El “no puedo tío” y otras formas de evadir la responabilidad
Como psicólogo, hace tiempo que me interesa el uso del lenguaje. No es que suela ser especialmente puntilloso y menos aún en mi tiempo libre, pero el otro día hubo algo que me llamó la atención y me hizo reflexionar.
Estaba con un antiguo amigo y le proponía hacer un plan para el día siguiente. A lo que me respondió literalmente “no puedo tío, voy a salir a tomar algo”.
¿No os resulta curioso utilizar aquí un “no puedo”? Sería más preciso decir “ya tengo planes”, ”no me apetece”, “otro día” o algo similar, ¿no?
Quizá solo fue una expresión, una forma de hablar que en este contexto se podría considerar un sinónimo. Al fin y al cabo, el lenguaje sirve para comunicarnos y yo entendí perfectamente a lo que se refería.
Sin embargo, las palabras que se escogen para transmitir un mensaje nos ofrecen a veces una información extra más allá de su propio contenido.
¿Por qué solemos usar con más frecuencia los “no puedo” que los “no me apetece”? Creo que esta elección de palabras está bastante extendida y no es sólo mi amigo el que elige estas en concreto y no otras.
Puede que sea casualidad y esta disertación no llegue a nada o puede que significando lo mismo, esos “no puedo” nos ofrezcan algo más.
Puede que nos excusen, que nos permitan esquivar de cierta forma nuestra propia responsabilidad. Una especie de “no es por mí, me encantaría ir, pero no hay nada que pueda hacer” que es más sencillo de decir al otro que un “no quiero, tenía pensado otra cosa que me apetece más”.
La forma en que nos comportamos está moldeada por las consecuencias y el uso del leguaje no iba a ser distinto. Muy probablemente si mi amigo me hubiera dicho “no me apetece”, yo mismo que trato de ser muy respetuoso con la elección de los demás, me hubiera visto tratando de convencerlo.
Eso es, en mi opinión, por lo que solemos escoger con mayor frecuencia los “no puedo” que los “no quiero”. Porque es útil.
Con este ejemplo el tema podría quedarse en una mera curiosidad que no tiene mayor trascendencia, pero el lenguaje está plagado de falsos “no puedo” y algunos de ellos condicionan áreas importantes.
No es infrecuente escuchar a personas decir “no puedo ponerme a estudiar” (dejar de fumar, serle sincero a mi pareja o buscar otro trabajo )cuando quieren decir “me cuesta tanto esfuerzo, que acabo tomando otras opciones más agradables a corto plazo” (que me dan menos miedo, que ya conozco…).
No sé, ¿qué os parece?
Como psicólogo, hace tiempo que me interesa el uso del lenguaje. No es que suela ser especialmente puntilloso y menos aún en mi tiempo libre, pero el otro día hubo algo que me llamó la atención y me hizo reflexionar.
Estaba con un antiguo amigo y le proponía hacer un plan para el día siguiente. A lo que me respondió literalmente “no puedo tío, voy a salir a tomar algo”.
¿No os resulta curioso utilizar aquí un “no puedo”? Sería más preciso decir “ya tengo planes”, ”no me apetece”, “otro día” o algo similar, ¿no?
Quizá solo fue una expresión, una forma de hablar que en este contexto se podría considerar un sinónimo. Al fin y al cabo, el lenguaje sirve para comunicarnos y yo entendí perfectamente a lo que se refería.
Sin embargo, las palabras que se escogen para transmitir un mensaje nos ofrecen a veces una información extra más allá de su propio contenido.
¿Por qué solemos usar con más frecuencia los “no puedo” que los “no me apetece”? Creo que esta elección de palabras está bastante extendida y no es sólo mi amigo el que elige estas en concreto y no otras.
Puede que sea casualidad y esta disertación no llegue a nada o puede que significando lo mismo, esos “no puedo” nos ofrezcan algo más.
Puede que nos excusen, que nos permitan esquivar de cierta forma nuestra propia responsabilidad. Una especie de “no es por mí, me encantaría ir, pero no hay nada que pueda hacer” que es más sencillo de decir al otro que un “no quiero, tenía pensado otra cosa que me apetece más”.
La forma en que nos comportamos está moldeada por las consecuencias y el uso del leguaje no iba a ser distinto. Muy probablemente si mi amigo me hubiera dicho “no me apetece”, yo mismo que trato de ser muy respetuoso con la elección de los demás, me hubiera visto tratando de convencerlo.
Eso es, en mi opinión, por lo que solemos escoger con mayor frecuencia los “no puedo” que los “no quiero”. Porque es útil.
Con este ejemplo el tema podría quedarse en una mera curiosidad que no tiene mayor trascendencia, pero el lenguaje está plagado de falsos “no puedo” y algunos de ellos condicionan áreas importantes.
No es infrecuente escuchar a personas decir “no puedo ponerme a estudiar” (dejar de fumar, serle sincero a mi pareja o buscar otro trabajo )cuando quieren decir “me cuesta tanto esfuerzo, que acabo tomando otras opciones más agradables a corto plazo” (que me dan menos miedo, que ya conozco…).
No sé, ¿qué os parece?