La Feria del cólera
Durante el siglo XIX varias fueron las oleadas que ocasionó la epidemia del cólera morbo. España sufrió epidemias en 1833-1834, 1854-1855 y 1884-1886, entre otras, convirtiéndose en el gran asesino de la población española, pues se calcula en cerca de ochocientas mil las víctimas causadas por la cadena de epidemias de cólera sufridas a lo largo de aquel siglo. En Montijo, en los meses de junio y julio de 1855 fallecieron 136 adultos y 64 párvulos. En igual período, fallecen en Puebla de la Calzada 36 adultos y 6 párvulos. En Lobón se registran para igual período 16 actas de defunciones por cólera morbo, sobre 56 defunciones totales para 1855. Ante aquellas circunstancias escribo sobre la epidemia que sufrió la población de Montijo en 1884 y sus consecuencias. “A comienzos de julio se daba cuenta en sesión plenaria de los acuerdos tomados por la Junta Local de Sanidad sobre medidas higiénicas ante el temor de la posible aparición del cólera morbo. Acordándose el reconocimiento de los puntos de venta, por las noticias que habían llegado a la población de algunas partidas de bacalao en mal estado, procediéndose si así fuera a ser decomisadas en el acto”. Una semana del acuerdo se dio cuenta de “haber sido aprendidas nueve cajas y media en el comercio de los señores Muro y Lena, diecinueve arrobas a Francisco Fuentes y tres cuartos de arroba a Casimiro Moreno, que todo estaba en descomposición y por lo tanto se mandaron a quemar”. El comercio de Lena estaba en la calle comercial por excelencia, la de la Cárcel, actual de Eugenio Hermoso.
En la antesala de la Feria, los regidores municipales toman, junto con otras medidas, la dolorosa decisión de reducir los días de festejos, “se dio cuenta del acuerdo tomado en el día anterior por la Junta de Sanidad disponiendo, entre otras cosas, que por este año se reduzca la feria a la velada que antiguamente se celebraba a la Patrona Ntra. Señora de Barbaño, la víspera de su santo y a todo el día ocho, levantándose los puestos que se establezcan en las primeras horas de la mañana del día nueve y que no se consientan más puestos que los que figuren los vecinos y los de Puebla de la Calzada”. Dos meses de aquellas medidas preventivas contra el cólera se pagaban al maestro carpintero Pedro Hernández, doscientas cuarenta y dos pesetas con veinticinco céntimos, por la construcción de una caseta de madera situada en la parte saliente de la estación del ferrocarril con destino a lazareto (dependencia sanitaria en las que se aislaba a los infectados o sospechosos de enfermedades contagiosas). También, Juan Barril Carrillo, arrendatario de la huerta de la ermita de Barbaño, pedía el 7/II/1886, “una indemnización por los perjuicios ocasionados con motivo de haber tenido durante el verano último destinada a casa de observación de coléricos la ermita y casa de Barbaño, contigua a la huerta del mismo nombre, no habiendo podido enajenar sus productos por no consentirle la entrada en ninguno de los pueblos limítrofes”. La Corporación, en la sesión del 28 de marzo concedió satisfacerle la cantidad de ciento veinticinco pesetas.
En aquel estado de cosas y siendo alcalde Narciso Bravo Mateo, se aprobó, en la sesión del 30/XI/1884, instruir expediente para subastar las obras de un Paseo que se pretende construir alrededor de la iglesia, lo que hoy conocemos como atrio, nombrando para ello una comisión formada por los concejales Bautista, Mateo y Jerez. De acuerdo con el proyecto hecho por el arquitecto provincial Ventura Vaca. Un mes después se daba el visto bueno al pliego de condiciones para la subasta de las obras. El único licitador fue Jerónimo Cabezas González, maestro de obras y vecino de Montijo, por la suma de nueve mil cuatrocientas veinte pesetas con diez céntimos. Paseo que con los años fue el lugar para el Real de la Feria, al ser trasladado desde la Plaza Mayor. Pero esa es otra historia.
