Nos fiamos demasiado de nuestros pensamientos
Vigila tus pensamientos, pues se convertirán en tus palabras y acciones del futuro”; el otro día leía esta frase en una red social y pensaba en lo absurda y dañina que puede llegar a ser para cualquiera que se la tome demasiado en serio. No es la única, hay miles de frases que parecen apuntar a que es necesario mantener un fuerte control sobre los pensamientos que nos visitan: “Lo crucial no es lo que nos pasa, sino lo que pensamos en cada momento”, “somos lo que pensamos”, “tienes que aprender a elegir tus pensamientos tal como eliges la ropa cada día...
Socialmente solemos creer que los pensamientos que tenemos constituyen nuestra forma de ver el mundo más auténtica. Somos herederos filosóficos del racionalismo y aún arrastramos muchos vestigios mentalistas.
Asumimos que nuestra forma de actuar se ve muy influida por nuestro aprendizaje, las experiencias que hemos vivido y el contexto en el que nos movemos. Nadie piensa que uno actúa como le sale en cada momento sin influencia alguna del entorno. Sin embargo, la concepción general parece apuntar a que nuestros pensamientos son una excepción a esta regla. Creemos que por el hecho de ser privados y no observables de forma directa, podemos librarnos de la supervisión de los demás. Por ello, se suele pensar que de alguna forma reflejan con mayor claridad nuestra esencia, pues al fin y al cabo no está “contaminada” por los otros.
De este modo, es frecuente que muchas personas se preocupen cuando les visitan pensamientos que dicen cosas que ellos no desean.
Pongamos por ejemplo que Fulanito lleva tiempo apoyando a su pareja en el estudio de una oposición y al recibir la noticia de que no ha aprobado piensa, “mejor, no quiero que la manden a cualquier lugar de España, así estará aquí conmigo”.
Como Fulanito le da una gran importancia a lo que piensa, este hecho le llevará a cuestionarse si estas son sus verdaderas intenciones con su pareja. Si eso le convierte esencialmente en una persona egoísta. Si el tiempo que pasó ayudando a su pareja no lo dedicó tal vez a boicotear su estudio para conseguir este oscuro propósito…
Fulanito es presa de esta filosofía que le dice que debe controlar sus pensamientos y está tan metido en ella que no es capaz de distinguir sus pensamientos de sus deseos.
Si fulanito entendiera que muchos de sus pensamientos no son más que relaciones que su cerebro produce en un determinado contexto, que él no elige y no controla, Quizás podría aceptar estos eventos mentales con mayor serenidad, aún cuando no le gusten y no esté de acuerdo con su contenido.
Vigila tus pensamientos, pues se convertirán en tus palabras y acciones del futuro”; el otro día leía esta frase en una red social y pensaba en lo absurda y dañina que puede llegar a ser para cualquiera que se la tome demasiado en serio. No es la única, hay miles de frases que parecen apuntar a que es necesario mantener un fuerte control sobre los pensamientos que nos visitan: “Lo crucial no es lo que nos pasa, sino lo que pensamos en cada momento”, “somos lo que pensamos”, “tienes que aprender a elegir tus pensamientos tal como eliges la ropa cada día...
Socialmente solemos creer que los pensamientos que tenemos constituyen nuestra forma de ver el mundo más auténtica. Somos herederos filosóficos del racionalismo y aún arrastramos muchos vestigios mentalistas.
Asumimos que nuestra forma de actuar se ve muy influida por nuestro aprendizaje, las experiencias que hemos vivido y el contexto en el que nos movemos. Nadie piensa que uno actúa como le sale en cada momento sin influencia alguna del entorno. Sin embargo, la concepción general parece apuntar a que nuestros pensamientos son una excepción a esta regla. Creemos que por el hecho de ser privados y no observables de forma directa, podemos librarnos de la supervisión de los demás. Por ello, se suele pensar que de alguna forma reflejan con mayor claridad nuestra esencia, pues al fin y al cabo no está “contaminada” por los otros.
De este modo, es frecuente que muchas personas se preocupen cuando les visitan pensamientos que dicen cosas que ellos no desean.
Pongamos por ejemplo que Fulanito lleva tiempo apoyando a su pareja en el estudio de una oposición y al recibir la noticia de que no ha aprobado piensa, “mejor, no quiero que la manden a cualquier lugar de España, así estará aquí conmigo”.
Como Fulanito le da una gran importancia a lo que piensa, este hecho le llevará a cuestionarse si estas son sus verdaderas intenciones con su pareja. Si eso le convierte esencialmente en una persona egoísta. Si el tiempo que pasó ayudando a su pareja no lo dedicó tal vez a boicotear su estudio para conseguir este oscuro propósito…
Fulanito es presa de esta filosofía que le dice que debe controlar sus pensamientos y está tan metido en ella que no es capaz de distinguir sus pensamientos de sus deseos.
Si fulanito entendiera que muchos de sus pensamientos no son más que relaciones que su cerebro produce en un determinado contexto, que él no elige y no controla, Quizás podría aceptar estos eventos mentales con mayor serenidad, aún cuando no le gusten y no esté de acuerdo con su contenido.