Hablar con adolescentes
La comunicación es como una red que va entretejiendo todos los aspectos de nuestra vida. Recientemente me han pedido que trate la comunicación con adolescentes, algo que he trabajado muchas veces en las escuelas de padres, porque produce mucho desasosiego. Es un gran desencuentro el que se produce en esta etapa familiar, en la que los adultos tenemos que montar una buena estrategia. ¡Ellos bastante lío tienen con el caos en el que se ha convertido su cabeza y su vida! Un lío que les hace mostrarse a veces antipáticos, huraños, rebeldes, críticos y distantes. Digo a veces, porque otras son maravillosos. Como dos en uno. En esta etapa confusa los adultos tendremos que mantener una buena gestión emocional y afinar la comunicación.
Se trata de escuchar, más que de hablar. Escuchar tranquilamente (¡qué difícil!), mordiéndonos la lengua cada vez que nos surge una crítica, una ironía, un consejo o una batallita de cuando nosotros teníamos su edad. Cada vez que hacemos eso estamos levantando un muro. Respira hondo, mantén la calma y, si quieres construir una buena relación, escucha toda la historia que te está contando, hasta el final. Y después ponte a su lado para ayudarle a encontrar el mejor camino.
El problema es que nuestros encuentros con ellos se parecen mucho a un interrogatorio: “¿Dónde has estado?¿Con quién? ¡No habréis bebido, ¿verdad?!”. Mejor es sacar temas generales, estar atentos a las señales cuando quieren intervenir y respetar sus opiniones, aunque a veces nos parezcan disparates. Y dar nuestros propios argumentos sin atacar. Así se animarán a ir abriéndose más veces. Tuve la suerte de tener una madre que actuaba así. Muchas veces me pregunto cómo podía poner esa cara de interés ante las mil tonterías que yo le decía. Me respondía: “Fíjate, pues yo lo veo de otra manera...". Y me contaba. Con los años he entendido su estrategia y me parece admirable. Consiguió que tuviéramos una relación abierta, respetuosa y logró educar sin imponer.
Sólo si nosotros escuchamos ellos nos escucharán. Funciona muy bien crear un espacio compartido sólo por dos: tú y tu adolescente. Propiciar algún plan sin nadie más. Mejor fuera de casa, en un ambiente más relajado y distendido, donde no pongamos nosotros todas las normas. Unas compras, un helado, un paseo sin más familiares ni amigos. Los adolescentes prefieren espacios muy íntimos para abrirse y expresar sus inquietudes. Y necesitan poder hacerlo para no tragarse solos esos sapos a los que se tienen que enfrentar en su nueva vida. Mejor acompañarlos en su proceso que convertirnos en sus enemigos. Es algo que siempre nos agradecerán.
La comunicación es como una red que va entretejiendo todos los aspectos de nuestra vida. Recientemente me han pedido que trate la comunicación con adolescentes, algo que he trabajado muchas veces en las escuelas de padres, porque produce mucho desasosiego. Es un gran desencuentro el que se produce en esta etapa familiar, en la que los adultos tenemos que montar una buena estrategia. ¡Ellos bastante lío tienen con el caos en el que se ha convertido su cabeza y su vida! Un lío que les hace mostrarse a veces antipáticos, huraños, rebeldes, críticos y distantes. Digo a veces, porque otras son maravillosos. Como dos en uno. En esta etapa confusa los adultos tendremos que mantener una buena gestión emocional y afinar la comunicación.
Se trata de escuchar, más que de hablar. Escuchar tranquilamente (¡qué difícil!), mordiéndonos la lengua cada vez que nos surge una crítica, una ironía, un consejo o una batallita de cuando nosotros teníamos su edad. Cada vez que hacemos eso estamos levantando un muro. Respira hondo, mantén la calma y, si quieres construir una buena relación, escucha toda la historia que te está contando, hasta el final. Y después ponte a su lado para ayudarle a encontrar el mejor camino.
El problema es que nuestros encuentros con ellos se parecen mucho a un interrogatorio: “¿Dónde has estado?¿Con quién? ¡No habréis bebido, ¿verdad?!”. Mejor es sacar temas generales, estar atentos a las señales cuando quieren intervenir y respetar sus opiniones, aunque a veces nos parezcan disparates. Y dar nuestros propios argumentos sin atacar. Así se animarán a ir abriéndose más veces. Tuve la suerte de tener una madre que actuaba así. Muchas veces me pregunto cómo podía poner esa cara de interés ante las mil tonterías que yo le decía. Me respondía: “Fíjate, pues yo lo veo de otra manera...". Y me contaba. Con los años he entendido su estrategia y me parece admirable. Consiguió que tuviéramos una relación abierta, respetuosa y logró educar sin imponer.
Sólo si nosotros escuchamos ellos nos escucharán. Funciona muy bien crear un espacio compartido sólo por dos: tú y tu adolescente. Propiciar algún plan sin nadie más. Mejor fuera de casa, en un ambiente más relajado y distendido, donde no pongamos nosotros todas las normas. Unas compras, un helado, un paseo sin más familiares ni amigos. Los adolescentes prefieren espacios muy íntimos para abrirse y expresar sus inquietudes. Y necesitan poder hacerlo para no tragarse solos esos sapos a los que se tienen que enfrentar en su nueva vida. Mejor acompañarlos en su proceso que convertirnos en sus enemigos. Es algo que siempre nos agradecerán.