Durante el siglo XIX varias fueron las oleadas que ocasionó la epidemia del cólera morbo. España sufrió epidemias en 1833-1834, 1854-1855 y 1884-1886, entre otras, convirtiéndose en el gran asesino de la población española, pues se calcula en cerca de ochocientas mil las víctimas causadas por la cadena de epidemias de cólera sufridas a lo largo de aquel siglo. En Montijo, en los meses de junio y julio de 1855 fallecieron 136 adultos y 64 párvulos. En igual período, fallecen en Puebla de la Calzada 36 adultos y 6 párvulos. En Lobón se registran para igual período 16 actas de defunciones por cólera morbo, sobre 56 defunciones totales para 1855. Ante aquellas circunstancias escribo sobre la epidemia que sufrió la población de Montijo en 1884 y sus consecuencias. “A comienzos de julio se daba cuenta en sesión plenaria de los acuerdos tomados por la Junta Local de Sanidad sobre medidas higiénicas ante el temor de la posible aparición del cólera morbo. Acordándose el reconocimiento de los puntos de venta, por las noticias que habían llegado a la población de algunas partidas de bacalao en mal estado, procediéndose si así fuera a ser decomisadas en el acto”. Una semana del acuerdo se dio cuenta de “haber sido aprendidas nueve cajas y media en el comercio de los señores Muro y Lena, diecinueve arrobas a Francisco Fuentes y tres cuartos de arroba a Casimiro Moreno, que todo estaba en descomposición y por lo tanto se mandaron a quemar”. El comercio de Lena estaba en la calle comercial por excelencia, la de la Cárcel, actual de Eugenio Hermoso.
En la antesala de la Feria, los regidores municipales toman, junto con otras medidas, la dolorosa decisión de reducir los días de festejos, “se dio cuenta del acuerdo tomado en el día anterior por la Junta de Sanidad disponiendo, entre otras cosas, que por este año se reduzca la feria a la velada que antiguamente se celebraba a la Patrona Ntra. Señora de Barbaño, la víspera de su santo y a todo el día ocho, levantándose los puestos que se establezcan en las primeras horas de la mañana del día nueve y que no se consientan más puestos que los que figuren los vecinos y los de Puebla de la Calzada”. Dos meses de aquellas medidas preventivas contra el cólera se pagaban al maestro carpintero Pedro Hernández, doscientas cuarenta y dos pesetas con veinticinco céntimos, por la construcción de una caseta de madera situada en la parte saliente de la estación del ferrocarril con destino a lazareto (dependencia sanitaria en las que se aislaba a los infectados o sospechosos de enfermedades contagiosas). También, Juan Barril Carrillo, arrendatario de la huerta de la ermita de Barbaño, pedía el 7/II/1886, “una indemnización por los perjuicios ocasionados con motivo de haber tenido durante el verano último destinada a casa de observación de coléricos la ermita y casa de Barbaño, contigua a la huerta del mismo nombre, no habiendo podido enajenar sus productos por no consentirle la entrada en ninguno de los pueblos limítrofes”. La Corporación, en la sesión del 28 de marzo concedió satisfacerle la cantidad de ciento veinticinco pesetas.
En aquel estado de cosas y siendo alcalde Narciso Bravo Mateo, se aprobó, en la sesión del 30/XI/1884, instruir expediente para subastar las obras de un Paseo que se pretende construir alrededor de la iglesia, lo que hoy conocemos como atrio, nombrando para ello una comisión formada por los concejales Bautista, Mateo y Jerez. De acuerdo con el proyecto hecho por el arquitecto provincial Ventura Vaca. Un mes después se daba el visto bueno al pliego de condiciones para la subasta de las obras. El único licitador fue Jerónimo Cabezas González, maestro de obras y vecino de Montijo, por la suma de nueve mil cuatrocientas veinte pesetas con diez céntimos. Paseo que con los años fue el lugar para el Real de la Feria, al ser trasladado desde la Plaza Mayor. Pero esa es otra historia.