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Andrés Acevedo
Jueves, 03 de Marzo de 2022 Actualizada Jueves, 03 de Marzo de 2022 a las 11:20:56 horas

La importancia de saber cuándo no decir

Fulanito acaba de sufrir una pérdida importante. Su pareja acaba de fallecer tras un tiempo luchando contra una enfermedad. Las personas de su alrededor se apresuran a tratar de consolarlo y he aquí el primer error del que derivarán todos los posteriores: creer que hay algo que se pueda hacer o decir para que no se sienta mal. Con la mejor intención, sus amigos y familiares repetirán los manidos mantras de “no te preocupes, todo pasará”, “así es la vida”, ”está mejor en ese lugar” o “ya está descansando”.
Si Fulanito puede verlo con perspectiva, entenderá que sólo son frases hechas que la gente repite sin detenerse demasiado en el contenido, con el propósito de animarle.
Si Fulanito no puede verlo con esa distancia, se sentirá extraño y absolutamente incomprendido en su dolor. Rodeado de personas que tienen otro sentir y que le dicen que debe cambiar el suyo para verlo de
una forma menos negativa.
En muchas ocasiones estas frases hechas salen de nuestra boca casi sin querer, como una respuesta que hemos aprendido a dar automáticamente en estas situaciones. Y es que, para las personas que están alrededor es muy difícil no saber qué decir. Tenemos miedo a meter la pata, a que el doliente se sienta aún peor en el silencio y nos apresuramos a hacer cualquier cosa que nos parezca que puede aliviarlo. Es como si ver así a la otra persona, empatizar con él, sostener esa tristeza que nos devuelve nos resultará tan difícil que hacemos cualquier cosa por dejar de sentirlo. Buscando de este modo un alivio que resulta más eficaz para nosotros que para él.
Hay muchas cosas que se pueden hacer por la persona que sufre, pero todas deben partir de la base de que es imposible que deje de sentirse mal por nuestra acción directa, que es algo normal y saludable  dadas las circunstancias que está viviendo.
Podemos acompañarlo, permitir su desahogo, normalizar su sufrimiento, mostrarle que estamos para lo que le haga falta, podemos permitirle hablar de lo que él necesite (sea de fútbol o de su dolor).
En esencia, podemos estar para él, al servicio de lo que vaya demandando y no con un esquema de actuación rígido que lo mismo aplicaremos para Fulanito hoy que para Menganita dentro de 5 años con  problemas y vidas totalmente distintas.
Si estamos atentos y dispuestos a sostener el dolor que la otra persona nos transmite, hay mucho en lo que ayudar, pero la mayoría de veces fallamos porque estamos demasiados ansiosos por acertar lo más
rápido posible.
Por ello resulta muy relevante saber cuándo no decir y sólo estar.

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