Amor puro e incondicional
Tienes que ser padre o madre para darte cuenta que el amor hacía los hijos es el más puro e incondicional que existe. Es un sentimiento muy fuerte con el que todos nacemos pero que emana con mucha fuerza desde el primer minuto que ves nacer a tu hijo, quizá por eso, los padres tenemos, generalmente, hacía nuestros hijos, un exceso de amor innato que se desarrolla a lo largo de nuestra vida.
Es algo natural en el ser humano la capacidad de entrega hacía sus descendientes. Lo que un padre o una madre pueden hacer por su hijo roza los límites de lo imposible. Es… lucha y preocupación constante, dar sin medida, amarlos hasta el infinito, es… entregarle la vida.
Ningún hijo sabe lo importante que es para sus padres hasta que ellos no llegan a serlo, no son conscientes que siempre estamos ahí, desinteresadamente, para cuando se nos necesita. El tiempo, como comentaba anteriormente, les mostrará a través de sus hijos, ese amor incondicional que todo padre y toda madre posee. Ahora no son conscientes, están en otro mundo y seguramente ignoran todo lo que significan para nosotros.
Por supuesto que nos quieren y seguramente mucho pero yo estoy seguro que a la hora de dar amor, a los padres no les gana nadie. Cada gesto, cada entrega, cada preocupación por un hijo o una hija es la muestra de amor más grande que desprende el corazón de un padre o una madre. Sin embargo, nosotros intentamos transmitir un amor que los más jóvenes confunden con control.
¡Cuánto se les puede querer!. Al nacer ya despiertan en nosotros un sentimiento único y una manera de vivir y entender la vida completamente diferente. Aprendemos, casi de una forma inconsciente, a quererlos como son, sin jamás esperar lo que puedan darnos. Otra sensación que aumenta enormemente en nuestro interior es la capacidad de sacrificio y aunque vayan pasando los años y nuestros hijos se hagan mayores ¡siguen y seguirán siendo la parte más importante de nuestras vidas!
Hay algo que los padres, aunque nos duela, justificamos y es cuando los hijos no le dan la gran importancia que tiene expresarnos su amor a través de palabras y gestos. Sabemos, por supuesto, que nos quieren pero ignoran que esos actos de cariño fortalecen nuestro desarrollo emocional.
¡Queremos estar presente en sus vidas!... eso sí, sin molestar. Simplemente, recibiendo pequeños gestos cotidianos que nos hagan felices. Un simple abrazo, un improvisado beso, un giño de cariño… esas pequeñas manifestaciones de amor que fortalecen el vínculo emocional entre padres e hijos.
Tienes que ser padre o madre para darte cuenta que el amor hacía los hijos es el más puro e incondicional que existe. Es un sentimiento muy fuerte con el que todos nacemos pero que emana con mucha fuerza desde el primer minuto que ves nacer a tu hijo, quizá por eso, los padres tenemos, generalmente, hacía nuestros hijos, un exceso de amor innato que se desarrolla a lo largo de nuestra vida.
Es algo natural en el ser humano la capacidad de entrega hacía sus descendientes. Lo que un padre o una madre pueden hacer por su hijo roza los límites de lo imposible. Es… lucha y preocupación constante, dar sin medida, amarlos hasta el infinito, es… entregarle la vida.
Ningún hijo sabe lo importante que es para sus padres hasta que ellos no llegan a serlo, no son conscientes que siempre estamos ahí, desinteresadamente, para cuando se nos necesita. El tiempo, como comentaba anteriormente, les mostrará a través de sus hijos, ese amor incondicional que todo padre y toda madre posee. Ahora no son conscientes, están en otro mundo y seguramente ignoran todo lo que significan para nosotros.
Por supuesto que nos quieren y seguramente mucho pero yo estoy seguro que a la hora de dar amor, a los padres no les gana nadie. Cada gesto, cada entrega, cada preocupación por un hijo o una hija es la muestra de amor más grande que desprende el corazón de un padre o una madre. Sin embargo, nosotros intentamos transmitir un amor que los más jóvenes confunden con control.
¡Cuánto se les puede querer!. Al nacer ya despiertan en nosotros un sentimiento único y una manera de vivir y entender la vida completamente diferente. Aprendemos, casi de una forma inconsciente, a quererlos como son, sin jamás esperar lo que puedan darnos. Otra sensación que aumenta enormemente en nuestro interior es la capacidad de sacrificio y aunque vayan pasando los años y nuestros hijos se hagan mayores ¡siguen y seguirán siendo la parte más importante de nuestras vidas!
Hay algo que los padres, aunque nos duela, justificamos y es cuando los hijos no le dan la gran importancia que tiene expresarnos su amor a través de palabras y gestos. Sabemos, por supuesto, que nos quieren pero ignoran que esos actos de cariño fortalecen nuestro desarrollo emocional.
¡Queremos estar presente en sus vidas!... eso sí, sin molestar. Simplemente, recibiendo pequeños gestos cotidianos que nos hagan felices. Un simple abrazo, un improvisado beso, un giño de cariño… esas pequeñas manifestaciones de amor que fortalecen el vínculo emocional entre padres e hijos.