Las tres causas de los problemas psicológicos
Es muy común que al principio del proceso terapéutico las personas se pregunten cuál es el motivo de que se encuentren en esta situación. Porqué ellos y no otros y porqué en este momento y no antes o después..
La medicina tradicionalmente ha respondido a estas cuestiones con un análisis que le es propio: el diagnóstico clínico. La psicología como ciencia más joven, trató de imitar a su hermana mayor elaborando toda una serie de etiquetas psiquiátricas que pudieran dar cuenta de la amplia diversidad de sufrimiento que padecen las personas. Sin embargo, como cuando usas una ropa que te han prestado, esto no quedaba demasiado bien. Ayudaba al entendimiento entre profesionales, pero no resultaba útil para comprender por qué la persona se encontraba así, ni qué podemos hacer para que salga de esa situación.
Un acercamiento más interesante a mi parecer es el que hace la terapia de conducta, que divide los porqués en tres causas cronológicas.
Para empezar tenemos las causas predisponentes. Aquí englobaríamos cualquier experiencia pasada que facilite que gestionemos mal una emoción (que huyamos de ella, nos desborde o tratemos de ignorarla). Pueden ser estilos de crianza, reglas que la persona mantiene desde hace mucho, modelos que ha tenido de cómo se afronta esa emoción…
Estas causas por sí solas no explican la aparición del problema, pero de alguna manera crean un caldo de cultivo en el que es más sencillo que aparezca. Nos inducen a actuar de una forma que lo facilita.
A continuación nos encontramos las causas disparadoras. Estas dan cuenta de por qué aparece el problema justo en este momento. La persona lleva mucho tiempo con esos factores predisponentes y no siempre se había sentido mal. Qué factores se han sumado para que a partir de ese momento se sienta peor. Pueden ser situaciones de despido, duelo, pérdida de la relación de pareja, exámenes…
Por último, las más importantes para la intervención, las causas mantenedoras. Son las únicas causas sobre las que podemos ejercer control y nos hablan de qué comportamientos lleva a cabo la persona que mantiene su malestar en estos momentos. Qué obtiene comportándose así a corto plazo y de qué manera eso le enreda en una trampa a largo plazo. Puede ser escapar de una situación desagradable, huir de un pensamiento que no soporta, buscar un alivio rápido cuando se siente mal… Cualquier comportamiento que se dé en el presente y que favorezca el malestar.
Solo podemos comprender a alguien si entendemos su pasado (predisponentes), su situación cercana (precipitantes) y lo que busca al comportarse así (mantenedores). Por eso creo que esta es la mejor manera de acercarse al sufrimiento de una persona.
Es muy común que al principio del proceso terapéutico las personas se pregunten cuál es el motivo de que se encuentren en esta situación. Porqué ellos y no otros y porqué en este momento y no antes o después..
La medicina tradicionalmente ha respondido a estas cuestiones con un análisis que le es propio: el diagnóstico clínico. La psicología como ciencia más joven, trató de imitar a su hermana mayor elaborando toda una serie de etiquetas psiquiátricas que pudieran dar cuenta de la amplia diversidad de sufrimiento que padecen las personas. Sin embargo, como cuando usas una ropa que te han prestado, esto no quedaba demasiado bien. Ayudaba al entendimiento entre profesionales, pero no resultaba útil para comprender por qué la persona se encontraba así, ni qué podemos hacer para que salga de esa situación.
Un acercamiento más interesante a mi parecer es el que hace la terapia de conducta, que divide los porqués en tres causas cronológicas.
Para empezar tenemos las causas predisponentes. Aquí englobaríamos cualquier experiencia pasada que facilite que gestionemos mal una emoción (que huyamos de ella, nos desborde o tratemos de ignorarla). Pueden ser estilos de crianza, reglas que la persona mantiene desde hace mucho, modelos que ha tenido de cómo se afronta esa emoción…
Estas causas por sí solas no explican la aparición del problema, pero de alguna manera crean un caldo de cultivo en el que es más sencillo que aparezca. Nos inducen a actuar de una forma que lo facilita.
A continuación nos encontramos las causas disparadoras. Estas dan cuenta de por qué aparece el problema justo en este momento. La persona lleva mucho tiempo con esos factores predisponentes y no siempre se había sentido mal. Qué factores se han sumado para que a partir de ese momento se sienta peor. Pueden ser situaciones de despido, duelo, pérdida de la relación de pareja, exámenes…
Por último, las más importantes para la intervención, las causas mantenedoras. Son las únicas causas sobre las que podemos ejercer control y nos hablan de qué comportamientos lleva a cabo la persona que mantiene su malestar en estos momentos. Qué obtiene comportándose así a corto plazo y de qué manera eso le enreda en una trampa a largo plazo. Puede ser escapar de una situación desagradable, huir de un pensamiento que no soporta, buscar un alivio rápido cuando se siente mal… Cualquier comportamiento que se dé en el presente y que favorezca el malestar.
Solo podemos comprender a alguien si entendemos su pasado (predisponentes), su situación cercana (precipitantes) y lo que busca al comportarse así (mantenedores). Por eso creo que esta es la mejor manera de acercarse al sufrimiento de una persona.