Puebla y Montijo empataron a nada en un derbi disputado ayer en el Municipal poblanchino, que ofreció muy poco fútbol y que tras 90 minutos, deja el duelo en tablas.

Se esperaba más de un choque, que para nada se pareciera al de la primera vuelta. Un derbi, el de la ida, bronco, y tenso, que acabó con expulsados y que se saldó con empate a 0.

Y decimos diferente, porque el Puebla, había mejorado mucho, y el Montijo, remodelado de arriba abajo, quería en Puebla demostrar que es un equipo de hechuras.

Pues nada de nada. El partido ofreció un fútbol espeso y tosco que, unido a la fría tarde, hizo que más de uno se lamentara de haber hipotecado la tarde dominical en ver el partido.

Lo mejor sin dudas, el ambiente. Dos aficiones que se reencontraban en Puebla tras nueve años sin hacerlo, que supieron convivir en paz y armonía, y que brindaron colorido en la grada. Fue lo único bueno sin lugar a duda del choque.

En lo futbolístico, primera parte igualada, donde las defensas se imponían a los ataques, con pocas acciones que llevarse a la boca en ataques, más allá de las acciones a juego parado.

En la segunda, salvo los compases iniciales, fue mejor el Montijo, que buscó el juego directo, y la entrada por banda, pero sus ataques poco aportaban.

Un golpe sufrido por Coronado en el pecho, que tuvo que ser asistido durante al menos 5 minutos, hizo que el partido se alargara en un descuento, que tampoco sirvió para desnivelar un marcador que ayer, no se movió.

Empate por tanto justo, que deja mal sabor a ambos conjuntos, que complican y mucho una tabla clasificatoria, que aleja a los montijanos, de los puestos de privilegio y que ahoga más a los poblanchinos, que ven más lejos, la salvación.