Escenario tras las elecciones
Tras las elecciones del pasado 23J se ha producido un hecho inédito en nuestra historia democrática ya que por primera vez puede que no gobierne quien ha ganado las elecciones, o que gobierne quien no ha ganado, todo según se mire, si finalmente Puigdemont acaba entregando las llaves de La Moncloa a Pedro Sánchez. Tradicionalmente en España todas las fuerzas políticas han respetado y favorecido la máxima de que quien gana las generales tiene la obligación y la responsabilidad de gobernar y de conformar los apoyos suficientes para la investidura.
Sánchez está ante la encrucijada de asumir el lugar que los españoles le han prefijado en las urnas, que es la oposición, o bien demuestra que está dispuesto a gobernar sin contar con el respaldo de los españoles por primera vez en 45 años de democracia ya que no ha sido la opción más votada.
En un escenario de creciente polarización con los dos bloques ideológicos prácticamente empatados en número de escaños y con el fantasma del bloqueo en el horizonte hay muchos analistas que apuntan a un “déjà vu” como si volviéramos al siglo pasado cuando Felipe González adelantó las elecciones de 1993 por la crisis institucional (eran los años de la corrupción y la caída del felipismo) ganando en última instancia esas elecciones el PSOE en las que las encuestas también daban como gran favorito al PP. Esa legislatura que arrancó en el 93 solamente duró tres años y fue un auténtico calvario para el PSOE, una lenta agonía, hasta que finalmente se produjo la victoria de Aznar en 1996.
Desde que la noche del 23J se cerraron las urnas y se realizó el escrutinio de los votos, hemos escuchado interpretaciones para todos los gustos y colores sobre el impacto y las consecuencias del resultado electoral. Una de las palabras clave puede ser la de moderación ya que los votantes españoles quitaron casi dos millones de votos a los extremos del arco parlamentario.
En algunos foros también se ha lanzado la idea de la alianza entre los dos principales partidos es una práctica habitual en el viejo continente europeo donde países como Austria vivieron prácticamente desde la guerra bajo esta fórmula de entendimiento. Holanda, Bélgica, Irlanda, Finlandia, Alemania y hasta Italia han tenido experiencia de pacto entre los grandes partidos.
Resulta curioso que un 45% de los españoles cree que sería positivo que PP y PSOE pudieran llegar a un pacto de gobierno ya que una hipotética gran coalición, la alianza de gobierno entre los dos principales partidos del país, sería bien recibida por los españoles, según el último estudio de BBVA sobre la cultura política en nuestro país.
Tras las elecciones del pasado 23J se ha producido un hecho inédito en nuestra historia democrática ya que por primera vez puede que no gobierne quien ha ganado las elecciones, o que gobierne quien no ha ganado, todo según se mire, si finalmente Puigdemont acaba entregando las llaves de La Moncloa a Pedro Sánchez. Tradicionalmente en España todas las fuerzas políticas han respetado y favorecido la máxima de que quien gana las generales tiene la obligación y la responsabilidad de gobernar y de conformar los apoyos suficientes para la investidura.
Sánchez está ante la encrucijada de asumir el lugar que los españoles le han prefijado en las urnas, que es la oposición, o bien demuestra que está dispuesto a gobernar sin contar con el respaldo de los españoles por primera vez en 45 años de democracia ya que no ha sido la opción más votada.
En un escenario de creciente polarización con los dos bloques ideológicos prácticamente empatados en número de escaños y con el fantasma del bloqueo en el horizonte hay muchos analistas que apuntan a un “déjà vu” como si volviéramos al siglo pasado cuando Felipe González adelantó las elecciones de 1993 por la crisis institucional (eran los años de la corrupción y la caída del felipismo) ganando en última instancia esas elecciones el PSOE en las que las encuestas también daban como gran favorito al PP. Esa legislatura que arrancó en el 93 solamente duró tres años y fue un auténtico calvario para el PSOE, una lenta agonía, hasta que finalmente se produjo la victoria de Aznar en 1996.
Desde que la noche del 23J se cerraron las urnas y se realizó el escrutinio de los votos, hemos escuchado interpretaciones para todos los gustos y colores sobre el impacto y las consecuencias del resultado electoral. Una de las palabras clave puede ser la de moderación ya que los votantes españoles quitaron casi dos millones de votos a los extremos del arco parlamentario.
En algunos foros también se ha lanzado la idea de la alianza entre los dos principales partidos es una práctica habitual en el viejo continente europeo donde países como Austria vivieron prácticamente desde la guerra bajo esta fórmula de entendimiento. Holanda, Bélgica, Irlanda, Finlandia, Alemania y hasta Italia han tenido experiencia de pacto entre los grandes partidos.
Resulta curioso que un 45% de los españoles cree que sería positivo que PP y PSOE pudieran llegar a un pacto de gobierno ya que una hipotética gran coalición, la alianza de gobierno entre los dos principales partidos del país, sería bien recibida por los españoles, según el último estudio de BBVA sobre la cultura política en nuestro país.





















