La Coca Cola Light y el condicionamiento clásico
Corría el año 1982 y la multinacional de refrescos sacó un nuevo producto revolucionario: la Coca Cola Light. Una versión no azucarada y con un sabor bastante similar al refresco original. El público estaba encantado con la propuesta. Era la era del fitness, del aeróbic, de cuidar el cuerpo y esto parecía la solución perfecta para reducir algunas calorías sin renunciar a nada (o eso rezaban los eslóganes publicitarios).
Sin embargo, durante los primeros meses del lanzamiento del producto empezó a darse un fenómeno de difícil explicación: Muchas de los consumidores de Coca Cola Light experimentaban síntomas asimilables a una bajada de azúcar (cierta sensación de mareo, mayor apetito, sudoración…). Tras analizar esto en laboratorio se comprobó que efectivamente, muchas personas se hallaban en hipoglucemia. ¿Cómo era esto posible? El refresco no contenía azúcar y de haberlo contenido, lo esperable sería una hiperglucemia, no al contrario.
Es aquí donde entra a formar parte nuestro amigo el condicionamiento clásico. Para quien no lo conozca, el condicionamiento clásico es un tipo de aprendizaje en el que un estímulo neutro se asocia repetidamente con un estímulo que ya provoca una respuesta, de forma que ese estímulo neutro comienza a provocar la misma respuesta que el anterior.
Hasta la fecha, tomar una Coca Cola implicaba consumir unos 25 gramos de azúcar y el organismo tenía que responder ante ello generando la suficiente insulina para poder procesarla. Esta nueva versión light no contenía azúcar, pero daba igual, el cuerpo seguía respondiendo como si la tuviera.
Si siempre que tomábamos Coca Cola, se producía una llegada de azúcar, habíamos asociado ese refresco y sus características (líquido negro burbujeante, cierto aroma y cierto sabor) con ese efecto (llegada de glucosa a sangre y generación de insulina). Da igual que la persona supiera que ahora esta nueva bebida no tenía esa sustancia, el organismo responde del mismo modo. Es como cuando salibamos ante el olor de la comida recién hecha. Da igual que sepamos que aún no vamos a poder comer, nuestro organismo anticipa la llegada de cierto alimento y se prepara para digerirlo.
De esta forma, la Coca Cola estaba asociada con el azúcar y cuando las personas iban a tomar esta nueva receta, generaban igualmente bastante cantidad de insulina. Sustancia que metabolizaba la glucosa que había disponible en sangre (no excesiva por no haber aporte extra del refresco) y se producía la hipoglucemia antes descrita.
De esta forma la historia de aprendizaje de las personas y no la química era la responsable de estos efectos indeseados.
Corría el año 1982 y la multinacional de refrescos sacó un nuevo producto revolucionario: la Coca Cola Light. Una versión no azucarada y con un sabor bastante similar al refresco original. El público estaba encantado con la propuesta. Era la era del fitness, del aeróbic, de cuidar el cuerpo y esto parecía la solución perfecta para reducir algunas calorías sin renunciar a nada (o eso rezaban los eslóganes publicitarios).
Sin embargo, durante los primeros meses del lanzamiento del producto empezó a darse un fenómeno de difícil explicación: Muchas de los consumidores de Coca Cola Light experimentaban síntomas asimilables a una bajada de azúcar (cierta sensación de mareo, mayor apetito, sudoración…). Tras analizar esto en laboratorio se comprobó que efectivamente, muchas personas se hallaban en hipoglucemia. ¿Cómo era esto posible? El refresco no contenía azúcar y de haberlo contenido, lo esperable sería una hiperglucemia, no al contrario.
Es aquí donde entra a formar parte nuestro amigo el condicionamiento clásico. Para quien no lo conozca, el condicionamiento clásico es un tipo de aprendizaje en el que un estímulo neutro se asocia repetidamente con un estímulo que ya provoca una respuesta, de forma que ese estímulo neutro comienza a provocar la misma respuesta que el anterior.
Hasta la fecha, tomar una Coca Cola implicaba consumir unos 25 gramos de azúcar y el organismo tenía que responder ante ello generando la suficiente insulina para poder procesarla. Esta nueva versión light no contenía azúcar, pero daba igual, el cuerpo seguía respondiendo como si la tuviera.
Si siempre que tomábamos Coca Cola, se producía una llegada de azúcar, habíamos asociado ese refresco y sus características (líquido negro burbujeante, cierto aroma y cierto sabor) con ese efecto (llegada de glucosa a sangre y generación de insulina). Da igual que la persona supiera que ahora esta nueva bebida no tenía esa sustancia, el organismo responde del mismo modo. Es como cuando salibamos ante el olor de la comida recién hecha. Da igual que sepamos que aún no vamos a poder comer, nuestro organismo anticipa la llegada de cierto alimento y se prepara para digerirlo.
De esta forma, la Coca Cola estaba asociada con el azúcar y cuando las personas iban a tomar esta nueva receta, generaban igualmente bastante cantidad de insulina. Sustancia que metabolizaba la glucosa que había disponible en sangre (no excesiva por no haber aporte extra del refresco) y se producía la hipoglucemia antes descrita.
De esta forma la historia de aprendizaje de las personas y no la química era la responsable de estos efectos indeseados.
























