El terremoto de Lisboa
El 1 de noviembre de 1755, festividad de Todos los Santos, sucedió el Terremoto de Lisboa, que por su duración y virulencia ocasionó cerca de cien mil víctimas. El ochenta y cinco por ciento de los edificios de la capital lisboeta sufrieron considerables daños. El seísmo recorrió el territorio portugués y el reino de España, no siendo ajenos los daños producidos en los territorios extremeños, y, evidentemente, nuestra comarca no fue una excepción. La iglesia de Lobón quedó inhabitable por el gran destrozo que hizo en sus bóvedas y torre, permaneciendo varios años cerrada al culto. Varias ermitas de la comarca: Montijo, Lobón y Puebla de la Calzada padecieron las secuelas del mismo. En Montijo, las grietas visibles en la fachada de la iglesia de San Pedro Apóstol evidencian el impacto que causó en el templo parroquial. En La Roca de la Sierra el temblor causó daños en la bóveda de la iglesia de Santa María del Prado
Varios fueron los contratistas que licitaron las obras de la iglesia de Lobón tras el terremoto. La documentación que ofrece el Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza, Ducado de Frías, referencia a Lorenzo Álvarez Santos, maestro alarife de Mérida; Francisco Santos y compañía, de Badajoz; Francisco Merchán, Diego Álvarez, Juan García y compañía de Zafra; Fernando y Tomás Feria de la ciudad sevillana de Carmona. Ninguno de ellos logró el remate de las obras, que recayó en Marcelino Pérez Valera, maestro de origen portugués y vecino de la ciudad de Mérida, en 60.300 reales. La fecha del remate de las obras se hizo el 5 de septiembre de 1766.
El retablo mayor de Ntra. Señora de la Asunción de Lobón, obra de Luis de Morales, concluido en 1556, sufrió un grave deterioro. La documentación señala “del retablo se han caído algunos Santos y Piezas de él”. El programa pictórico contenía seis tablas hechas a pincel con pasajes de la vida de la Virgen, acompañadas de la imagen labrada de la Asunción, seis apóstoles y un calvario que remataba el ático. La causa de la desaparición de este retablo hay que buscarla aquí, en las graves secuelas que sobre el templo causó el terremoto de Lisboa. Durante los años que el templo parroquial estuvo cerrado, el culto, la administración de sacramentos y las actividades pastorales se hicieron en el convento franciscano de Santiago y en la ermita de Ntra. Sra. de los Remedios, aunque ésta también estaba algo derrotada a causa del terremoto. En idéntica situación ocurría en las ermitas de los Santos Mártires y San Blas.
Alonso Marcos Mendo, cura párroco de Lobón, al día siguiente de producirse el seísmo, 2 de noviembre de 1755, escribe a la duquesa viuda de Arco, propietaria de la villa y de los diezmos de su término, en el que informa de la situación inhabitable del templo por la gran ruina que amenaza: “la torre de la referida Yglesia se havrio por muchas partes, la voveda del campanario dio en tierra, las bóvedas de la Yglesia dela grada del Altar Maior para abaxo se han caído muchos pedazos de modo que ha quedado inavitable por la grande ruina que está amenazando”. El 5 de noviembre de 1755, los maestros alarifes Juan Luis y Manuel Ramos, vecinos de Montijo y Puebla de la Calzada, emitieron otro informe conviniendo que la iglesia estuviera cerrada. Las obras se demoraron debido a la testamentaria de la duquesa de Arcos y a la compra por parte del duque de Uceda, a los herederos de ésta, de las propiedades de la casa de Lobón, al no disponer de certificación del Contador de los diezmos percibidos por la duquesa desde el año del terremoto hasta su fallecimiento. Hasta 1792, finales del siglo XVIII, no se concluyeron las obras de canceles, retablos, órganos y atrios de la iglesia.
El 1 de noviembre de 1755, festividad de Todos los Santos, sucedió el Terremoto de Lisboa, que por su duración y virulencia ocasionó cerca de cien mil víctimas. El ochenta y cinco por ciento de los edificios de la capital lisboeta sufrieron considerables daños. El seísmo recorrió el territorio portugués y el reino de España, no siendo ajenos los daños producidos en los territorios extremeños, y, evidentemente, nuestra comarca no fue una excepción. La iglesia de Lobón quedó inhabitable por el gran destrozo que hizo en sus bóvedas y torre, permaneciendo varios años cerrada al culto. Varias ermitas de la comarca: Montijo, Lobón y Puebla de la Calzada padecieron las secuelas del mismo. En Montijo, las grietas visibles en la fachada de la iglesia de San Pedro Apóstol evidencian el impacto que causó en el templo parroquial. En La Roca de la Sierra el temblor causó daños en la bóveda de la iglesia de Santa María del Prado
Varios fueron los contratistas que licitaron las obras de la iglesia de Lobón tras el terremoto. La documentación que ofrece el Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza, Ducado de Frías, referencia a Lorenzo Álvarez Santos, maestro alarife de Mérida; Francisco Santos y compañía, de Badajoz; Francisco Merchán, Diego Álvarez, Juan García y compañía de Zafra; Fernando y Tomás Feria de la ciudad sevillana de Carmona. Ninguno de ellos logró el remate de las obras, que recayó en Marcelino Pérez Valera, maestro de origen portugués y vecino de la ciudad de Mérida, en 60.300 reales. La fecha del remate de las obras se hizo el 5 de septiembre de 1766.
El retablo mayor de Ntra. Señora de la Asunción de Lobón, obra de Luis de Morales, concluido en 1556, sufrió un grave deterioro. La documentación señala “del retablo se han caído algunos Santos y Piezas de él”. El programa pictórico contenía seis tablas hechas a pincel con pasajes de la vida de la Virgen, acompañadas de la imagen labrada de la Asunción, seis apóstoles y un calvario que remataba el ático. La causa de la desaparición de este retablo hay que buscarla aquí, en las graves secuelas que sobre el templo causó el terremoto de Lisboa. Durante los años que el templo parroquial estuvo cerrado, el culto, la administración de sacramentos y las actividades pastorales se hicieron en el convento franciscano de Santiago y en la ermita de Ntra. Sra. de los Remedios, aunque ésta también estaba algo derrotada a causa del terremoto. En idéntica situación ocurría en las ermitas de los Santos Mártires y San Blas.
Alonso Marcos Mendo, cura párroco de Lobón, al día siguiente de producirse el seísmo, 2 de noviembre de 1755, escribe a la duquesa viuda de Arco, propietaria de la villa y de los diezmos de su término, en el que informa de la situación inhabitable del templo por la gran ruina que amenaza: “la torre de la referida Yglesia se havrio por muchas partes, la voveda del campanario dio en tierra, las bóvedas de la Yglesia dela grada del Altar Maior para abaxo se han caído muchos pedazos de modo que ha quedado inavitable por la grande ruina que está amenazando”. El 5 de noviembre de 1755, los maestros alarifes Juan Luis y Manuel Ramos, vecinos de Montijo y Puebla de la Calzada, emitieron otro informe conviniendo que la iglesia estuviera cerrada. Las obras se demoraron debido a la testamentaria de la duquesa de Arcos y a la compra por parte del duque de Uceda, a los herederos de ésta, de las propiedades de la casa de Lobón, al no disponer de certificación del Contador de los diezmos percibidos por la duquesa desde el año del terremoto hasta su fallecimiento. Hasta 1792, finales del siglo XVIII, no se concluyeron las obras de canceles, retablos, órganos y atrios de la iglesia.