Sábado, 18 de Octubre de 2025

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Elisa Martín
Jueves, 09 de Enero de 2025 Actualizada Jueves, 09 de Enero de 2025 a las 11:44:18 horas

¿Ser feliz o tener razón?

Termino el año 2024 con este pensamiento. Veo constantemente cómo nos enzarzamos en discusiones eternas con el único afán de decir la última palabra, con el empeño en tener la razón, de imponer nuestra verdad sobre todas las cosas. Y me planteo si quiero ser feliz o tener razón. Dos cuestiones que parece que no están relacionadas, pero que muchas veces dependen directamente una de la otra.

 

Porque empeñarnos sistemáticamente en tener razón nos provoca amargura en la mayoría de los casos. Nos hace despertar la ira, cambiar el gesto de la cara, utilizar palabras desagradables, desenterrar historias antiguas, amenazar…Y todo eso nos queda en un ciclón de pensamientos negativos con los que nos acabamos intoxicando a nosotros mismos. Es decir, que el precio del empeño en tener razón, cuando la cuestión no es vital,  se paga muy caro.

 

Hay un chiste sobre este asunto, muy simple pero muy claro, que muchas veces recuerdo: Se encuentran dos amigos por la calle, que hacía tiempo que no se veían. Uno le dice al otro: -“¡Pepe, qué bien te veo! Tienes cara de felicidad, estás estupendo” . Y Pepe le contesta: “Eso es por no discutir”. Su amigo, incrédulo le dice –“Anda ya… ¡¿Cómo va a ser por eso?!”. Y Pepe, sonriendo y relajado le responde: “Pues no será..”..

 

Me he fijado últimamente en cómo entramos al trapo fácilmente cuando alguien nos expone una opinión contraria. Muchas de ellas en el propio seno de la familia, con las personas más cercanas y queridas, cuando el afán de tener razón mina y corroe un vínculo tan fuerte. Por encima del cariño, de la comprensión por los argumentos del otro. Y en algunos casos, por la incapacidad de plantear siquiera una conversación en la que aclarar todos los puntos de vista, que nos permita entender al otro. Si ni siquiera se habla del asunto, estamos como dos boxeadores, cada uno en su rincón del ring, llenos de furia e incapaces de irnos al centro. Alimentando nuestro propio ego y repitiéndonos una y otra vez que tenemos razón.

 

Estas situaciones se repiten en todos los escenarios: en el trabajo, con las amistades, en todos los círculos con los que nos relacionamos con personas. Y las consecuencias son nefastas. Para este año me propongo detectar cuanto antes estas situaciones y aflojar. Como Pepe, el del chiste.

 

Salvo en casos muy concretos, prefiero sin duda ser feliz a empeñarme en tener razón. Voy a escuchar más, a cuestionar mis propios argumentos. Aportar la serenidad de quien entiende que somos imperfectos. Y tener claro que de la vida solo estamos viendo un trocito pequeño. Quien escucha para comprender, quizás acaba aprendiendo algo nuevo. ¡Feliz 2025!

 

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