Serafín, el pinturero
Transcurría 1917 y hacía tres meses que Eduardo Dato, jefe del partido conservador, había llegado a la presidencia del Consejo de Ministros, cargo que recuperó cinco meses después Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas, monárquico y liberal. Francisco Rodríguez Cabero era alcalde de Montijo y secretario el emeritense Manuel Hernández García. España sufría un embate de inquietudes revolucionarias que provocaron una crisis muy grave, finiquitando lo que quedaba del régimen de la Restauración. Hacía poco que Julio García Pérez había sido contratado para la Secretaría de la Comunidad de Labradores. El sacerdote Luis Pinilla Pinilla, había sucedido en la mayordomía de la Virgen de Barbaño, Patrona de Montijo, a José María Capilla, aunque su mandato duró escasamente un año por fallecimiento, siendo nombrado Ruperto Thomas García. La villa de Montijo se disponía a celebrar la Feria y Fiestas Patronales. Las autoridades municipales contrataron para animar singulares festejos a la Banda de Música de Mérida, dirigida por el profesor Castor Espadiña, al que se le cita afinidad con la masonería. Tras dos años de actuaciones fueron contratadas en ediciones posteriores las bandas de los Regimientos de Infantería Gravelinas y Castilla, con guarnición en la ciudad de Badajoz.
El diario badajocense Correo de la Mañana, bajo el autor Tegeral, publicaba feliz crónica de la Feria de Montijo: El porfiado repiquetear de las campanas, escribía, me lleva hasta el paseo-atrio de la iglesia parroquial, totalmente ocupado por numeroso gentío. Se quema una bonita sesión de fuegos artificiales. La banda municipal de Mérida, que tan dignamente dirige mi paisano el señor Espadiña, ameniza la velada. El repiqueteo de las campanas, el restallar de los cohetes y el mucho hablar y reír de las gentes, combinado con las armónicas notas musicales, produce un ruido ensordecedor, pero seguimos con la velada hasta las doce de la noche en que termina. El paseo-plaza de la Constitución -hoy de España- se veía repleto con infinidad de puestos de juguetes, dulces y baratijas para encanto de los pequeños y tormento de los papás. El Ayuntamiento lucía hermosas colgaduras, al igual que el Casino. En el centro del paseo habían levantado un artístico quiosco para la banda, adornado con gallardetes y banderas nacionales.
Es el momento en el que desfila la procesión de Nuestra Señora de Barbaño el día de su festividad, 8 de septiembre. Hacen cuestación María Rodríguez y Casimira Codes. Todo el pueblo amén de muchos forasteros se divierte, la alegría rebosa por doquier. Los templos de Baco aparecen atestados y la chiquillería grita y brinca en tanto que desalojan sus bolsillos adquiriendo zarandijas o dando vueltas en los tíos vivos. Al atardecer, en el paseo, se respiraba una atmósfera saturada de juventud, de vida. Los jóvenes aprovechan estos días de feria para hacerse novios.
A las once de la noche en el coliseo del Teatro Calderón de la Barca se representa la zarzuela “Serafín, el pinturero”, hay lleno absoluto. Es obra de Carlos Arniches y Juan Gómez Renovales, estrenada en mayo de 1916. Los autores realizan chotis inmortales, mensajes profundos y una lucha en defensa de la mujer y sus decisiones. Del Teatro Calderón al circo instalado en la Plaza del Conde, también tiene lleno, actúa una troupe de acróbatas bastante aceptable. Sorprende la proyección que se pasa en el cine Vidaografh, se trata de “Las peripecias de Paulina”, cinta de largometraje de la serie de películas de melodrama estadounidense hechas en 1914. El baile del Casino está muy animado. Tegeral dice tomar un bock de cerveza. Dentro sigue la danza, suena el piano bien pulsado, un violín y una flauta chirrían. Son las cinco de la mañana. Finaliza la crónica contando que una horrorosa tormenta cayó sobre Montijo en la tarde del día diez.
