Martes, 09 de Diciembre de 2025

Actualizada Martes, 09 de Diciembre de 2025 a las 14:00:58 horas

Andrés Acevedo
Jueves, 15 de Febrero de 2024 Actualizada Jueves, 15 de Febrero de 2024 a las 14:29:47 horas

Estado precontemplativo (II)

Decíamos en el anterior artículo que una persona se encontraba motivacionalmente en un estado precontemplativo cuando no tiene disposición a cambiar una conducta en un tiempo cercano. Continuábamos diciendo que en ese estado, los intentos que realicemos para que la persona sea consciente de su problema y lo cambie, muy probablemente no conducirán a nada productivo. Porque al no ver la opción de cambiarlo, optará por defenderse y justificarlo.
¿Qué podemos hacer entonces si una persona necesita un cambio y no se encuentra dispuesta a realizarlo? Pues no hay una respuesta sencilla. Al fin y al cabo estamos hablando de la conducta que emite otra persona, no nosotros mismos. Por lo que es necesario saber que no podemos provocar un cambio de forma directa, toda nuestra acción se limita a influir (para motivar un cambio saludable) cuando la persona lo permita.
No obstante sí hay algunas recomendaciones básicas: Primero de todo, no insistir si la persona no muestra señales de que sea algo que quiera cambiar. Soy consciente de la dificultad de ver a una persona cercana hacer algo que le perjudica y no poder comentarle lo bien que le vendría hacer tal cambio. Pero si decirle eso, va a hacer que nos convirtamos en alguien que le da la chapa, mejor guardárnoslo hasta que sea el momento oportuno y no quemar ese puente.
Segundo,esperar a que parte de las consecuencias naturales de ese comportamiento se presenten.
Uno puede justificar mucho un comportamiento, pero si no es saludable, probablemente parte de las consecuencias acaben saliendo más antes que después.
Si bebo demasiado alcohol, mi salud se resentirá, haré algo que me avergüence, me distanciaré de personas importantes, tendré alguna denuncia de tráfico, olvidaré algo que sucedió mientras bebía, gastaré mucho dinero en alcohol…
Es muy probable que en algún momento se presente alguna de estas consecuencias naturales de beber en exceso. En esos momentos la persona suele contactar con lo perjudicial de su comportamiento sin que nadie se lo esté diciendo. Algo que en esencia ya sabían, pero le era posible esquivar con justificaciones varias (“son cosas de mi mujer”, “no bebo tanto”, “yo voy bien”...). Sin embargo ahora, la realidad choca contra nuestras excusas. Quizás aquí se abra una ventana a hablar del problema. Quizás, si en estos momentos somos capaces de ponernos al servicio de lo que la persona necesita (escuchándolo, permitiendo que se desahogue, no reprochándole lo que ha hecho, siendo prudentes a la hora de sugerirle un cambio), no seamos los pesados que le repiten una y otra vez lo que tiene que hacer.

 

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