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Elisa Martín
Lunes, 15 de Noviembre de 2021 Actualizada Lunes, 15 de Noviembre de 2021 a las 10:23:57 horas

Aprender a pedir ayuda

La vida se nos puede complicar de un momento a otro sin saber ni de dónde nos vienen los palos. Un día estás en tu habitual rutina y, en un momento, todo da un giro de 180º. Un diagnóstico grave, un accidente, una circunstancia trágica inesperada nos pone contra las cuerdas y nos encontramos perplejos en otro escenario. En uno inesperado, donde todo es nuevo y tienes la sensación de no saber cómo actuar.
Todo esto me contaba estos días un amigo que vive un drama con la enfermedad grave de su mujer. El mundo se le ha hundido ante sus pies. Tras la sorpresa inicial, está tratando de recomponerse como puede, viviendo un torbellino de emociones por el que ruedan vertiginosamente el miedo, la ansiedad, la tristeza, la inquietud por lo que se le viene encima; la conmoción, la confusión, el nerviosismo ante las decisiones que hay que tomar. Y más cosas. Está aterrado, frustrado, aturdido, arrepentido y culpable por detalles que se vienen a la cabeza. Va de una sensación a otra sin control, creo que esperando despertar en algún momento de un mal sueño.
Pero, además de todo eso, se siente solo. La situación que viven necesita una dedicación de 24 horas: visitas al médico, atención en casa, cuidados y acompañamiento a su mujer, noches duras… Sus tres hijos son mayores y viven independientes, pero cerca. Mi amigo tiene la sensación de que, pasado el primer impacto, tanto ellos como el resto de su gente ha dado un paso atrás. Sus hijos se justifican por la falta de tiempo. Los demás por prudencia, o porque se han adaptado pronto a la situación, tampoco aparecen.
Le digo que hable con ellos, que les explique de forma concreta sus necesidades. Pero él considera que ya lo tienen que saber y espera que se vayan dando cuenta. Falsas expectativas le llamo yo a eso. Pronto su mujer se irá para siempre y entonces todos llorarán su pérdida, y algunos se quedarán tocados por muchos años. Pero no estuvieron en el momento en que había que dar la talla. No lo vieron y nadie se lo pidió. Quedarán reproches velados que van a dañar las relaciones para siempre.
Creo que hay que hablar con claridad, cuando aún hay remedio. Hay que pedir ayuda de forma clara, sin críticas ni ataques. Diciendo: en este momento necesitamos manos, corazones, consuelo, compañía. Será poco tiempo, desgraciadamente. Ahora y solo ahora es el momento. Pocas cosas dan más paz interior que haber estado a la altura en estas circunstancias especiales. Si se viven unidos, saldrán reforzados. Pedir ayuda es un acto de valentía y atender a esa petición es un acto de amor verdadero.

 

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