Lunes, 20 de Octubre de 2025

Actualizada Lunes, 20 de Octubre de 2025 a las 13:53:28 horas

Andrés Acevedo
Miércoles, 02 de Octubre de 2024 Actualizada Miércoles, 02 de Octubre de 2024 a las 19:27:00 horas

El peso invisible de la culpa

Te despiertas una mañana y notas una presión en el pecho, una sensación de congoja te invade y te cuesta centrarte en lo que estás haciendo. ¿Por qué te sientes así hoy? Has dormido suficiente y no te encuentras enfermo. Sin embargo, hay una sensación aparece y desaparece durante todo el día. Tras unos momentos de reflexión lo recuerdas. Estás repasando la conversación que tuviste ayer con tu madre. Tenías prisa y ella quería pedirte un favor. Quizás no elegiste bien las palabras, puede que fueras un poco cortante. Estabas acelerado y no era tu intención, pero eso no estuvo bien. Podrías haber respondido de otra forma, haberte sentado, haber dejado de recoger... no habrías tardado más de 5 minutos. ¿Qué son 5 minutos?.
La culpa te invade por completo y no puedes parar de imaginar otras posibles respuestas que le podrías haber dado. El escenario se repite una y otra vez en tu cabeza, como una película que no puedes dejar de ver. Lo curioso es que, en frío, sabes que no es tan grave. Pero aun así, la culpa está ahí, instalada en tu mente, haciéndote sentir mal. Te recuerda que podrías haber sido más amable, más paciente, más comprensivo.
Este es el peso invisible de la culpa. No siempre es evidente y, muchas veces, ni siquiera parece proporcional a lo que ha ocurrido.
Nos hace cuestionarnos constantemente si hemos hecho lo suficiente, si hemos sido lo bastante buenos, si hemos tomado las decisiones correctas. A veces, no se trata de grandes errores o situaciones catastróficas, sino de esos pequeños momentos en los que sentimos que hemos fallado de alguna manera.
No siempre aparece de golpe, como un sentimiento abrumador, sino que se cuela poco a poco, recordándonos que deberíamos haber actuado de otra forma. Y aunque sabemos que es inútil revivir una y otra vez lo que ya ha pasado, seguimos atrapados en ese ciclo de autoevaluación, aunque eso ya no cambie nada.
Es probable que, al cabo de unos días, la conversación con tu madre ya no ocupe tanto espacio en tu mente. Puede que incluso hayas hablado con ella y todo esté bien. Sin embargo, ese patrón de culpa no desaparece tan fácilmente. Se repite en otras situaciones: con amigos, en el trabajo, incluso con desconocidos. Es una sombra que te sigue a todas partes, recordándote que podrías haber hecho más, que podrías haber sido mejor.
Cuando la culpa se convierte en un hábito, empezamos a actuar para evitar sentirla, más que para resolver el problema real. Hacemos favores que no queremos hacer, nos disculpamos cuando no es necesario, evitamos conflictos que necesitamos afrontar. Todo para evitar esa sensación de incomodidad que nos deja.

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.