Izquierda o derecha
Aunque lo parezca, no voy a hablar de política. Entre otras cosas, porque creo más en las personas que en las tendencias ideológicas. Al final creo que somos todos parecidos, por encima de las polarizaciones a las que algunos nos quieren llevar por sus propios intereses. Mi tema hoy va direcciones y algo más.
Todo se basa en una pequeña historia que me pasó hace poco. Voy en coche por una ciudad. En esta ocasión me toca ir sentada en el asiento de atrás. La persona que va conduciendo no conoce la ciudad y además va tensa porque tiene poca práctica con el coche. El copiloto, que sabe bien el trayecto, le va dando instrucciones del recorrido que tiene que seguir. En un momento dado estamos a punto de salir de un puente y delante de nosotros se presentan cuatro calles, una en cada lateral y dos de frente, una al lado de la otra. El copiloto dice: “de frente” y el conductor, mirando las dos calles que se abrían delante de él pregunta “¿izquierda o derecha?”. Una pregunta fácil… en apariencia. .
Porque el copiloto responde “Por la autopista”. El conductor se tensa más todavía ante una respuesta que no le aclara hacia dónde dirigirse, mientras ve que sigue avanzando y que tiene que tomar una decisión. Vuelve a preguntar nervioso: “¿¿Pero.. izquierda o derecha??”. A lo que el copiloto, un poco malhumorado vuelve a contestar “¡¡Por la autopista!!” con un tono de cierta prepotencia, como diciendo que el otro no se entera de nada, con lo bien que él se está explicando. Creo que incluso se repitió la escena una tercera vez. La tensión se empezaba a cortar en el aire y por desatascar el asunto digo desde atrás “¡Por la derecha!”.
Listo. Era tan fácil como eso. Si te están preguntando dos opciones, di una y ya está.
Reconozco que esta vez lo vi claro, pero seguro que muchas otras he caído en este mismo error de dar una respuesta que no contesta a la pregunta que me están haciendo. Cuántas veces, ante la cuestión que se nos plantea respondemos con una ironía o con un improperio tipo: “No te acabas de enterar”. Como si nosotros nos enteráramos de todo a la primera.
También hay personas que responden con otra pregunta (¨¿Tú qué crees?”). O se empieza a dar una explicación extensa empezando por el principio de los tiempos. (Este último modelo me desespera especialmente). Contamos historias, damos datos innecesarios, hacemos juicios de valor si nos parece que es una cuestión que ya “deberían saber”… Lo que digo, que hacemos difícil lo fácil. Y muchas veces con malas consecuencias por el mal rollo que se crea.
¿Izquierda o derecha? Pues si aprendemos a contestar sólo caben dos respuestas: derecha o izquierda. Fin.
Elisa Martín es periodista y coach de comunicación y oratoria
Aunque lo parezca, no voy a hablar de política. Entre otras cosas, porque creo más en las personas que en las tendencias ideológicas. Al final creo que somos todos parecidos, por encima de las polarizaciones a las que algunos nos quieren llevar por sus propios intereses. Mi tema hoy va direcciones y algo más.
Todo se basa en una pequeña historia que me pasó hace poco. Voy en coche por una ciudad. En esta ocasión me toca ir sentada en el asiento de atrás. La persona que va conduciendo no conoce la ciudad y además va tensa porque tiene poca práctica con el coche. El copiloto, que sabe bien el trayecto, le va dando instrucciones del recorrido que tiene que seguir. En un momento dado estamos a punto de salir de un puente y delante de nosotros se presentan cuatro calles, una en cada lateral y dos de frente, una al lado de la otra. El copiloto dice: “de frente” y el conductor, mirando las dos calles que se abrían delante de él pregunta “¿izquierda o derecha?”. Una pregunta fácil… en apariencia. .
Porque el copiloto responde “Por la autopista”. El conductor se tensa más todavía ante una respuesta que no le aclara hacia dónde dirigirse, mientras ve que sigue avanzando y que tiene que tomar una decisión. Vuelve a preguntar nervioso: “¿¿Pero.. izquierda o derecha??”. A lo que el copiloto, un poco malhumorado vuelve a contestar “¡¡Por la autopista!!” con un tono de cierta prepotencia, como diciendo que el otro no se entera de nada, con lo bien que él se está explicando. Creo que incluso se repitió la escena una tercera vez. La tensión se empezaba a cortar en el aire y por desatascar el asunto digo desde atrás “¡Por la derecha!”.
Listo. Era tan fácil como eso. Si te están preguntando dos opciones, di una y ya está.
Reconozco que esta vez lo vi claro, pero seguro que muchas otras he caído en este mismo error de dar una respuesta que no contesta a la pregunta que me están haciendo. Cuántas veces, ante la cuestión que se nos plantea respondemos con una ironía o con un improperio tipo: “No te acabas de enterar”. Como si nosotros nos enteráramos de todo a la primera.
También hay personas que responden con otra pregunta (¨¿Tú qué crees?”). O se empieza a dar una explicación extensa empezando por el principio de los tiempos. (Este último modelo me desespera especialmente). Contamos historias, damos datos innecesarios, hacemos juicios de valor si nos parece que es una cuestión que ya “deberían saber”… Lo que digo, que hacemos difícil lo fácil. Y muchas veces con malas consecuencias por el mal rollo que se crea.
¿Izquierda o derecha? Pues si aprendemos a contestar sólo caben dos respuestas: derecha o izquierda. Fin.
Elisa Martín es periodista y coach de comunicación y oratoria