Fondos con color político
La cerrazón de Sánchez a la hora de no aceptar la propuesta de crear una agencia independiente para gestionar los fondos europeos -- que controle dichos fondos que deberían destinarse a la recuperación, a la creación de empleo y al fomento de la inversión -- es la mejor prueba de que el presidente del Gobierno ha hecho de la arbitrariedad la seña de identidad de su mandato.
Frente a la exigencia de la creación de un organismo independiente, con presencia de empresas, trabajadores y los partidos del arco parlamentario ( lo que permitiría gestionar de forma eficaz, transparente, con rendición de cuentas y no caer en clientelismo y prácticas no ejemplares ), Sánchez prioriza en el reparto de fondos a las comunidades del PSOE, y a las gobernadas por independentistas, siguiendo el dictado de lo que le exige Bildu Batasuna. Hay pocas dudas sobre que el criterio del PSOE es premiar a los territorios donde gobierna y castigar a aquellos donde no lo hace. Los fondos deberían generar ilusión y con los manejos de Sánchez están generando frustración y desesperanza ya que en vez de guiarse para un reparto por criterios objetivos realizado por una agencia independiente, que evalúe proyectos mirando el contenido y no el remitente, aquí parece que solamente prima la ideología y el color político de los gobiernos locales y regionales. No estaría de más que en el reparto de las ayudas europeas se tengan en cuenta los factores de cada territorio, como hace Bruselas con los Fondos FEDER.
Si queremos salir de la crisis, no se pueden dilapidar de forma “clientelista” unos fondos que son vitales para relanzar nuestra economía porque para avanzar con un ritmo sostenido en el camino de la recuperación debemos poner freno al déficit estructural de la deuda pública e impulsar una reforma laboral que incremente la flexibilidad sin perder de vista el óptimo aprovechamiento de los fondos europeos para que España pueda mejorar las cifras de empleo.
El modelo alemán, que apuesta por bajar impuestos, reducir el gasto público y eliminar el despilfarro no productivo puede ser un referente a tener muy en cuenta.
Todos los indicadores apuntan en la misma dirección: no estamos en una buena situación económica y hay muchos problemas en varios sectores, a lo que hay que sumar que nos encontramos en un momento con muchos interrogantes y, como consecuencia de la indefinición de la evolución de la pandemia, han vuelto a dejarse notar los efectos adversos sobre el turismo y la economía de servicios. Si no apuntalamos la competitividad de nuestras empresas, recuperar los niveles previos a la pandemia será una quimera.
La cerrazón de Sánchez a la hora de no aceptar la propuesta de crear una agencia independiente para gestionar los fondos europeos -- que controle dichos fondos que deberían destinarse a la recuperación, a la creación de empleo y al fomento de la inversión -- es la mejor prueba de que el presidente del Gobierno ha hecho de la arbitrariedad la seña de identidad de su mandato.
Frente a la exigencia de la creación de un organismo independiente, con presencia de empresas, trabajadores y los partidos del arco parlamentario ( lo que permitiría gestionar de forma eficaz, transparente, con rendición de cuentas y no caer en clientelismo y prácticas no ejemplares ), Sánchez prioriza en el reparto de fondos a las comunidades del PSOE, y a las gobernadas por independentistas, siguiendo el dictado de lo que le exige Bildu Batasuna. Hay pocas dudas sobre que el criterio del PSOE es premiar a los territorios donde gobierna y castigar a aquellos donde no lo hace. Los fondos deberían generar ilusión y con los manejos de Sánchez están generando frustración y desesperanza ya que en vez de guiarse para un reparto por criterios objetivos realizado por una agencia independiente, que evalúe proyectos mirando el contenido y no el remitente, aquí parece que solamente prima la ideología y el color político de los gobiernos locales y regionales. No estaría de más que en el reparto de las ayudas europeas se tengan en cuenta los factores de cada territorio, como hace Bruselas con los Fondos FEDER.
Si queremos salir de la crisis, no se pueden dilapidar de forma “clientelista” unos fondos que son vitales para relanzar nuestra economía porque para avanzar con un ritmo sostenido en el camino de la recuperación debemos poner freno al déficit estructural de la deuda pública e impulsar una reforma laboral que incremente la flexibilidad sin perder de vista el óptimo aprovechamiento de los fondos europeos para que España pueda mejorar las cifras de empleo.
El modelo alemán, que apuesta por bajar impuestos, reducir el gasto público y eliminar el despilfarro no productivo puede ser un referente a tener muy en cuenta.
Todos los indicadores apuntan en la misma dirección: no estamos en una buena situación económica y hay muchos problemas en varios sectores, a lo que hay que sumar que nos encontramos en un momento con muchos interrogantes y, como consecuencia de la indefinición de la evolución de la pandemia, han vuelto a dejarse notar los efectos adversos sobre el turismo y la economía de servicios. Si no apuntalamos la competitividad de nuestras empresas, recuperar los niveles previos a la pandemia será una quimera.