¿Y si necesitáramos modelos?
Con frecuencia nos encontramos con personas que han padecido alguna infidelidad en su relación de pareja (sea ésta puntual o mantenida, emocional o sexual, en persona o virtual). Dejando a un lado que el concepto de infidelidad es un término moral, que cada pareja negocia y pacta (de forma más o menos implícita) con el otro miembro y que sus límites son bastante más difusos de lo que suele parecer, lo que está claro es que sea cual sea su forma, suele causar mucho dolor en quien que lo sufre.
Normalmente la persona entra en un bucle de rumia sobre distintos porqués, siente rabia, miedo, desconfianza y lo que es más curioso; vergüenza. La persona que ha padecido la infidelidad siente vergüenza por algo que él o ella no ha hecho. Por algo que incluso deseaba evitar.
Con la idea de ayudarle, podríamos analizar de forma lógica esta situación y decirle que uno sólo es responsable de los actos propios y que no tiene sentido sentirse avergonzado por la conducta de otro.
Podríamos hacer un recorrido histórico y explicar que provenimos de una cultura de la honra, en la que la dignidad estaba íntimamente ligada a la posición que te otorgaban los demás. Por lo que la familia, la pareja o los hijos determinaban nuestra posición ante la gente.
Podríamos hacer muchas cosas para analizar este proceso, pero sin embargo, éstas cosas difícilmente harán sentir mejor a la persona que en estos momentos está sufriendo. Tal vez le ayuden a comprender mejor por qué se siente así, que sea crítica con esa visión que todos hemos introyectado de la cultura… Pero aún cuando la persona haga todo esto, se seguirá sintiendo extraña. Y es que, muy probablemente, le faltarán modelos de personas a quien le hayan sido infiel que lo lleven con entereza, con dignidad, sin vergüenza de ello.
Superhéroes con diversidad funcional, personajes de Disney lgtbi, mujeres científicas o directivas de grandes empresas…es de sobra conocido que cuando queremos normalizar y fomentar actitudes que nos parecen deseables en la sociedad, no es suficiente con entender que es posible, lógico o bueno. Necesitamos verlo, necesitamos que nos suene conocido, que se nos haga familiar. De lo contrario, podemos estar muy convencidos de que algo es lo correcto, pero si no estamos acostumbrados a ello, nos sentiremos raros, como en un lugar incómodo en el que sin saber muy bien por qué parece que no deberíamos estar.
Por todo ello, ojalá empecemos a ver protagonistas de películas (no románticas) que sufren una infidelidad, canciones que normalicen otras reacciones distintas a la pena y el abatimiento, famosos que lo reconocen con toda normalidad... Quizá así deje de ser un tabú que todos negamos pero compartimos.
Con frecuencia nos encontramos con personas que han padecido alguna infidelidad en su relación de pareja (sea ésta puntual o mantenida, emocional o sexual, en persona o virtual). Dejando a un lado que el concepto de infidelidad es un término moral, que cada pareja negocia y pacta (de forma más o menos implícita) con el otro miembro y que sus límites son bastante más difusos de lo que suele parecer, lo que está claro es que sea cual sea su forma, suele causar mucho dolor en quien que lo sufre.
Normalmente la persona entra en un bucle de rumia sobre distintos porqués, siente rabia, miedo, desconfianza y lo que es más curioso; vergüenza. La persona que ha padecido la infidelidad siente vergüenza por algo que él o ella no ha hecho. Por algo que incluso deseaba evitar.
Con la idea de ayudarle, podríamos analizar de forma lógica esta situación y decirle que uno sólo es responsable de los actos propios y que no tiene sentido sentirse avergonzado por la conducta de otro.
Podríamos hacer un recorrido histórico y explicar que provenimos de una cultura de la honra, en la que la dignidad estaba íntimamente ligada a la posición que te otorgaban los demás. Por lo que la familia, la pareja o los hijos determinaban nuestra posición ante la gente.
Podríamos hacer muchas cosas para analizar este proceso, pero sin embargo, éstas cosas difícilmente harán sentir mejor a la persona que en estos momentos está sufriendo. Tal vez le ayuden a comprender mejor por qué se siente así, que sea crítica con esa visión que todos hemos introyectado de la cultura… Pero aún cuando la persona haga todo esto, se seguirá sintiendo extraña. Y es que, muy probablemente, le faltarán modelos de personas a quien le hayan sido infiel que lo lleven con entereza, con dignidad, sin vergüenza de ello.
Superhéroes con diversidad funcional, personajes de Disney lgtbi, mujeres científicas o directivas de grandes empresas…es de sobra conocido que cuando queremos normalizar y fomentar actitudes que nos parecen deseables en la sociedad, no es suficiente con entender que es posible, lógico o bueno. Necesitamos verlo, necesitamos que nos suene conocido, que se nos haga familiar. De lo contrario, podemos estar muy convencidos de que algo es lo correcto, pero si no estamos acostumbrados a ello, nos sentiremos raros, como en un lugar incómodo en el que sin saber muy bien por qué parece que no deberíamos estar.
Por todo ello, ojalá empecemos a ver protagonistas de películas (no románticas) que sufren una infidelidad, canciones que normalicen otras reacciones distintas a la pena y el abatimiento, famosos que lo reconocen con toda normalidad... Quizá así deje de ser un tabú que todos negamos pero compartimos.