Caricias
Los seres humanos somos criaturas sociales. No podríamos existir de otra manera. Es el contacto el que nos integra para formar parte de una comunidad. Cuando somos bebés, el contacto físico nos da seguridad y cercanía, proporciona consuelo, placer y nos expresa alegría y apego. Si bien es verdad que la primera “caricia” que recibimos al nacer es un cachete, acto seguido, la matrona nos coloca en el pecho de mamá para recibir caricias y amor.
Y es que no hay gesto que pueda transmitir tanto sentimiento como el de una caricia. Actualmente, estando inmersos en pandemia, los científicos nos recuerdan que las caricias refuerzan nuestro sistema inmunitario. Ahora que pasamos muchas horas pegados a pantallas, nos damos cuenta de que hemos ido perdiendo contacto directo con las personas a pasos agigantados. Nos vemos menos en persona y nos tocamos menos. Para remate, la pandemia ha reforzado ¡y de qué manera! esta tendencia. Tocamos más veces el móvil que a las personas que queremos. Estando conectados en realidad estamos solos y perdemos la protección que ofrece el grupo lo que nos provoca y vuelvo a lo científico problemas cardíacos, cerebrovasculares y enfermedades de índole mental. El uso de videollamadas nos da una falsa sensación de cercanía con familia, amigos o compañeros, pero este mundo virtual no puede sustituir al estímulo que obtenemos cuando alguien nos abraza y ambos disfrutamos de ese contacto. Al no poder tocarnos ahora, hacemos evidente su gran importancia. Esto afecta sobre todo a los más jóvenes, que están aprendiendo a relacionarse. En un mundo normal nos damos la mano, nos abrazamos o besamos, sobre todo los niños, pero ahora no pueden hacerlo.
Volviendo a las caricias y sobre todo al principio de la vida, las caricias son insustituibles ya que estabilizan la respiración, la temperatura corporal y los niveles de azúcar en sangre. Un estímulo táctil tiene siempre como consecuencia una reacción de todo el cuerpo y un cambio en el organismo que afecta tanto al bebé como al adulto y lamentablemente, tocarnos a nosotros mismos no puede sustituir al contacto con otro ser humano.
Es la primera vez que nos aconsejan a los humanos que no nos toquemos, algo sin precedentes, y desconocemos el coste y las consecuencias. Se están disparando las bajas laborales por diagnósticos de salud mental por el aumento del distanciamiento social, apareciendo trastornos de ansiedad y depresión. Y es que buscamos inconscientemente un sustituto de lo que nos falta, las caricias.
A menudo no nos damos cuenta de cuanto influye el contacto físico en nuestro estado de ánimo, salud y relaciones, pero cada vez somos más conscientes de que las caricias nos hacen felices para toda la vida. “Delirant isti romani”. Están locos estos romanos.. [email protected]
Los seres humanos somos criaturas sociales. No podríamos existir de otra manera. Es el contacto el que nos integra para formar parte de una comunidad. Cuando somos bebés, el contacto físico nos da seguridad y cercanía, proporciona consuelo, placer y nos expresa alegría y apego. Si bien es verdad que la primera “caricia” que recibimos al nacer es un cachete, acto seguido, la matrona nos coloca en el pecho de mamá para recibir caricias y amor.
Y es que no hay gesto que pueda transmitir tanto sentimiento como el de una caricia. Actualmente, estando inmersos en pandemia, los científicos nos recuerdan que las caricias refuerzan nuestro sistema inmunitario. Ahora que pasamos muchas horas pegados a pantallas, nos damos cuenta de que hemos ido perdiendo contacto directo con las personas a pasos agigantados. Nos vemos menos en persona y nos tocamos menos. Para remate, la pandemia ha reforzado ¡y de qué manera! esta tendencia. Tocamos más veces el móvil que a las personas que queremos. Estando conectados en realidad estamos solos y perdemos la protección que ofrece el grupo lo que nos provoca y vuelvo a lo científico problemas cardíacos, cerebrovasculares y enfermedades de índole mental. El uso de videollamadas nos da una falsa sensación de cercanía con familia, amigos o compañeros, pero este mundo virtual no puede sustituir al estímulo que obtenemos cuando alguien nos abraza y ambos disfrutamos de ese contacto. Al no poder tocarnos ahora, hacemos evidente su gran importancia. Esto afecta sobre todo a los más jóvenes, que están aprendiendo a relacionarse. En un mundo normal nos damos la mano, nos abrazamos o besamos, sobre todo los niños, pero ahora no pueden hacerlo.
Volviendo a las caricias y sobre todo al principio de la vida, las caricias son insustituibles ya que estabilizan la respiración, la temperatura corporal y los niveles de azúcar en sangre. Un estímulo táctil tiene siempre como consecuencia una reacción de todo el cuerpo y un cambio en el organismo que afecta tanto al bebé como al adulto y lamentablemente, tocarnos a nosotros mismos no puede sustituir al contacto con otro ser humano.
Es la primera vez que nos aconsejan a los humanos que no nos toquemos, algo sin precedentes, y desconocemos el coste y las consecuencias. Se están disparando las bajas laborales por diagnósticos de salud mental por el aumento del distanciamiento social, apareciendo trastornos de ansiedad y depresión. Y es que buscamos inconscientemente un sustituto de lo que nos falta, las caricias.
A menudo no nos damos cuenta de cuanto influye el contacto físico en nuestro estado de ánimo, salud y relaciones, pero cada vez somos más conscientes de que las caricias nos hacen felices para toda la vida. “Delirant isti romani”. Están locos estos romanos.. [email protected]