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Andrés Acevedo
Martes, 11 de Febrero de 2025 Actualizada Martes, 11 de Febrero de 2025 a las 13:46:36 horas

El mito de “reinventarse” constantemente


Vivimos en una época donde la idea de “reinventarse” se ha convertido casi en un mandato. Desde libros de autoayuda hasta publicaciones en redes sociales, se celebra el cambio constante como un símbolo de éxito, ambición y crecimiento personal. “Si no estás cambiando, no estás avanzando”, parece ser el mensaje que resuena en cada esquina.
Pero, ¿qué pasa cuando esta búsqueda de reinvención se convierte en una presión que nos desconecta de lo que realmente somos?
Reinventarse, en principio, puede ser una experiencia enriquecedora. Decidir tomar un nuevo rumbo, explorar caminos diferentes o soltar lo que ya no nos sirve es una parte natural de la vida. Sin embargo, el problema surge cuando esta idea se convierte en una exigencia más, una necesidad constante de demostrar que estamos evolucionando, superándonos o, en términos modernos, “actualizándonos” como si fuéramos un producto.
El mito de la reinvención perpetua nos dice que nunca somos lo suficientemente buenos como somos ahora. Este mensaje, repetido hasta el cansancio, puede hacer que nos sintamos incompletos o insuficientes si no estamos persiguiendo un cambio tangible. Nos impulsa a abandonar lo que hemos construido, a desvalorizar lo que somos en este momento, y a buscar algo que, muchas veces, ni siquiera sabemos si queremos o necesitamos.
Pensemos en Laura, quien, tras años en un trabajo estable, siente que debe cambiar de rumbo porque cree que “estar cómoda es estar estancada”. Aunque no tiene motivos para dejar su puesto —que le gusta y le da seguridad—, empieza a dudar de sí misma porque el mensaje externo es claro: quedarse en el mismo lugar no es suficiente. Laura se embarca en cursos, busca nuevas oportunidades y se esfuerza por “encontrar su propósito”, pero en el proceso, se siente perdida, agotada y, paradójicamente, menos satisfecha que antes.
No siempre es necesario empezar de cero o transformar cada aspecto de nuestra vida para crecer. A veces, el verdadero avance radica en profundizar en lo que ya somos, en valorar lo que hemos logrado y en aceptar que no estamos obligados a cambiar constantemente para ser válidos. Reinventarse no debe ser una obligación, sino una elección consciente que nazca de un deseo auténtico y no de la presión externa.
La próxima vez que sientas la necesidad de reinventarte, pregúntate: ¿De dónde viene este impulso? ¿Es un deseo genuino o una respuesta a las expectativas de los demás? Aceptar que el cambio es opcional, y no una exigencia, es liberador. Después de todo, no siempre es necesario ser una versión nueva de uno mismo; a veces, basta con ser una versión presente y sincera.

 

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