La Electro Harinera
España se mantuvo neutral en el conflicto de la I Guerra Mundial (1914-1918), su actitud no impidió una subida exagerada de los precios de los alimentos y de los productos agrícolas, apareciendo una fuerte inflación, beneficiando de manera notable a las clases más pudientes y a los grandes poseedores de tierra, no sufriendo ningún incremento ni mejoras los jornales de la clase trabajadora. En esos años se crearon en Montijo varias industrias: bodegas, almazaras, elaboración del corcho, la Banca Porras, la Sociedad Anónima la Electro Harinera, y la construcción del edificio para sede de la Comunidad de Labradores, pues la anterior sede en la hoy calle Antonio Maura se había quedado pequeña.
Los Estatutos de la ‘Sociedad Anónima la Electro Harinera’ de Montijo fueron aprobados el 8 de diciembre de 1918. Se fundó con un capital social de quinientas mil pesetas, representado por diez mil acciones a cincuenta pesetas cada acción. Ningún socio podía adquirir más de quinientas acciones. La Sociedad tenía por objeto: “La fabricación y venta de harinas, pan y salvado. La explotación de luz y fuerza eléctrica. La compra, permuta, hipoteca, enajenación y cuantos actos y operaciones se relacionan con los extremos contenidos en los números anteriores”.
El primer Consejo de Administración, celebrado el 1 de enero de 1919, estuvo formado por Juan Quintana Quintana, Venancio Marín Álvarez, Juan Camacho Pichardo (farmacéutico), Manuel Zúñiga López (médico), Francisco Bautista Capote, Miguel Gutiérrez Molina, Francisco Martínez Coco y José Moreno Pereira (industrial). La Junta Organizadora para constituir la sociedad estuvo formada por Juan Quintana, Venancio Marín, Francisco Bautista, Manuel Zúñiga, Miguel Gutiérrez, Francisco Martínez, Juan Camacho, Manuel Rodríguez, Juan Félix López, Sebastián Gabardino, Francisco Calero, Antonio Cabezas, José Moreno, José Marín, Pedro Quintana, Francisco Alonso y Francisco Vivas. En su construcción intervinieron los maestros Modesto Cabezas, Antonio Cabezas, José Marín, Cristóbal Sánchez García y Antonio del Viejo Barrena.
El progreso industrial que trajo la Electro Harinera se vio afectado a finales de 1918 por la epidemia de la llamada gripe española, que se cebó especialmente en la población joven, entre dieciséis a cuarenta años, falleciendo en este segmento de edad prácticamente la mitad de los afectados, teniendo en los meses de octubre y noviembre los de mayor frecuencia de óbitos inscritos. En Montijo fallecieron ochenta y dos personas, en Puebla de la Calzada ochenta y en Lobón cuatro. En Montijo las defunciones penetraron más en la zona oeste del casco urbano: treinta y tres fallecimientos, mientras que la zona este hubo veintiún fallecidos. En ambas zonas es donde se distribuían las clases populares en las que vivían jornaleros y braceros.
Cuando las familias apenas habían salido del dolor producido por la enfermedad y la muerte, el invierno de finales de 1918 y comienzos de 1919 zozobraba aún más a la sociedad en aquellos días: “Igualmente, y en virtud de la crisis obrera por que se atraviesa por consecuencia de los temporales se acordó por unanimidad se proceda a dar ocupación al mayor número de obreros posible en el arreglo de calles y caminos y demás trabajos que sean susceptibles el utilizarlos y que se invite a la Comunidad de Labradores de esta villa a que cooperen en lo que le sea posible a aliviar dicha crisis en reparaciones de caminos de este término Municipal”. Tiempos en los que tomaron protagonismo el asociacionismo, las reivindicaciones y la lucha colectiva como una vía de actuación pública en defensa de los intereses de la clase obrera.
España se mantuvo neutral en el conflicto de la I Guerra Mundial (1914-1918), su actitud no impidió una subida exagerada de los precios de los alimentos y de los productos agrícolas, apareciendo una fuerte inflación, beneficiando de manera notable a las clases más pudientes y a los grandes poseedores de tierra, no sufriendo ningún incremento ni mejoras los jornales de la clase trabajadora. En esos años se crearon en Montijo varias industrias: bodegas, almazaras, elaboración del corcho, la Banca Porras, la Sociedad Anónima la Electro Harinera, y la construcción del edificio para sede de la Comunidad de Labradores, pues la anterior sede en la hoy calle Antonio Maura se había quedado pequeña.
Los Estatutos de la ‘Sociedad Anónima la Electro Harinera’ de Montijo fueron aprobados el 8 de diciembre de 1918. Se fundó con un capital social de quinientas mil pesetas, representado por diez mil acciones a cincuenta pesetas cada acción. Ningún socio podía adquirir más de quinientas acciones. La Sociedad tenía por objeto: “La fabricación y venta de harinas, pan y salvado. La explotación de luz y fuerza eléctrica. La compra, permuta, hipoteca, enajenación y cuantos actos y operaciones se relacionan con los extremos contenidos en los números anteriores”.
El primer Consejo de Administración, celebrado el 1 de enero de 1919, estuvo formado por Juan Quintana Quintana, Venancio Marín Álvarez, Juan Camacho Pichardo (farmacéutico), Manuel Zúñiga López (médico), Francisco Bautista Capote, Miguel Gutiérrez Molina, Francisco Martínez Coco y José Moreno Pereira (industrial). La Junta Organizadora para constituir la sociedad estuvo formada por Juan Quintana, Venancio Marín, Francisco Bautista, Manuel Zúñiga, Miguel Gutiérrez, Francisco Martínez, Juan Camacho, Manuel Rodríguez, Juan Félix López, Sebastián Gabardino, Francisco Calero, Antonio Cabezas, José Moreno, José Marín, Pedro Quintana, Francisco Alonso y Francisco Vivas. En su construcción intervinieron los maestros Modesto Cabezas, Antonio Cabezas, José Marín, Cristóbal Sánchez García y Antonio del Viejo Barrena.
El progreso industrial que trajo la Electro Harinera se vio afectado a finales de 1918 por la epidemia de la llamada gripe española, que se cebó especialmente en la población joven, entre dieciséis a cuarenta años, falleciendo en este segmento de edad prácticamente la mitad de los afectados, teniendo en los meses de octubre y noviembre los de mayor frecuencia de óbitos inscritos. En Montijo fallecieron ochenta y dos personas, en Puebla de la Calzada ochenta y en Lobón cuatro. En Montijo las defunciones penetraron más en la zona oeste del casco urbano: treinta y tres fallecimientos, mientras que la zona este hubo veintiún fallecidos. En ambas zonas es donde se distribuían las clases populares en las que vivían jornaleros y braceros.
Cuando las familias apenas habían salido del dolor producido por la enfermedad y la muerte, el invierno de finales de 1918 y comienzos de 1919 zozobraba aún más a la sociedad en aquellos días: “Igualmente, y en virtud de la crisis obrera por que se atraviesa por consecuencia de los temporales se acordó por unanimidad se proceda a dar ocupación al mayor número de obreros posible en el arreglo de calles y caminos y demás trabajos que sean susceptibles el utilizarlos y que se invite a la Comunidad de Labradores de esta villa a que cooperen en lo que le sea posible a aliviar dicha crisis en reparaciones de caminos de este término Municipal”. Tiempos en los que tomaron protagonismo el asociacionismo, las reivindicaciones y la lucha colectiva como una vía de actuación pública en defensa de los intereses de la clase obrera.