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M.G. Cienfuegos | 1573
Jueves, 03 de Noviembre de 2022 Actualizada Jueves, 03 de Noviembre de 2022 a las 13:16:42 horas

Ana García. “Desde la sencillez de sus versos”

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La veo venir desde la Barriada Juan XXIII, que es donde ella vive. Cruzar la Avenida del Progreso y caminar por la calle Virgen de Barbaño hasta su parroquia, la de San Gregorio Ostiense. Cuando era pequeña y visitaba a su abuela, siempre la encontraba rezando. Así que, los valores cristianos le quedaron impresos, y con ellos la transmisión en la devoción hacia la Virgen de Barbaño, Patrona de Montijo: “Te pido de corazón que nos aumentes la fe, la salud y mucho amor también. Te pido Señora, un poquito de trabajo para los padres de familia que se encuentran en el paro, que muchos vienen a verte, y yo les veo rezando”.
Ana no pretende ser protagonista de nada. Sus ojos, desde su sencillez, han visto el paso del tiempo, los años y la vida, ahora ha llegado al umbral de los noventa. Con todo lo que el camino y su transcurrir determinan. Tiempos favorables y otros que acarrean muchas veces las tristezas que nos producen desasosiegos e incertidumbres.
Ana no fue a la escuela, las circunstancias de los años difíciles de la posguerra los plasma y agudiza en sus versos: “Fuimos muy poco al colegio/ hay que decir la verdad/pero sí nos enseñaron/ a tener que respetar/ Ahora estudian muchos años/ tienen que tener cultura/pero tocante al respeto/no hay ninguna asignatura/ Y deberían tenerla/sepan los profesores/que bien merece un suspenso/quien contesta a los mayores” (Del poema Abuelo).
Desde pequeña le apasionó saber leer y escribir. Y cual autodidacta fue entregándose a pasar las páginas de libros y revistas con capacidad, voluntad y empeño hasta lograrlo.
El pasado 8 de septiembre, en el Acto Institucional que organiza el Ayuntamiento de Montijo dije “que desde el anonimato, hay mucho hijos predilectos de Montijo, que en su día a día, desde la sencillez hacen un Montijo mejor. A todos ellos mi admiración. Porque con Hesíodo, poeta griego: Nunca seremos recolectores de esbeltas espigas o de flores si en los surcos, nuestros diarios empeños carecen de la fuerza que les dan los sueños”.
Ana García está entre las hijas predilectas de Montijo. Comenzó a trabajar desde bien joven en el obrador de Mariano Serrano, Pastelería Serrano, en la calle Antonio Maura. Tuvo que dejarlo para atender necesidades de la familia. Ayuda, trabajo y servicio dieron razón a su vida.
Pertenece a la Asociación de Viudas Ntra. Señora de Barbaño y a los Grupos de Liturgia de la Parroquia de San Gregorio Ostiense.  
Quienes la conocen destacan de ella su fortaleza, tesón, constancia y servicio. Ana García se codea con el paisanaje desde la humildad.

 

Los versos de Ana

Su religiosidad le ha llevado a componer tres poemas dedicados al Nacimiento de Jesús, Semana Santa en mi pueblo y Jesús Resucitado. “Vamos a parar un rato, a ver si esto se me quita/ Viendo que no le pasaba pararon/ Ella se tumbó y en un abrir y cerrar de ojos/aquel niñito nació/ Esta es la historia/ señores del que vino sin avisar/ a quitarnos los pecados/ y tener una vida en paz”.
En los versos de Ana García se palpan los sentimientos del pueblo: “Silencio, silencio, mucho silencio/ hasta que pasó aquel hombre corriendo/ dando voces que decía:/ ¡lo han crucificado, lo han crucificado!/ Yo salí y pregunté: ¿A quién han crucificado?/ A Jesús el carpintero”.
Ana desde su pertenencia en la fe del Resucitado, la expresa en versos: “A las once de la noche/ de que se cierran las puertas/ pasaron los carceleros/revisando todas las puertas/ y vieron la de este preso/ que estaban todas abiertas”.
Sus versos también afloran amor: “Sólo tengo quince años/ y tú sólo diecisiete/ y hemos empezado temprano/ y no me gustaría que  fuera sólo un amor de besarnos/ Pues yo te quiero a ti mucho/ y tú a mí también me lo estás demostrando”.
Ana García padeció el desgarro producido por el adiós de su nieto Jorge, al que llama “Botoncito” en su poema: “Yo tenía un botoncito dentro de mi corazón/ Era blanco y pequeñito como un vago de arroz/ De la luz lo defendía, en los días de calor/ Yo tenía un botoncito dentro de mi corazón/ Fue creciendo y mi sombra transformó/Fue tan alto como un árbol y su frente como un sol/ Fue creciendo y al regazo me llegó/ Y se fue por un camino, como arroyo arrastrador/ y lo perdí para siempre, llevándose mi corazón/ Yo tenía un botoncito y mi vida se acabó”.
La complicidad de Matilde Sánchez Agreda ha podido acercarme a los versos de Ana García y darlos a conocer. Muchas gracias por ello.  

 

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