Asfixia fiscal
Como las dos caras de una moneda, cada día nos topamos con una España que renace frente a un Gobierno que agoniza por lo que resulta prioritario plantear una alternativa al Ejecutivo de Sánchez cuyo único empeño parece ser dedicar sus esfuerzos a maniobras de distracción para tapar sus escándalos. Son crecientes las sospechas de corrupción que cercan al entorno presidencial, con la consiguiente pérdida de crédito en el ámbito internacional para España..
Otro frente para La Moncloa es su palmaria debilidad parlamentaria y ahora también la judicial que están conduciendo a nuestro país a una situación calamitosa.
Nos merecemos un Gobierno limpio, que respete las instituciones y un presidente capaz de contestar las preguntas sobre los escándalos de corrupción que le rodean. Pero la radiografía de nuestra realidad socioeconómica no puede ser más frustrante: el Gobierno a duras penas sobrevive en el día a día por lo que es incapaz de aprobar leyes ni presupuestos.
La situación actual del Ejecutivo es incompatible con un proyecto serio y a largo plazo de país debido a que la coalición de Gobierno y sus socios tienen como único nexo en común que no gobierne quien ganó las elecciones. Sánchez se ha limitado a crear un Gobierno de resistencia en el que lo importante no es ni legislar ni gestionar sino manejar los recursos del Estado para protegerse de los escándalos que están saliendo.
España no puede permitirse tener un Ejecutivo paralizado sólo porque le sea útil a determinadas élites independentistas, para sacarle aún más favores, prebendas o indultos mientras los problemas del día a día parecen pasar a un segundo plano.
Una buena prueba es el caos ferroviario que sufre España consecuencia de haber tenido ministerios más ocupados por albergar tramas opacas que por gestionar adecuadamente y siguen más centrados en ocultar las pruebas de esos negocios clandestinos que en resolver los problemas de los ciudadanos.
Al mismo tiempo el Gobierno de Sánchez se ha esforzado en “exprimir” a ciudadanos y empresas, con 81 subidas de impuestos y de cotizaciones sociales, aplicando una política energética con anteojeras ideológicas que han hipotecado el futuro energético de España. Pese a las continuadas subidas fiscales, Pedro Sánchez no ha sido capaz de cuadrar las cuentas y la única alternativa que ofrece es seguir exprimiendo a los españoles para pagar sus excesos y desaciertos. Si queremos impulsar la productividad y el crecimiento económico es imperativa la puesta en marcha de una reforma fiscal a la baja porque un país no puede prosperar sobre la base de la asfixia fiscal y el expolio.
Como las dos caras de una moneda, cada día nos topamos con una España que renace frente a un Gobierno que agoniza por lo que resulta prioritario plantear una alternativa al Ejecutivo de Sánchez cuyo único empeño parece ser dedicar sus esfuerzos a maniobras de distracción para tapar sus escándalos. Son crecientes las sospechas de corrupción que cercan al entorno presidencial, con la consiguiente pérdida de crédito en el ámbito internacional para España..
Otro frente para La Moncloa es su palmaria debilidad parlamentaria y ahora también la judicial que están conduciendo a nuestro país a una situación calamitosa.
Nos merecemos un Gobierno limpio, que respete las instituciones y un presidente capaz de contestar las preguntas sobre los escándalos de corrupción que le rodean. Pero la radiografía de nuestra realidad socioeconómica no puede ser más frustrante: el Gobierno a duras penas sobrevive en el día a día por lo que es incapaz de aprobar leyes ni presupuestos.
La situación actual del Ejecutivo es incompatible con un proyecto serio y a largo plazo de país debido a que la coalición de Gobierno y sus socios tienen como único nexo en común que no gobierne quien ganó las elecciones. Sánchez se ha limitado a crear un Gobierno de resistencia en el que lo importante no es ni legislar ni gestionar sino manejar los recursos del Estado para protegerse de los escándalos que están saliendo.
España no puede permitirse tener un Ejecutivo paralizado sólo porque le sea útil a determinadas élites independentistas, para sacarle aún más favores, prebendas o indultos mientras los problemas del día a día parecen pasar a un segundo plano.
Una buena prueba es el caos ferroviario que sufre España consecuencia de haber tenido ministerios más ocupados por albergar tramas opacas que por gestionar adecuadamente y siguen más centrados en ocultar las pruebas de esos negocios clandestinos que en resolver los problemas de los ciudadanos.
Al mismo tiempo el Gobierno de Sánchez se ha esforzado en “exprimir” a ciudadanos y empresas, con 81 subidas de impuestos y de cotizaciones sociales, aplicando una política energética con anteojeras ideológicas que han hipotecado el futuro energético de España. Pese a las continuadas subidas fiscales, Pedro Sánchez no ha sido capaz de cuadrar las cuentas y la única alternativa que ofrece es seguir exprimiendo a los españoles para pagar sus excesos y desaciertos. Si queremos impulsar la productividad y el crecimiento económico es imperativa la puesta en marcha de una reforma fiscal a la baja porque un país no puede prosperar sobre la base de la asfixia fiscal y el expolio.