te das cuenta, han pasado dos horas. También está el autoengaño productivo. No estás perdiendo el tiempo, claro que no. Estamos preparando todo para la tarea importante. La libreta y el boli adecuado, las veinte pestañas del navegador con artículos relacionados y al final de la mañana, para nuestra sorpresa, la tarea sigue intacta. Y solemos caer también en el secuestro de lo urgente, aquello que hemos ido postergando porque parecía pequeño y que en la recta final se ha convertido en toda una crisis que nos roba un tiempo de calidad y nos llena de estrés en plena carrera. ¿Y lo importante, para cuándo?
La solución, como en tantas cosas de la vida, está en tomar conciencia cuando estamos enredados en ese limbo. Si llevamos veinte minutos ordenando bolígrafos, frenar y dar ya de una vez el primer paso útil de la tarea. También es útil priorizar, hacer primero lo importante y dejar lo secundario para después. Y limitar las distracciones, dejarlas para el descanso merecido después del trabajo. Incluso poner un temporizador puede resultar útil. La vida de ahora nos pone difícil esto de superar la enreditis porque hay más distracciones que foco. Pero con un poco de estrategia y voluntad, se le puede ir ganando la partida. Así que deja de enredarte leyendo artículos y ¡haz esa tarea pendiente de una vez!
Cada minuto que pasa es una oportunidad para cambiar el rumbo de nuestra vida (Oprah Winfrey)
En esta época que vivimos tenemos un enemigo silencioso, un mal moderno que nos espera en todas las esquinas. Hablo de la postergación crónica, de la sensación de improductividad al finalizar el día, de la extraña habilidad para distraernos con cualquier cosa. Es la enreditis, esa capacidad magistral que tenemos actualmente de enredarnos en mil asuntos irrelevantes, mientras las tareas realmente importantes esperan pacientemente olvidadas o ignoradas. Nos prometemos que hoy sí, sin excusas, nos vamos a poner con ese documento, a leer ese libro pendiente o a empezar a hacer ejercicio. Pero de pronto nos encontramos viendo emails antiguos, organizando archivos que nunca usamos, viendo videos absurdos o leyendo el comentario del comentario y siguiendo hilos infinitos en redes sociales. ¿Cómo ha sucedido? ¿Dónde se ha ido el tiempo? La enreditis ataca cuando menos lo esperamos. Y lo peor es que nos hace sentir que hemos ocupado bien el tiempo cuando en realidad no hemos hecho nada de nada. Quien esté libre de este mal que levante la mano, por favor. Porque últimamente lo oigo cada vez más.
La enreditis se presenta de muchas formas. Un clásico es el síndrome del “Voy a empezar, pero antes...”. Vas a sentarte a trabajar, pero antes decides hacer un café, y mientras repasas los grupos de wasap. Ahora recuerdo que tengo que contestar un mensaje y de ahí a la siguiente distracción que ya nos acecha. Cuando te das cuenta, han pasado dos horas. También está el autoengaño productivo. No estás perdiendo el tiempo, claro que no. Estamos preparando todo para la tarea importante. La libreta y el boli adecuado, las veinte pestañas del navegador con artículos relacionados y al final de la mañana, para nuestra sorpresa, la tarea sigue intacta. Y solemos caer también en el secuestro de lo urgente, aquello que hemos ido postergando porque parecía pequeño y que en la recta final se ha convertido en toda una crisis que nos roba un tiempo de calidad y nos llena de estrés en plena carrera. ¿Y lo importante, para cuándo?
La solución, como en tantas cosas de la vida, está en tomar conciencia cuando estamos enredados en ese limbo. Si llevamos veinte minutos ordenando bolígrafos, frenar y dar ya de una vez el primer paso útil de la tarea. También es útil priorizar, hacer primero lo importante y dejar lo secundario para después. Y limitar las distracciones, dejarlas para el descanso merecido después del trabajo. Incluso poner un temporizador puede resultar útil. La vida de ahora nos pone difícil esto de superar la enreditis porque hay más distracciones que foco. Pero con un poco de estrategia y voluntad, se le puede ir ganando la partida. Así que deja de enredarte leyendo artículos y ¡haz esa tarea pendiente de una vez!
Cada minuto que pasa es una oportunidad para cambiar el rumbo de nuestra vida (Oprah Winfrey)
























