Música y Afganistán
La música, una de las expresiones más sublimes de la creatividad humana, no es solamente un conjunto de sonidos agradables o una manifestación estética de los sentimientos, sino también una forma de comunicación y de identificación de todos los seres humanos. Por esto ha sido históricamente usada como arma en defensa de la libertad.
La suite “Finlandia” compuesta por Sibelius en 1899 fue concebida como una pieza “dominada por un sentimiento y un pathos potentes”. Su inspiración fue la defensa de la prensa libre, cuando el Gran Ducado de Finlandia estaba oprimido por la Rusia zarista. La obra fue censurada. Al recobrar Finlandia su independencia, en 1917, su música se convirtió en símbolo de la libertad.
Los regímenes autoritarios y/o terroristas padecen de un complejo de persecución que les lleva a encontrar conspiradores en todas partes. Movidos por esta paranoia, luchan sin tregua ni medida contra quienes, en uso de su libertad, se oponen a la ideología y a la verdad oficiales. Diseñan el nuevo estado poniendo énfasis en las censuras y controles para que “el espíritu de la revolución se conserve puro”. Prohíben y matan. Pero todos sus esfuerzos para reglamentar las ideas resultan vanos. Por encima de los temores causados por los abusos del poder, brilla eterna la llama de la libertad en el alma popular, alimentada por el coraje y hasta el sacrificio de unos cuantos. El pueblo busca caminos para expresarse y defender sus ideales.
Se escriben libros, se pintan cuadros, se componen músicas que alientan la libertad y que terminan imponiéndose sobre destierros y descalificaciones, sobre controles y prohibiciones. Se compone Finlandia, se canta “Vuela pensamiento en alas doradas” de Nabucco, o se adopta la Novena Sinfonía de Beethoven como canto a la vida y la fraternidad.
Después de lo ocurrido en Afganistán, donde han prohibido hasta la música, vale la pena reflexionar sobre estas realidades esenciales, haciéndose necesario hacer todo lo posible para que vuelva al país la paz, la fraternidad, el respeto, y no quedarnos todo el mundo cruzado de brazos, asistiendo a una matanza en todos los sentidos. Los occidentales, el primer mundo, debería ser quienes diéramos e paso para detener la barbarie que allí se está viviendo, distinto a lo que se ha hecho los últimos 20 años, si realmente nos consideramos parte de eso qué llamamos HUMANIDAD.
Recordemos el artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.
Solo cuando se piensa que no hay nada que hacer, es cuando realmente no se puede hacer nada.
La música, una de las expresiones más sublimes de la creatividad humana, no es solamente un conjunto de sonidos agradables o una manifestación estética de los sentimientos, sino también una forma de comunicación y de identificación de todos los seres humanos. Por esto ha sido históricamente usada como arma en defensa de la libertad.
La suite “Finlandia” compuesta por Sibelius en 1899 fue concebida como una pieza “dominada por un sentimiento y un pathos potentes”. Su inspiración fue la defensa de la prensa libre, cuando el Gran Ducado de Finlandia estaba oprimido por la Rusia zarista. La obra fue censurada. Al recobrar Finlandia su independencia, en 1917, su música se convirtió en símbolo de la libertad.
Los regímenes autoritarios y/o terroristas padecen de un complejo de persecución que les lleva a encontrar conspiradores en todas partes. Movidos por esta paranoia, luchan sin tregua ni medida contra quienes, en uso de su libertad, se oponen a la ideología y a la verdad oficiales. Diseñan el nuevo estado poniendo énfasis en las censuras y controles para que “el espíritu de la revolución se conserve puro”. Prohíben y matan. Pero todos sus esfuerzos para reglamentar las ideas resultan vanos. Por encima de los temores causados por los abusos del poder, brilla eterna la llama de la libertad en el alma popular, alimentada por el coraje y hasta el sacrificio de unos cuantos. El pueblo busca caminos para expresarse y defender sus ideales.
Se escriben libros, se pintan cuadros, se componen músicas que alientan la libertad y que terminan imponiéndose sobre destierros y descalificaciones, sobre controles y prohibiciones. Se compone Finlandia, se canta “Vuela pensamiento en alas doradas” de Nabucco, o se adopta la Novena Sinfonía de Beethoven como canto a la vida y la fraternidad.
Después de lo ocurrido en Afganistán, donde han prohibido hasta la música, vale la pena reflexionar sobre estas realidades esenciales, haciéndose necesario hacer todo lo posible para que vuelva al país la paz, la fraternidad, el respeto, y no quedarnos todo el mundo cruzado de brazos, asistiendo a una matanza en todos los sentidos. Los occidentales, el primer mundo, debería ser quienes diéramos e paso para detener la barbarie que allí se está viviendo, distinto a lo que se ha hecho los últimos 20 años, si realmente nos consideramos parte de eso qué llamamos HUMANIDAD.
Recordemos el artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.
Solo cuando se piensa que no hay nada que hacer, es cuando realmente no se puede hacer nada.