Mamá
Si hay alguna figura que merece que le dedique una columna es la madre, a la que comúnmente llamamos mamá y que nos acompaña en nuestros primeros años sin despegarse de nuestro alrededor para posteriormente estar permanentemente, aunque observando desde la distancia. La relación entre madre e hijo/a cambia por completo a lo largo de la vida. En los primeros años, es total la dependencia hacia ella. Los primeros roces, los primeros olores, las primeras voces que escuchamos provienen de nuestra madre. La oímos desde el interior, lo que permite que su voz sea quien nos calme cuando algo nos asusta, Nuestra trayectoria vital en nuestros diez primeros años pasa por ella como referente: Es quien nos abre a la vida, la que nos socializa, la que nos educa y de ahí la importancia en nuestra primera etapa formativa. Será la que nos una a ella con un lazo invisible del que no nos desprenderemos el resto de nuestra vida.
Acabada esta etapa, llega la adolescencia en el que ese apego va a ir cambiando y, de ser una pegatina, pasamos a ser ariscos a sus caricias, a desafiar sus decisiones, a contrariarla midiendo hasta donde ponemos el listón. De ahí la importancia que adquiere tener mano izquierda y saber templar los ánimos de la bomba de hormonas de los adolescentes. Es esta etapa la que la comunicación fluida de una madre con su hijo es vital y la paciencia se convierte en la mejor herramienta. Sabiendo mantenerla, una madre tendrá a su hijo a su lado de por vida.
Y llega el momento en que dejamos la que ha sido nuestra casa y hacemos vida independiente. Es el mejor momento de devolver a nuestras madres la importancia de haber formado parte durante todo el tiempo anterior de su vida. Y sí, es verdad que nuestra nueva vida nos procura desconexión con nuestros padres. Has de dedicar tiempo a tus quehaceres, pero has de recordar permanentemente las horas de educación que ellos, tus padres, han tenido contigo. Has de recordar la infinidad de sacrificios que (y para ser correctos, generalmente la mayor parte tu madre) han hecho por ti y que, ahora que ya mayores han quedado solos, agradecen tus visitas y tus preocupaciones por lo que ellos no pueden hacer. Porque llega un día en el que tu madre y tu padre van a desaparecer de forma física de tu vida sin vuelta atrás, y es cuando ves la importancia y trascendencia que TU MADRE ha jugado en tu vida y quizás es ese momento cuando caes en la cuenta qué, durante todos estos años pasados has ido a verla mucho menos de lo que ella necesitaba, menos de lo que ella merecía. Pues ya es tarde… Recuerda “en el amor de una madre no existe la palabra imposible” y “el título más importante que puede conceder la vida, el ser madre” y recuerda que el día de mañana TÚ vas a ocupar el lugar de tu madre.
Si hay alguna figura que merece que le dedique una columna es la madre, a la que comúnmente llamamos mamá y que nos acompaña en nuestros primeros años sin despegarse de nuestro alrededor para posteriormente estar permanentemente, aunque observando desde la distancia. La relación entre madre e hijo/a cambia por completo a lo largo de la vida. En los primeros años, es total la dependencia hacia ella. Los primeros roces, los primeros olores, las primeras voces que escuchamos provienen de nuestra madre. La oímos desde el interior, lo que permite que su voz sea quien nos calme cuando algo nos asusta, Nuestra trayectoria vital en nuestros diez primeros años pasa por ella como referente: Es quien nos abre a la vida, la que nos socializa, la que nos educa y de ahí la importancia en nuestra primera etapa formativa. Será la que nos una a ella con un lazo invisible del que no nos desprenderemos el resto de nuestra vida.
Acabada esta etapa, llega la adolescencia en el que ese apego va a ir cambiando y, de ser una pegatina, pasamos a ser ariscos a sus caricias, a desafiar sus decisiones, a contrariarla midiendo hasta donde ponemos el listón. De ahí la importancia que adquiere tener mano izquierda y saber templar los ánimos de la bomba de hormonas de los adolescentes. Es esta etapa la que la comunicación fluida de una madre con su hijo es vital y la paciencia se convierte en la mejor herramienta. Sabiendo mantenerla, una madre tendrá a su hijo a su lado de por vida.
Y llega el momento en que dejamos la que ha sido nuestra casa y hacemos vida independiente. Es el mejor momento de devolver a nuestras madres la importancia de haber formado parte durante todo el tiempo anterior de su vida. Y sí, es verdad que nuestra nueva vida nos procura desconexión con nuestros padres. Has de dedicar tiempo a tus quehaceres, pero has de recordar permanentemente las horas de educación que ellos, tus padres, han tenido contigo. Has de recordar la infinidad de sacrificios que (y para ser correctos, generalmente la mayor parte tu madre) han hecho por ti y que, ahora que ya mayores han quedado solos, agradecen tus visitas y tus preocupaciones por lo que ellos no pueden hacer. Porque llega un día en el que tu madre y tu padre van a desaparecer de forma física de tu vida sin vuelta atrás, y es cuando ves la importancia y trascendencia que TU MADRE ha jugado en tu vida y quizás es ese momento cuando caes en la cuenta qué, durante todos estos años pasados has ido a verla mucho menos de lo que ella necesitaba, menos de lo que ella merecía. Pues ya es tarde… Recuerda “en el amor de una madre no existe la palabra imposible” y “el título más importante que puede conceder la vida, el ser madre” y recuerda que el día de mañana TÚ vas a ocupar el lugar de tu madre.
























