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Andrés Acevedo
Jueves, 03 de Febrero de 2022 Actualizada Jueves, 03 de Febrero de 2022 a las 12:21:28 horas

El tiempo que se mata, paga con la misma moneda

Fulanito, como todos los años por estas fechas, lleva un par de meses que sin trabajar y creé que faltan otros dos para que le vuelvan a llamar. La primera semana de “vacaciones” la utilizó para descansar (estar en casa, levantarse tarde, hacer las cosas sin prisas…), pero después esa rutina le comenzó a agobiar.
Dedica mucho tiempo a cuestiones que no le importan ni le terminan de satisfacer.
No sabe a qué dedicarse, se levanta por las mañanas sin motivación ni propósito y trata de ocupar su día con cualquier asunto que sirva mínimamente para entretenerle. Es como si lo que estuviera teniendo en esos momentos le llenara tan poco que tiene que distraerse para que no se le atragante la experiencia.
Si le preguntas, no te dirá que se encuentra mal y ciertamente así es. Él dice que está “bueno, ahí”, como a medio gas, a la espera de que esto termine y en dos meses le vuelvan a llamar para incorporarse al trabajo.
Es posible que esta experiencia no te resulte extraña. Quizá, tú mismo o tú misma has interpretado alguna vez el papel de Fulanito, esperando a que acabe el verano, a que acabe el curso o que pasen las fiestas, mientras te distraías con cualquier cosa que no te satisfacía.
No pasa nada, todos lo hacemos en algunos momentos. Es un papel común, pero terrible si se prolonga demasiado.
Muchas personas experimentan sentimientos realmente desagradables en estos periodos (crisis existenciales, pérdida de sentido, angustia de vivir, hipocondría…)
Pareciera como si el tiempo que perdemos, fuera un tiempo muerto a  nuestra vida. Una especie de standby, un tiempo en el que no hay vida, en el que estamos a la espera.
Como si la vida, con su horizontes, sus proyectos y sus anhelos quedara aparcada a la espera de que la circunstancia pasen y podamos retomarla al volver con mayor comodidad.
Sin embargo, nosotros no estamos fuera mientras las circunstancias transcurren, nosotros pasamos por las circunstancias.
La vida no es algo estático que pueda meter en un cajón y retomar luego, la vida es precisamente esto que estoy haciendo en cada momento.
Y según lo que haga con ella, tendré un tipo de existencia u otra. He aquí la paradoja: si me dedico a matar el tiempo (o a perderlo) porque esta circunstancia no me gusta y quiero que pase cuanto antes, inevitablemente sentiré que mi vida está muerta (o perdida) y que ese sensación (de aburrimiento, apatía, cansancio o tristeza) que quería  hacer rápida y transitoria distrayéndome, se vuelve estable y duradera.

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