Sábado, 01 de Noviembre de 2025

Actualizada Viernes, 31 de Octubre de 2025 a las 20:10:49 horas

Manuel Regalado del Viejo · Montijo | 537
Jueves, 10 de Marzo de 2011

Las razones y sinrazones de los idiomas extranjeros · Manuel Regalado del Viejo · Montijo

Conversando con unos conocidos, salió a comentario el género musical denominado como el jazz, y no sé si por despiste o falta de atención la pronuncié tal y como se lee en castellano. Me dí cuenta seguidamente como iniciaban unas sonrisitas burlones. Rectifiqué de momento para no pasar por paleto e ignorante. Se da el caso de que conozco la pronunciación correcta de hace muchos años por mi vinculación con la música y mis conocimientos elementales de la misma.
Don Pablo Sánchez, aquel maestro de la enseñanza que marcó una época, nos decía en mis tiempos de colegial, cuando reíamos los disparates que contestaban algunos alumnos a las preguntas del profesor o criticábamos el carácter o comportamiento de ciertos condiscípulos; no por ser peores, sino diferentes: “¡Que nadie ría ni murmure de nadie, que somos de carne humana y no hay pellejo de aceite que no tenga su botana!”.
Para acallar su prepotencia, les conté una anécdota del eminente filólogo Menéndez Pelayo. Dando una conferencia ante un auditorio pretencioso y engreído al citar a Shakespeare lo nombró tal y como se escribe. Inmediatamente aquel público acogió con risas mirándose unos a otros como diciéndose: ¿Quién es este patán que nos quiere ilustrar dándonos una conferencia? Don Marcelino ni se inmutó, ni hizo una simple mueca, pero sí prosiguió su discurso hasta el final totalmente hablado en inglés y, además de dar una lección y quedar en ridículo a unos pedantes, los humilló a que no se enteraran de nada.
Parece que el único idioma que existe sea éste, pues los demás, al menos los más usuales, se permiten todas las incorrecciones sin que se tengan en cuenta tantos detalles. Lo principal es saber el origen de lo que se esté tratando y después todo lo demás. No presumamos de cultos, si es que expresamos bien cuatro palabras, ¡no más!, ya que si queremos ser perfectos, habría que aprenderlo y ellos sabían de inglés lo mismo que yo, o sea, ¡nada!
Los que escriben para ser leídos, bien deberían ponerse de acuerdo en estas cuestiones y no crear confusión a los que no estamos iniciados en ninguna lengua. Unas veces las palabras nos vienen en su origen gramatical y otras traducidas al español. ¿En qué quedamos? El poeta alemán Goethe se lee de distinta manera, como es lógico, si hay que ser entendido, sin embargo Behetoven, también alemán, todo el mundo lo pronuncia tal y como viene escrito. ¿Hay quien lo entienda? En una ocasión hablando con un alemán que sabía perfectamente nuestro idioma, le pregunté cómo era su pronunciación de origen y me dijo un Behetoven para mí desconocido que en nada se parecía al “nuestro”. Nada tan sencillo a los que escriben para ser leídos, colocar después de cada palabra extranjera, entre paréntesis, la traducción correcta para los no iniciados y así aprenderíamos todos y nos evitaríamos las sonrisitas irónicas de los que paradójicamente no conocen del inglés ni una vocal.
Parece que la cultura es sólo la que se aprende en los estudios superiores y en los libros de texto; sin embargo hay tanto tipo de cultura que ni siquiera se menciona porque no se considera como tal.
Posiblemente el políglota que domina varios idiomas no distingue una plantación de patatas de otra de tomates (aunque este ejemplo sea una perogrullada) sin que por ello se tenga que avergonzar, no obstante, el labriego que lee de manera titubeante y conoce lo más elemental, tiene que inclinar la cabeza por ser considerado un atrasado y además ser mirado por arriba de los hombros.
Mas, para que todo funciones a la perfección, ambas deben caminar juntas, puesto que se necesitan la una de la otra.
Los que producen y siembran, los que trabajan físicamente, a veces en oficios de bastante riesgo, los que se echan a la mar desafiando sus peligros para que luego los cultos alabar las exquisiteces gastronómicas en los buenos restaurantes, olvidándose de los que se cree que no piensan y hacen posibles estos milagros.
Se cuenta una historieta, de un sabio que pretende cruzar a la orilla opuesta de un río muy caudaloso y contrata los servicios de una barca. En la travesía va haciendo preguntas al barquero, siempre con respuestas negativas. Por último si le gusta leer:
-Pues sí, contestó éste.
-Y ¿qué lee, qué lee?
-Pues lo que cae en mis manos, algunos cuentos…
-Entonces conocerá los famosos cuentos de Andersen.
-¡No…! volvió a contestar.
-¡Pero cómo!- exclamó el erudito, al menos habrá oído hablar de su autor.
-Tampoco, añadió el preguntado.
Hasta que ya, como colofón preguntó que al menos conocería al escritor español Miguel de Cervantes, conocido universalmente como el más grande novelista que se conoce, con su obra “Don Quijote de la Mancha”, comentada hasta la saciedad por las mentes más ilustres y que no ignoran ni los niños de cuatro años. Como era de esperar, la contestación permaneció negativa hasta el final.
Pero mira por dónde, la barca comenzó a hacer aguas, y por más que el dueño intentaba achicar, el nivel iba siendo cada vez más elevado. Entonces fue el dueño quien preguntó:
-¿Sabe usted nadar?
-Ni idea.
-Pues en estos momentos es lo que importa saber, así que sintiéndolo mucho, quédese con sus saberes y encomiéndese a Dios.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.