Lunes, 08 de Diciembre de 2025

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Teodoro Gracia
Viernes, 02 de Febrero de 2024 Actualizada Viernes, 02 de Febrero de 2024 a las 11:08:00 horas

La alegría era la expresión de su alma (Dedicado a Cati Piedehierro)

Solamente una persona que rebosa fe por los cuatro costados es capaz de decir, en completa nitidez y sabiendo que se iría para siempre, algo así: “El Señor me trajo al mundo para servir a los necesitados, cuando ya no pueda servir a los demás me llevará para servirle a él”. Eras un ser especial, de esos que te llenan la vida. Nunca entendí como, de un cuerpo tan frágil, podía emanar tanta vitalidad, tanta lucha y siempre con esa eterna sonrisa. Estoy seguro que esa alegría era la expresión de su alma. Un alma entregada y generosa para todos, sobre todo para los más débiles y eso, sin duda alguna, es lo que la hacía grande y especial.
Yo, si algún día tuviese que definir palabras como: entrega, solidaridad, compromiso o fe simplemente diría: Caty Piedehierro. Y lo diría siempre y de corazón porque la conozco de toda la vida y siempre ha estado al lado del débil, dando la cara y luchando dignamente por todo lo que consideraba justo. Cuando venía de Perú a España, nunca me faltaban sus visitas. Siempre nos fundimos en un abrazo y luego…hablaba y hablaba de lo feliz que era luchando por esos seres indefensos, sobre todo niños, que la necesitaban. Yo la miraba y me preguntaba ¿de donde sacará esa fuerza y esa valentía para enfrentarte a toda esa sinrazón e injusticia que se cruza en su camino?... por eso, siempre he creído que era un ser generoso, irrepetible y tremendamente humano.
¡Cuánto envidio su entereza hasta el último momento! A mi me gustaría ser así pero soy incapaz porque desde que supe su inesperada y breve enfermedad he sentido un dolor profundo e inmenso. He llorado de rabia e impotencia por una realidad difícilmente aceptada. Esta mañana, cuando iba camino del cementerio detrás de su féretro he tenido que retener unas lágrimas que me han inundado el alma.  Estoy seguro que ella, si nos hubiese visto tan destrozados, nos habría dicho, completamente serena, integra y con una sonrisa: “no lloréis por mí, os puedo asegurar que he sido la mujer más feliz del mundo”.
Así era Caty. Pero no todos tenemos esa fuerza. Yo, a solas y en silencio muchos días, desde que supe la gravedad de su enfermedad, he necesitado llorar su muerte, adelantarla, porque sabía que cuando sucediera de verdad, me sería muy difícil soportar tanto dolor sin estar preparado para ello.
Hoy y siempre al recordarla, seguro que podemos decir millones de palabras y frases hermosas, llorar su ausencia, recordarla eternamente pero yo creo que lo mejor que podemos hacer es sentirnos afortunados porque se nos ha dado la posibilidad de conocerla y formar parte de ese grupo de personas que nos hemos querido siempre.

 

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