Adultos actuando como niños
Según pasan los años, compruebo que la educación que reciben nuestros hijos varía, y lo cierto es que cada vez más la esfera en la que nos movemos obliga a educar a nuestros hijos de forma distinta a la que tradicionalmente estábamos acostumbrados a hacer, en la que los padres, y siendo realistas, nuestras madres eran quienes nos educaban generalmente y en el colegio (la escuela de toda la vida que a mí me parece un nombre más bonito) terminaban de redondear el trabajo de los padres. Los abuelos aportaban su cuota consintiendo, pero generalmente no maleducaban. Pero, hete aquí que los cambios llevados a cabo durante finales del siglo XX con la incorporación masiva de la mujer a la estructura laboral del país ha ido influyendo cada vez más en el cambio de roles educativos, de forma que se ha ido abandonando la educación impartida por parte de nuestros padres para dejarla casi con exclusividad y de manera equivocada en profesionales que trabajan pegados al contexto educativo y que en muchos casos no cuentan con preparación ni herramientas para asumir con garantías la tarea que anteriormente hacían nuestros padres. Me comenta una madre la siguiente situación. En el colegio, su hijo jugaba con el amigo más cercano y con el que comparte sus cosas. Suelen estar todo el tiempo de recreo juntos y enredaban con una rueda cuando, juegos de niños, discuten, se dan unos cachetes, se separan y uno de ellos, vamos a llamarle José, se va a un lateral del patio abrumado por no haber sabido resolver la situación.
El otro alumno, vamos a llamarle Ángel, va a la maestra responsable del patio y le dice que José le ha pegado por lo que la maestra decide llamar a José para que le cuente lo que ha ocurrido. Hasta ahí todo bien. La cuestión es que la maestra, en lugar de ir a buscar a José personalmente, llama a un grupo de compañeros para que vayan a buscar a José, delegando su responsabilidad a quien menos le corresponde, a sus iguales.
El grupo de los niños que van a buscar a José intenta traerlo a la fuerza y José como es normal, no ve autoridad en ellos, arroja su merienda y se rebela, con el resultado de que la maestra al ver que no hace caso a la turba que envió a buscarlo, decide castigarlo.
Conclusión, una mala gestión sobre la respuesta educativa que debía dar una profesional hizo que José fuera castigado de forma injusta por una pataleta razonable por dejar la responsabilidad de ir a buscar a José a niños, teniendo ella que haber sido quien gestionara la situación. Los dos niños al día siguiente eran nuevamente amigos, pero José pasó dos días castigado. Otra mala decisión de su maestra que no puede privar a un alumno de un derecho, el del recreo. lucas.miura@gmail.com
Según pasan los años, compruebo que la educación que reciben nuestros hijos varía, y lo cierto es que cada vez más la esfera en la que nos movemos obliga a educar a nuestros hijos de forma distinta a la que tradicionalmente estábamos acostumbrados a hacer, en la que los padres, y siendo realistas, nuestras madres eran quienes nos educaban generalmente y en el colegio (la escuela de toda la vida que a mí me parece un nombre más bonito) terminaban de redondear el trabajo de los padres. Los abuelos aportaban su cuota consintiendo, pero generalmente no maleducaban. Pero, hete aquí que los cambios llevados a cabo durante finales del siglo XX con la incorporación masiva de la mujer a la estructura laboral del país ha ido influyendo cada vez más en el cambio de roles educativos, de forma que se ha ido abandonando la educación impartida por parte de nuestros padres para dejarla casi con exclusividad y de manera equivocada en profesionales que trabajan pegados al contexto educativo y que en muchos casos no cuentan con preparación ni herramientas para asumir con garantías la tarea que anteriormente hacían nuestros padres. Me comenta una madre la siguiente situación. En el colegio, su hijo jugaba con el amigo más cercano y con el que comparte sus cosas. Suelen estar todo el tiempo de recreo juntos y enredaban con una rueda cuando, juegos de niños, discuten, se dan unos cachetes, se separan y uno de ellos, vamos a llamarle José, se va a un lateral del patio abrumado por no haber sabido resolver la situación.
El otro alumno, vamos a llamarle Ángel, va a la maestra responsable del patio y le dice que José le ha pegado por lo que la maestra decide llamar a José para que le cuente lo que ha ocurrido. Hasta ahí todo bien. La cuestión es que la maestra, en lugar de ir a buscar a José personalmente, llama a un grupo de compañeros para que vayan a buscar a José, delegando su responsabilidad a quien menos le corresponde, a sus iguales.
El grupo de los niños que van a buscar a José intenta traerlo a la fuerza y José como es normal, no ve autoridad en ellos, arroja su merienda y se rebela, con el resultado de que la maestra al ver que no hace caso a la turba que envió a buscarlo, decide castigarlo.
Conclusión, una mala gestión sobre la respuesta educativa que debía dar una profesional hizo que José fuera castigado de forma injusta por una pataleta razonable por dejar la responsabilidad de ir a buscar a José a niños, teniendo ella que haber sido quien gestionara la situación. Los dos niños al día siguiente eran nuevamente amigos, pero José pasó dos días castigado. Otra mala decisión de su maestra que no puede privar a un alumno de un derecho, el del recreo. lucas.miura@gmail.com