Transcurría 1917 y hacía tres meses que Eduardo Dato, jefe del partido conservador, había llegado a la presidencia del Consejo de Ministros, cargo que recuperó cinco meses después Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas, monárquico y liberal. Francisco Rodríguez Cabero era alcalde de Montijo y secretario el emeritense Manuel Hernández García. España sufría un embate de inquietudes revolucionarias que provocaron una crisis muy grave, finiquitando lo que quedaba del régimen de la Restauración. Hacía poco que Julio García Pérez había sido contratado para la Secretaría de la Comunidad de Labradores. El sacerdote Luis Pinilla Pinilla, había sucedido en la mayordomía de la Virgen de Barbaño, Patrona de Montijo, a José María Capilla, aunque su mandato duró escasamente un año por fallecimiento, siendo nombrado Ruperto Thomas García. La villa de Montijo se disponía a celebrar la Feria y Fiestas Patronales. Las autoridades municipales contrataron para animar singulares festejos a la Banda de Música de Mérida, dirigida por el profesor Castor Espadiña, al que se le cita afinidad con la masonería. Tras dos años de actuaciones fueron contratadas en ediciones posteriores las bandas de los Regimientos de Infantería Gravelinas y Castilla, con guarnición en la ciudad de Badajoz.
El diario badajocense Correo de la Mañana, bajo el autor Tegeral, publicaba feliz crónica de la Feria de Montijo: El porfiado repiquetear de las campanas, escribía, me lleva hasta el paseo-atrio de la iglesia parroquial, totalmente ocupado por numeroso gentío. Se quema una bonita sesión de fuegos artificiales. La banda municipal de Mérida, que tan dignamente dirige mi paisano el señor Espadiña, ameniza la velada. El repiqueteo de las campanas, el restallar de los cohetes y el mucho hablar y reír de las gentes, combinado con las armónicas notas musicales, produce un ruido ensordecedor, pero seguimos con la velada hasta las doce de la noche en que termina. El paseo-plaza de la Constitución -hoy de España- se veía repleto con infinidad de puestos de juguetes, dulces y baratijas para encanto de los pequeños y tormento de los papás. El Ayuntamiento lucía hermosas colgaduras, al igual que el Casino. En el centro del paseo habían levantado un artístico quiosco para la banda, adornado con gallardetes y banderas nacionales.
Es el momento en el que desfila la procesión de Nuestra Señora de Barbaño el día de su festividad, 8 de septiembre. Hacen cuestación María Rodríguez y Casimira Codes. Todo el pueblo amén de muchos forasteros se divierte, la alegría rebosa por doquier. Los templos de Baco aparecen atestados y la chiquillería grita y brinca en tanto que desalojan sus bolsillos adquiriendo zarandijas o dando vueltas en los tíos vivos. Al atardecer, en el paseo, se respiraba una atmósfera saturada de juventud, de vida. Los jóvenes aprovechan estos días de feria para hacerse novios.
A las once de la noche en el coliseo del Teatro Calderón de la Barca se representa la zarzuela “Serafín, el pinturero”, hay lleno absoluto. Es obra de Carlos Arniches y Juan Gómez Renovales, estrenada en mayo de 1916. Los autores realizan chotis inmortales, mensajes profundos y una lucha en defensa de la mujer y sus decisiones. Del Teatro Calderón al circo instalado en la Plaza del Conde, también tiene lleno, actúa una troupe de acróbatas bastante aceptable. Sorprende la proyección que se pasa en el cine Vidaografh, se trata de “Las peripecias de Paulina”, cinta de largometraje de la serie de películas de melodrama estadounidense hechas en 1914. El baile del Casino está muy animado. Tegeral dice tomar un bock de cerveza. Dentro sigue la danza, suena el piano bien pulsado, un violín y una flauta chirrían. Son las cinco de la mañana. Finaliza la crónica contando que una horrorosa tormenta cayó sobre Montijo en la tarde del día diez.