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Lucas Navareño
Viernes, 04 de Noviembre de 2022 Actualizada Viernes, 04 de Noviembre de 2022 a las 19:41:44 horas

La nueva depresión sonriente

Según pasan los días, vamos encontrando nuevas secuelas y nuevas definiciones que se incorporan a nuestro vademécum de enfermedades. Tras el aumento del número de depresiones relacionadas con la COVID, leo un artículo que me envía un amigo y en el que hablan de una nueva enfermedad difícil de diagnosticar por no presentar evidencias. Quienes lo padecen, tienen momentos eufóricos, te saludan si se cruzan contigo por la calle, siguen trabajando con toda normalidad y ríen con su gente cercana. Todo normal ¿verdad?, pero, sin embargo, en su interior piensan que sentirse tristes es un mero rasgo de su personalidad sin mayor importancia. Nada los delata, nadie ve que algo está mal en ellos, pero poco a poco, su salud mental se va resintiendo hasta que todo explota y acaba mal, o termina en manos de un especialista. En definitiva, quienes padecen la llamada depresión sonriente (también denominada depresión silenciosa o distimia), no muestra el patrón que nos resulta conocido para poder poner a quien lo padece en manos de un especialista. Es tan silenciosa, que hasta el mismo sujeto es muchas veces inconsciente de que se encuentra en ese estado. Sufren momentos de euforia y caen sin saber el motivo en un profundo malestar.  Uno de los puntos problemáticos de estos enfermos es que se confunde ese tipo de emociones con su propia personalidad. Asumimos que si esa persona es constantemente pesimista es porque su carácter lo es.
Habría que dilucidar si la depresión sonriente ha existido desde siempre, o ha sido la sociedad actual la que la han hecho aflorar. Es verdad que la crisis del coronavirus ha tenido unos efectos muy perniciosos, especialmente sobre la población más frágil económicamente. Según un estudio publicado en The Lancet, en España la pandemia aumentó en un 47% los problemas de salud entre los adolescentes. Las redes sociales no ayudan precisamente. En ellas, no aparecer feliz está mal visto. Hay que demostrar que se tiene una vida perfecta lo que crea una falsa ilusión de felicidad, una máscara de cara a las pantallas de los móviles. Ocultamos nuestro estado anímico y solamente enseñamos fotos bonitas y mensajes de optimismo.
Y hablando de optimismo, así quiero ser, pero hay que ser también realista. Sabiendo de la existencia del problema, es más sencillo darle solución. Si tenemos la menor sospecha de que alguna de las personas de nuestro entorno pueda estar sufriendo esta enfermedad, sería aconsejable ponerlo en mano de los especialistas. Los avances en psiquiatría y psicología han sido tan numerosos en la última década, que un problema emocional si se coge en sus comienzos y se le pone tratamiento adecuado, tiene grandes posibilidades de dejar de ser problema. [email protected]

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