Música y solidaridad
El poder de la música sigue siendo un arcano pues todavía no se han descubierto todos sus posibilidades benefactoras para el desarrollo social; tanto en la vertiente personal como en el provecho global. La música amansa a las fieras y nosotros, como animales racionales que somos, así lo podemos constatar. Desde el inicio de los tiempos la música ha tenido un principal protagonismo en nuestra cotidianidad; la música es la banda sonora que siempre ha acompañado a nuestra vida y también la de los filósofos griegos con su música de los planetas.
La música nos acompaña en celebraciones, en actos conmemorativos y gozosos y en dolidos funerales. La música está presente en nuestro diario quehacer y siempre recurrimos a ella para fomentar la alegría, la solidaridad y su impronta humanista. La música es el idioma del alma; la que es capaz de unir a cualquier mortal aunque sea de diferentes hablares y culturas. La música es un arma de construcción masiva… Dicen que cuando acaban las palabras, comienza la música, sobre todo cuando se convierte en el vehículo idóneo para practicar la armonía y el humanismo cívico. Practicar la empatía, el ponerse en el lugar del otro es imprescindible para lograr el humanismo necesario que requiere el ejercicio de la solidaridad. La solidaridad también exige entrenamiento como cualquier deporte que se precie. La solidaridad no es caridad; la solidaridad es una declaración de amor humano, sobre todo, cuando conoces de cerca al más necesitado, al protagonista, al destinatario de la acción. El maleficio “Ojalá te cases un músico”, responde a la idea de que este tipo de artistas, los músicos, suelen más de una vez, dedicarse a labores supremas propias de los moradores del Olimpo, dejando a un lado en repetidas ocasiones las necesidades más cotidianas. Frecuentemente filtrean con las musas del cosmos olvidando las obligaciones domiciliarias, siempre buscando la composición idónea para aportar algo más bello a la vida, o para mitigar su nostalgia patriótica, merodeando más por el reino de la inopia que en el de la vida real.
MÚSICOS SOLIDARIOS SIN FRONTERAS llama a todas las personas relacionadas con la música, nuestro idioma más internacional, a sintonizar con este ideario, a tratar de paliar y corregir cualquier injusticia social, cualquier vulneración de la dignidad de la persona y sus derechos.
Lo maravilloso de la SOLIDARIDAD es que puede cambiar un montón de cosas. Los pequeños gestos son los que construyen una sociedad más fuerte.
Sabemos que hay gente que lo necesita, y que hay gente que ante esto prefiere taparse los oidos. Pero también hay millones de buenas personas que iluminan la VIDA y hacen el camino más llevadero.
Y es que la solidaridad ha ido siempre pareja a la música, o la música a la solidaridad.
El poder de la música sigue siendo un arcano pues todavía no se han descubierto todos sus posibilidades benefactoras para el desarrollo social; tanto en la vertiente personal como en el provecho global. La música amansa a las fieras y nosotros, como animales racionales que somos, así lo podemos constatar. Desde el inicio de los tiempos la música ha tenido un principal protagonismo en nuestra cotidianidad; la música es la banda sonora que siempre ha acompañado a nuestra vida y también la de los filósofos griegos con su música de los planetas.
La música nos acompaña en celebraciones, en actos conmemorativos y gozosos y en dolidos funerales. La música está presente en nuestro diario quehacer y siempre recurrimos a ella para fomentar la alegría, la solidaridad y su impronta humanista. La música es el idioma del alma; la que es capaz de unir a cualquier mortal aunque sea de diferentes hablares y culturas. La música es un arma de construcción masiva… Dicen que cuando acaban las palabras, comienza la música, sobre todo cuando se convierte en el vehículo idóneo para practicar la armonía y el humanismo cívico. Practicar la empatía, el ponerse en el lugar del otro es imprescindible para lograr el humanismo necesario que requiere el ejercicio de la solidaridad. La solidaridad también exige entrenamiento como cualquier deporte que se precie. La solidaridad no es caridad; la solidaridad es una declaración de amor humano, sobre todo, cuando conoces de cerca al más necesitado, al protagonista, al destinatario de la acción. El maleficio “Ojalá te cases un músico”, responde a la idea de que este tipo de artistas, los músicos, suelen más de una vez, dedicarse a labores supremas propias de los moradores del Olimpo, dejando a un lado en repetidas ocasiones las necesidades más cotidianas. Frecuentemente filtrean con las musas del cosmos olvidando las obligaciones domiciliarias, siempre buscando la composición idónea para aportar algo más bello a la vida, o para mitigar su nostalgia patriótica, merodeando más por el reino de la inopia que en el de la vida real.
MÚSICOS SOLIDARIOS SIN FRONTERAS llama a todas las personas relacionadas con la música, nuestro idioma más internacional, a sintonizar con este ideario, a tratar de paliar y corregir cualquier injusticia social, cualquier vulneración de la dignidad de la persona y sus derechos.
Lo maravilloso de la SOLIDARIDAD es que puede cambiar un montón de cosas. Los pequeños gestos son los que construyen una sociedad más fuerte.
Sabemos que hay gente que lo necesita, y que hay gente que ante esto prefiere taparse los oidos. Pero también hay millones de buenas personas que iluminan la VIDA y hacen el camino más llevadero.
Y es que la solidaridad ha ido siempre pareja a la música, o la música a la solidaridad.