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Andrés Acevedo
Lunes, 08 de Agosto de 2022 Actualizada Lunes, 08 de Agosto de 2022 a las 17:23:10 horas

Bloquearse es más que quedarse quieto

Llamamos bloqueo psicológico a aquella experiencia en la que nos sentimos verdaderamente incapaces de realizar una tarea que en otras ocasiones hacíamos con soltura (estudiar, hablar en público, conducir…)
La persona que lo sufre, lo experimenta como algo muy desagradable y verdaderamente problemático, pero no deja de ser una estrategia de defensa frente a un momento de muchísima tensión. No es exclusivo de los seres humanos, se trata de uno de los mecanismos de supervivencia más antiguos que existen (patrón de lucha, huida o parálisis). Es cierto que conducir un coche, hablar en público o enfrentarse a un exámen nada tienen que ver con que nos persiga un depredador y quedarnos paralizados no va a hacer que el peligro pase de largo. Sin embargo, los problemas modernos llevan apenas una fracción de tiempo en nuestro recorrido evolutivo.
Es importante dejar claro que aunque lo podamos ver como un problema en sí, en realidad el bloqueo no es más que la forma de reaccionar a algo y por tanto no es más que el último eslabón de toda una cadena de conductas que lo provocan.
Esta cadena suele comenzar con una interpretación de aquello que se está realizando como algo realmente peligroso para la vida o el bienestar de la persona (“si no apruebo este exámen ¿cómo voy a ser capaz de sacarme la carrera?”, “todo el mudo me estará mirando y percibirán cada fallo que tenga al exponer el tema”, “si tengo cualquier mínimo error, puedo tener un accidente con el coche”).
A continuación, como respuesta al miedo, hacemos las típicas cosas que llevan a un cierto alivio a corto plazo y a un aumento a largo: evitar ciertas situaciones, pensarlo una y otra vez repasando cada detalle, buscar soluciones a problemas hipotéticos, esquivar hablar del tema…
Aquí ya vamos teniendo algunos ingredientes buenos para cocinar el bloqueo, pero nos hace falta el más importante: el miedo al propio bloqueo y la lucha por evitarlo.
Hasta el momento podría haber sido un miedo como cualquier otro, pero en cuanto empezamos a tratar de prevenir el bloqueo, llevamos a cabo un patrón atencional que nos desconecta de la situación, que nos hace percibirnos como espectadores, que amplifica cualquier mínima respuesta corporal y la convierte en un síntoma de que efectivamente  aquello que queremos evitar va a llegar. Ahora sí, sólo falta una chispa para que todo esto pretenda (una mirada del profesor , una palabra que se atasque, el pitido de otro coche…)
Bloquearse es mucho más que quedarse quieto, es todo un patrón de afrontamiento a una situación que nos genera malestar. Por ello no suele resultar eficaz buscar una solución solo al bloqueo sin tener en cuenta su interpretación, las conductas que aumentan su temor y la lucha contra el propio bloqueo.

 

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