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Andrés Acevedo
Martes, 07 de Septiembre de 2021 Actualizada Martes, 07 de Septiembre de 2021 a las 11:37:51 horas

¿Cómo lo vamos a dejar, si nos queremos?


Seguro que has escuchado algo parecido en más de una ocasión: “No estoy bien en la relación, pero es que le quiero”, “ojalá pudiera dejarla”, “si me hace esto es que no me quiere”…
En nuestro entorno cultural damos por hecho dos premisas derivadas del mito del amor romántico. La primera es que si uno está enamorado, ha de estarlo pase lo que pase. Como si el amor con condiciones no fuese amor. No es necesario profundizar demasiado para ver a dónde nos puede llevar esta creencia (sobrepasar límites, esperar algo que no llega, encontrarse atrapado en una relación, pelearse continuamente con el otro para que cambie…)
La segunda tiene que ver con pensar que si alguien está enamorado, no va a hacer nada que le traiga sufrimiento a esa persona. Sin embargo, existiesen infinidad de factores que pueden provocarlo. Quizá los celos sean el ejemplo más claro. Una persona puede estar absolutamente enamorada de otra y aún así, hacerle la vida imposible. El comportamiento humano es complejo y en muchas ocasiones permitimos cosas que hacen daño a otros por miedo, por inseguridad o por inconsciencia.
Estas consignas se convierten frecuentemente en filtros rígidos con los que pretendemos analizar la realidad. Lo cual nos enreda y nos confunde (“¿cómo pudo hacer esto si me quería?”, “cuando se dé cuenta de lo que me duele, dejará de hacerlo”, “no puedo hacer otra cosa porque yo en el fondo le sigo queriendo”…).
La emoción se convierte en el santo grial de la relación. Lo demás no importa. Toda explicación ha de tenerlo de causante y toda decisión ha de tenerlo como consecuente. En este romanticismo hollywoodiense la emoción todo lo puede y ella sola es suficiente.
Sin embargo, si nos distanciamos un poco de estas reglas, nos daremos cuenta de que el amor es una emoción más y tiene las mismas características que el resto. Por mucho que nosotros queramos encumbrarlo, el amor no se elije, no es racional y puede llevarnos a sitios que no queremos (al igual que el miedo, la vergüenza o la tristeza).
Es por todo ello que la existencia de amor no es sinónimo de que una relación sea sana y vaya bien. Hay muchas formas de amar y si esta emoción se convierte en una barrera, en un límite que nos lleva a sitios que nos hacen daño o no queremos, bien haríamos en flexibilizar esas creencias. De lo contrario, esas premisas que comentábamos antes, serán las que decidan por nosotros. Y lo peor es que no seremos ni siquiera conscientes de que existen otras posibilidades. El que se niegua sostener el desamor, se acostumbra a sostener otras muchas cosas que tampoco desea.

 

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