Ubuntu
Recientemente se ha celebrado el Día de la Justicia Social, que no se refiere a las leyes tradicionales, sino al equilibrio entre el bien común y el bien personal, que busca la igualdad, la paz y el reparto equitativo de los bienes. Es un maravilloso concepto que habla de proteger los derechos más fundamentales de las personas, como son la vida, el derecho a una vivienda digna, a un empleo y a formar una familia. Este año, por circunstancias profesionales, he profundizado en este tema que está o debería estar en nuestro día a día. Creo que la mayoría tenemos claro que sin justicia social no hay desarrollo posible, porque esto no se trata de que haya personas que hagan grandes avances, desproporcionados avances, mientras otras se quedan paralizadas y sin esperanza. Esto va de otra cosa. No hay desarrollo real si no miramos para los lados y tiramos unos de otros.
Profundizar en este concepto me ha recordado una pequeña historia que me contaron. ¿He dicho pequeña? No, en realidad es una de las historias más grandes que he oído. Un grupo español estaba hace unos años en África haciendo labores humanitarias, trabajando con niños. Carecían de todo, entre otras cosas de juguetes, algo tan importante para su desarrollo. Les llevaron un balón de fútbol y les enseñaron las reglas del juego sobre un campo improvisado, estableciendo unos premios para el equipo ganador. Cuando empezó el partido, se sorprendieron porque los pequeños tenían una dinámica extraña para una mente occidental: cuando un equipo metía un gol, se enfocaba a ayudar al equipo contrario a meter otro. Y todos gritaban muy contentos una palabra “¡Ubuntu!”. De nuevo marcaban un gol y sobre la marcha otro los contrarios. Y así hasta que el partido terminó en rotundo empate. “¡Ubuntu!” gritaban agarrados todos felices al trofeo. Los españoles, perplejos, preguntaron el significado de la palabra, tratando de entender lo que acababa de pasar: Ubuntu significa “yo soy porque todos somos”. ¿De qué nos sirve ganar si los otros pierden? Lo divertido es que todos ganemos.
Menuda lección.
En los últimos dos años estamos viviendo momentos convulsos que empezaron con una pandemia mundial y ahora nos revuelcan con una guerra a las puertas de Europa, es decir, nuestros vecinos de al lado. Pensaba estos días que debemos tener la Justicia Social más presente que nunca, para no caer en la trampa de pensar que si yo me salvo de todo esto ya es suficiente. No es así, ni mucho menos. Tomar conciencia de nuestra aportación particular es importante y necesario. Ubuntu, tú eres porque todos somos.
Recientemente se ha celebrado el Día de la Justicia Social, que no se refiere a las leyes tradicionales, sino al equilibrio entre el bien común y el bien personal, que busca la igualdad, la paz y el reparto equitativo de los bienes. Es un maravilloso concepto que habla de proteger los derechos más fundamentales de las personas, como son la vida, el derecho a una vivienda digna, a un empleo y a formar una familia. Este año, por circunstancias profesionales, he profundizado en este tema que está o debería estar en nuestro día a día. Creo que la mayoría tenemos claro que sin justicia social no hay desarrollo posible, porque esto no se trata de que haya personas que hagan grandes avances, desproporcionados avances, mientras otras se quedan paralizadas y sin esperanza. Esto va de otra cosa. No hay desarrollo real si no miramos para los lados y tiramos unos de otros.
Profundizar en este concepto me ha recordado una pequeña historia que me contaron. ¿He dicho pequeña? No, en realidad es una de las historias más grandes que he oído. Un grupo español estaba hace unos años en África haciendo labores humanitarias, trabajando con niños. Carecían de todo, entre otras cosas de juguetes, algo tan importante para su desarrollo. Les llevaron un balón de fútbol y les enseñaron las reglas del juego sobre un campo improvisado, estableciendo unos premios para el equipo ganador. Cuando empezó el partido, se sorprendieron porque los pequeños tenían una dinámica extraña para una mente occidental: cuando un equipo metía un gol, se enfocaba a ayudar al equipo contrario a meter otro. Y todos gritaban muy contentos una palabra “¡Ubuntu!”. De nuevo marcaban un gol y sobre la marcha otro los contrarios. Y así hasta que el partido terminó en rotundo empate. “¡Ubuntu!” gritaban agarrados todos felices al trofeo. Los españoles, perplejos, preguntaron el significado de la palabra, tratando de entender lo que acababa de pasar: Ubuntu significa “yo soy porque todos somos”. ¿De qué nos sirve ganar si los otros pierden? Lo divertido es que todos ganemos.
Menuda lección.
En los últimos dos años estamos viviendo momentos convulsos que empezaron con una pandemia mundial y ahora nos revuelcan con una guerra a las puertas de Europa, es decir, nuestros vecinos de al lado. Pensaba estos días que debemos tener la Justicia Social más presente que nunca, para no caer en la trampa de pensar que si yo me salvo de todo esto ya es suficiente. No es así, ni mucho menos. Tomar conciencia de nuestra aportación particular es importante y necesario. Ubuntu, tú eres porque todos somos.